Armando Ortuño, Yerko Ilijic y Julio Córdova analizan los impactos del deterioro de la economía en la carrera comicial.
Fuente: La Razón
En un momento de crisis económica, Bolivia enfrenta un escenario político marcado por la incertidumbre y el desgaste de los liderazgos tradicionales. La escasez de combustible y dólares, sumados al aumento de la inflación, están alterado la percepción ciudadana sobre el futuro inmediato y las opciones electorales disponibles. En este marco, presentamos tres entrevistas a expertos que analizan el impacto de la situación en curso en la dinámica previa a las elecciones de agosto y en la configuración del poder político en el país.
El sociólogo Julio Córdova, el economista Armando Ortuño y el abogado Yerko Ilijic ofrecen perspectivas complementarias sobre el momento actual. Córdova destaca cómo las percepciones de la ciudadanía han cambiado drásticamente, generando temores que evocan experiencias pasadas de hiperinflación y crisis política. Por su parte, Ilijic examina las estrategias de los distintos actores políticos y plantea escenarios en los que la falta de respuesta gubernamental podría desembocar en una crisis aún mayor. Ortuño analiza el efecto devastador de la crisis sobre los actores en carrera y las posibilidades de recomposición en el país.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
A lo largo de estas conversaciones, emergen algunas ideas centrales: el desgaste del gobierno de Luis Arce y la posibilidad de un «que se vayan todos»; el riesgo de que la crisis termine favoreciendo la irrupción de outsiders en el escenario electoral; y la reconfiguración de los sectores populares en un contexto donde la desafección política se convierte en una variable determinante. Con estos elementos en juego, el panorama boliviano sigue abierto a múltiples desenlaces.
Julio Córdova: el temor a la hiperinflación y el recuerdo de la UDP
A diferencia de lo observado a finales de 2023 e inicios de 2024, cuando la población preveía un deterioro paulatino de la situación económica, en los últimos meses se ha producido un cambio sustancial en la percepción ciudadana. «Lo que estamos viendo es que la gente ya no percibe que la crisis va a empeorar poco a poco, sino que va a haber una desmejora abrupta de las condiciones de vida, y el temor a la hiperinflación se ha incrementado notablemente», explica Córdova.
Este temor está directamente vinculado a la crisis de combustibles. Según el analista, «a medida en que la gente entiende que los combustibles van a aumentar de precio, de costo, sea formalmente, es decir, que el gobierno vaya retirando poco a poco la subvención, o sea, informalmente, a pesar de que el gobierno mantenga el precio oficial, se va a generar un mercado negro donde va a haber un incremento real», lo que inevitablemente provocará «un incremento sustancial de los precios de la canasta familiar».
Un hallazgo particularmente revelador de los estudios de Diagnosis muestra una marcada diferencia generacional en la percepción de la crisis. «Las personas adultas recuerdan todavía el tema de la Unión Democrática Popular (UDP) y está en su mente la imagen desastrosa de la hiperinflación», señala Córdova. Estos ciudadanos «empiezan a tener miedo a que pueda reproducirse un escenario igual que la UDP, es decir, un estallido de crisis económica, de hiperinflación, de escasez de productos». En contraste, «los jóvenes que no han pasado esa experiencia, digamos, entienden que va a haber una crisis económica, aunque su visión no es tan catastrófica».
La debilidad presidencial y el paralelo con Siles Zuazo
Uno de los aspectos más preocupantes para el gobierno actual es que la imagen del presidente Luis Arce está siendo cada vez más asociada con la de Hernán Siles Zuazo, quien presidió Bolivia durante la devastadora crisis hiperinflacionaria de los años 80 bajo el gobierno de la UDP.
«Los adultos concluyen que, en el gobierno de Siles Zuazo, el propio presidente era un presidente débil en todos los sentidos. Débil políticamente, porque tenía todo el Parlamento en contra, pero también débil en el sentido de carácter», explica Córdova. Y agrega que «es en esos términos que los adultos empiezan a entender tanto la figura de Luis Arce como su gobierno. Es decir, lo ven de manera casi calcada al de la UDP, como un gobierno débil, que no tiene apoyo parlamentario, que no tiene fuerza política».
