Fuente: https://ideastextuales.com



Eneas no es solo un guerrero, sino un exiliado que lleva consigo las ruinas de su pasado en busca de un futuro incierto. Su travesía, que lo lleva a enfrentarse con pueblos y culturas distintas, ilustra la compleja interacción entre el extranjero y lo propio, un tema que resuena con particular fuerza en nuestra época. La obra de Virgilio se sitúa en el cruce entre la nostalgia y la esperanza, entre la voluntad divina y la fragilidad humana. Su legado literario no solo ha influido a generaciones de escritores, sino que también sigue ofreciendo claves para comprender los desplazamientos, las alianzas y los conflictos que han marcado la historia de la humanidad.

En El silbido del arquero la escritora española Irene Vallejo hace una relectura de este clásico literario, retomando el mito fundacional reescribiéndolo desde un matiz contemporáneo. La historia de Eneas ya no es solo la de un héroe destinado a la gloria, sino la de un migrante atrapado en la incertidumbre del desarraigo. La autora nos obliga a mirar más allá del bronce y el laurel, a leer la epopeya virgiliana como un relato de la fragilidad humana.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

La novela se sostiene sobre una idea potente. El transhumar, la necesidad de desplazarse y recomenzar, no es un capricho ni un destino glorioso, sino una condena inevitable. Eneas ya no es el conquistador infalible, sino un hombre que, como tantos a lo largo de la historia, ha visto su hogar reducido a cenizas y se aferra a una profecía incierta. En este sentido, Vallejo despoja a la Eneida de su solemnidad imperial y la convierte en una meditación sobre el exilio, un tema que resuena con particular fuerza en un siglo XXI marcado por desplazamientos masivos y crisis migratorias.

Pero la autora va más allá del viaje físico. Su libro es también una exploración del mestizaje como destino inevitable. La relación entre Eneas y Dido deja de ser un simple episodio amoroso interrumpido por el designio de los dioses y se convierte en una metáfora del encuentro entre culturas. Cartago es, en esta versión, el espacio donde lo ajeno se vuelve propio, donde el choque se traduce en aprendizaje y transformación. Pero la historia, nos dice Vallejo, rara vez permite que estos encuentros florezcan. Los mismos muros que hoy se levantan para contener a los migrantes son los que antaño se alzaron para rechazar a los exiliados troyanos.

La novela se articula en una estructura polifónica que rompe con la rigidez del relato heroico clásico. En lugar de una sola voz todopoderosa, nos ofrece un coro de perspectivas. Eneas, Dido, la sacerdotisa Ana, el propio Virgilio y, en un giro audaz, Eros, el dios del deseo, que observa y manipula desde las sombras. Con esta multiplicidad de voces, la autora fragmenta la narrativa lineal y nos obliga a ver la historia desde distintos ángulos, desmontando la idea de un destino inmutable. La transmigración, la construcción de identidad y la tensión entre lo propio y lo ajeno se convierten así en los verdaderos motores del relato.

Vallejo no se limita a adaptar la Eneida a los tiempos modernos; la desarma y la reconstruye con una sensibilidad distinta. Su versión no es la de una civilización triunfante, sino la de una humanidad que arrastra consigo sus ruinas, que funda ciudades sobre escombros y que, en su búsqueda de un hogar, inevitablemente lo transforma. El silbido del arquero es, en el fondo, una declaración de principios. Todos somos descendientes de migrantes, y la literatura, como la historia, es el testimonio de esos movimientos que nos definen.

Nos recuerda que los clásicos no son piezas de museo, sino espejos en los que podemos mirarnos. Al reescribir a Virgilio, nos muestra que el mestizaje y la migración no son excepciones, sino la norma. En tiempos donde el miedo al otro se convierte en discurso político y en justificación para la violencia, su obra nos confronta con la paradoja de nuestras propias raíces. La historia de la humanidad es la historia de quienes han tenido que partir, de quienes han encontrado en lo ajeno un nuevo hogar, y de quienes han resistido la tentación de los muros para abrazar la posibilidad del encuentro.

Por Mauricio Jaime Goio.