Esta percepción representa un cambio significativo en la imagen del actual mandatario. «En las elecciones del 2020, la imagen de Luis Arce estaba asociada al diálogo y a no a la confrontación. Ahora, en el nuevo contexto, la imagen de Luis Arce está asociada a debilidad de carácter, debilidad política y, por lo tanto, falta de decisión para revertir la crisis», subraya el sociólogo.
El riesgo del «que se vayan todos»
Aunque Diagnosis no ha identificado todavía cambios sustanciales en las preferencias electorales, Córdova advierte sobre un escenario potencialmente disruptivo si la crisis económica continúa profundizándose. «Si las condiciones económicas se deterioran en los próximos días, falta de gasolina, incremento de precios y una mayor inflación, entonces nuestra hipótesis es que existe un alto riesgo de que la gente no solamente empiece a decepcionarse todavía más del gobierno de Luis Arce, sino que empiece a decepcionarse del conjunto de los políticos y se consolide una actitud de ‘que se vayan todos’, similar a lo ocurrido en Argentina tras la crisis de 2001”.
Esta actitud, según el analista, podría favorecer la emergencia de candidatos outsiders, figuras que nunca han gobernado y que se presenten como alternativas totalmente nuevas, independientemente de su experiencia o capacidad. «La demanda social por líderes nuevos, independientemente si tienen experiencia, si tienen capacidad, independientemente si son líderes de derecho, no importa, la demanda electoral por líderes nuevos eventualmente puede crecer», lo que beneficiaría a candidatos como Chi Hyun Chung y limitaría las posibilidades no solo del oficialismo, sino también de figuras opositoras ya establecidas.
Los tres tercios electorales en crisis
El análisis de Córdova sobre la actual situación política boliviana parte de que los «tres tercios» electorales, una idea que expuso y desarrolló previamente en Animal Político: el bloque de clase media-alta antimasista, el campo indígena-popular (tradicionalmente asociado al MAS) y un tercio medio que busca discursos no polarizantes.
El bloque antimasista y su encrucijada
Sobre el bloque antimasista, liderado principalmente por figuras como Carlos Mesa y Samuel Doria Medina tras la declinación de la candidatura de Tuto Quiroga, Córdova señala que estos líderes «están apuntando a debilitar, digamos, no solamente a Arce, sino en su discurso asocian la figura de Arce y de Evo Morales como los causantes de la crisis actual». Sin embargo, advierte que «existe el riesgo de que las clases medias que todavía tienen una figura antimasista y que apoyan a estos líderes de la unidad opositora empiecen a cansarse de la crisis económica» y terminen decepcionándose también de estos líderes si no proponen alternativas concretas a la crisis.
El campo indígena-popular y el factor Evo Morales
Respecto al campo indígena-popular, donde Luis Arce ha perdido significativamente respaldo (cayendo de un 30% de aprobación hace un año a menos de un 5% según diversas encuestas), Córdova reconoce que Evo Morales mantiene cierto apoyo, aunque distante de sus mejores momentos. «En las encuestas de diagnóstico se mantuvo, casi desde hace dos años, en un 10% de intención de voto si se presentara como candidato a nivel del conjunto de la población. Y en las clases bajas, esta intención de voto se acerca al 20%», indica.
Sin embargo, el sociólogo descarta que el expresidente pueda recuperar el masivo apoyo que tuvo en su momento. «Ya no representa esa aspiración de superación individual vía educación. Por lo tanto, si es que se produjera algún aumento en la favorabilidad de Evo Morales en clases bajas, es previsible que ese aumento no sea exponencial». La explicación de Córdova es que «es un agotamiento histórico de la figura de Evo Morales» y que «ha pasado mucha agua bajo el puente. Las clases bajas han cambiado, Evo Morales ya no es ese líder carismático que logre obtener el apoyo de todas ellas».
Sobre otros posibles líderes del campo popular como Andrónico Rodríguez, el analista estima que podría tener mejor desempeño que Arce e incluso que Morales, pero «tampoco va a ser el nuevo líder que rescate todo el voto indígena popular que había antes».
El tercio del medio y la posibilidad de un «fenómeno Fujimori»
En cuanto al tercio del medio, Córdova considera que este segmento «va a crecer en la medida en que no hay propuestas interesantes en los extremos». Actualmente, este grupo busca «discursos no polarizantes o figuras no polarizantes, lo que favorece a Manfred Reyes Villa», pero si la crisis económica se agudiza, podría cambiar hacia una demanda por «figuras disruptivas totalmente nuevas».
Especialmente preocupante es la posibilidad de que surja rápidamente un outsider que capitalice el descontento generalizado, similar a lo ocurrido con Alberto Fujimori en Perú en 1990 o con Chi Hyun Chung en Bolivia en 2019. «En las elecciones de 1990 de Perú, hasta cuatro meses antes de las elecciones, Fujimori no era conocido. Y el ascenso de Fujimori como candidato nuevo se produjo en menos de un mes», recuerda Córdova. «En ese tiempo Fujimori pasó del 2% a un 30%». Luego ganó en segunda vuelta con el 62% de los votos.
Un gobierno sin operadores políticos ante la crisis
Al analizar las posibilidades del actual gobierno para enfrentar la crisis hasta las elecciones de 2025, Córdova es pesimista. Señala que el gobierno de Arce «no ha tenido los mejores operadores políticos para poder asegurarse cierta mayoría mínima en la Asamblea Legislativa» a pesar de haber tenido «varios años, por lo menos el 2022 y el 2023, como para tratar de establecer ciertos acuerdos».
«Si tú no tienes operadores políticos hábiles, eficientes, capaces de establecer acuerdos contra todo pronóstico, pues estás inerme», afirma el sociólogo, quien considera que esta es «una de las grandes debilidades del gobierno de Arce». Como consecuencia, «no va a poder revertir esta situación. Así no va a poder lograr que la Asamblea Legislativa apruebe algunos proyectos para tener un poco más de aire. Tampoco acuerdos con algunos otros sindicatos que impidan movilizaciones desde el lado popular, menos acuerdos con las facciones de Comunidad Ciudadana».
«Esta situación no va a cambiar hasta agosto del 2025, hasta las elecciones. Entonces, no hay mayores posibilidades de cambios relevantes en la gestión del gobierno. Estamos ante un gobierno políticamente débil que va a quedar aquí», concluye.
Yerko Ilijic: crisis y subordinación política
Bolivia enfrenta un escenario político cada vez más volátil, donde la interrelación entre economía y política determina las posibilidades reales de gobernabilidad y de salida a la actual coyuntura. Esta es una de las principales conclusiones que se desprende del análisis realizado por Yerko Ilijic, abogado con estudios de postgrado en las universidades de Westfalia y Heidelberg, quien advierte sobre los escenarios críticos que podrían desplegarse en los próximos meses.
La subordinación de la economía a la política
Un elemento central en el análisis de Ilijic es su contundente afirmación sobre la relación entre economía y política en el contexto boliviano: «la economía está subordinada a la política», señala, estableciendo desde el inicio un marco interpretativo que condiciona cualquier solución para la crisis actual.
Esta subordinación, según el analista, tiene importantes implicaciones para el escenario que podría desarrollarse en caso de un agravamiento de la situación. A diferencia de lo que ocurrió en otros países de la región, Ilijic sostiene que «si la economía está subordinada a la política, no puede existir que se vayan todos. Porque ese vacío va a generar mayor, mayor escasez de trabajos, parálisis, apagón».
Es decir, el fenómeno de deslegitimación total de la clase política (como sucedió en Argentina en 2001) no tendría el mismo desarrollo en Bolivia, precisamente porque la economía depende estructuralmente de decisiones políticas.
El «periodo especial» y sus escenarios
Ilijic caracteriza la situación actual como un «periodo especial», un término que evoca inmediatamente comparaciones históricas preocupantes. «Yo tengo en mente, cuando digo ‘periodo especial’, la Cuba de los años 90. ¿Qué significaba eso? Racionamiento y apagón».
El analista advierte sobre una escalada potencial de medidas restrictivas que podrían implementarse a medida que la crisis se profundice. «Una probabilidad es que vamos a acabar con racionamiento, apagón. Si eso, además, se hace insostenible, hay una última medida que se puede aplicar, que es más radical todavía, que es la parálisis».
Esta parálisis, explica Ilijic, podría manifestarse como una «parálisis estatal, la parálisis internacional» que eventualmente podría conducir a una situación similar al «confinamiento» que el país ya experimentó durante la pandemia, pero esta vez provocado por una crisis económica.
Arce en la coyuntura de la crisis
Uno de los puntos más críticos señalados por Ilijic es la estrategia adoptada por el gobierno de Luis Arce para lograr gobernabilidad frente a un parlamento hostil. «Es lo que Arce ha hecho, a partir de su alianza con el Tribunal Constitucional Plurinacional. Es una medida autoritaria, pero es la medida con la que él ha obtenido gobernabilidad por fuera del Parlamento».
Esta estrategia, sin embargo, ha generado una dinámica de trincheras políticas que dificulta cualquier solución consensuada a la crisis. «La gente del Gobierno se presenta en la ciudadanía como estando en una trinchera».
Según Ilijic, el país enfrenta un dilema fundamental: la necesidad de implementar reformas estructurales que permitan superar la crisis, pero en un contexto de alta polarización y fragmentación política que hace casi imposible construir los consensos necesarios.
El analista señala que Arce tiene pendiente “resolver la variable Evo Morales”. Identifica la relación entre el presidente y el expresidente como uno de los problemas fundamentales a resolver.
Adicionalmente, plantea que el gobierno actual «tiene que presentar, por lo menos, algún grado de voluntariedad para que, a partir de que asuma el nuevo gobierno, las medidas que se vayan a tomar surtan efecto».
La posibilidad de acuerdos políticos
El abogado insiste en que cualquier solución a la crisis económica requerirá inevitablemente de acuerdos políticos sustantivos. Esta necesidad choca frontalmente con la realidad de un sistema político altamente fragmentado y polarizado y advierte sobre los riesgos de un parlamento disfuncional tras las próximas elecciones. «A mí no me interesa tanto cómo estén conformadas las bancadas que van a salir el 9 de noviembre. A mí lo que me interesa es que las bancadas tengan la capacidad de ser colaborativas. ¿Por qué? Porque la primera mirada va a estar, obviamente, en que el Parlamento. Si logra, más o menos, validar al nuevo gobierno o lo paraliza».
A pesar del panorama sombrío, Ilijic sugiere la posibilidad de una salida negociada a la crisis. «Si es una salida política pactada, es una especie de inflexión de Arce, pero con cierto grado de impunidad, y a cambio que entre un grupo de la oposición lo más cercano al populismo posible. Ahí ya se tiene una salida».
Esta solución implicaría un pacto político que permita una transición ordenada, pero que al mismo tiempo garantice cierta continuidad en las políticas económicas y sociales para evitar convulsiones mayores.
La temporalidad de la subordinación económica
Finalmente, Ilijic plantea que la subordinación de la economía a la política es una condición temporal que podría superarse mediante un proceso de reformas de mediano plazo. Esta visión sugiere que Bolivia necesita transitar hacia un modelo donde la economía adquiera cierta autonomía respecto a las decisiones políticas, pero reconoce que este es un proceso gradual que requiere condiciones actualmente inexistentes en el país.
En un momento en que «la gente está todavía aguantando», las próximas semanas y meses serán decisivos para determinar si Bolivia logra encauzar institucionalmente la crisis o si entra en una espiral de inestabilidad política y económica con consecuencias impredecibles.
Armando Ortuño: la crisis, un punto de inflexión electoral
La crisis económica y política que atraviesa Bolivia ha alcanzado niveles sin precedentes, configurando un escenario electoral de alta incertidumbre donde los parámetros tradicionales de análisis se han vuelto insuficientes. Así lo advierte el economista e intelectual boliviano, Armando Ortuño, quien señala que el país ha entrado en una nueva fase crítica que redefine completamente las perspectivas electorales para los comicios presidenciales programados para agosto.
«Hay un cambio de escenario fuerte. Hasta ahora habíamos estado viviendo en una especie de lógica de deterioro económico, de problemas, pero creo que la dimensión que está tomando ahora la situación en términos de las afectaciones a la vida cotidiana de la gente, a su estado de ánimo, son elementos bastante más fuertes», explica Ortuño. Así, considera que estos acontecimientos representan «un punto de inflexión» en la campaña electoral.
Crisis: del deterioro al colapso
El análisis de Ortuño parte de una premisa fundamental: Bolivia ya no está ante la amenaza de una crisis, sino en pleno colapso económico. «Ya no es que la gente tiene miedo de que venga un colapso, ya vino el colapso, ese es el drama», sentencia. Esta realidad ha desarticulado uno de los principales argumentos de la actual administración, que esperaba capitalizar el temor a un posible ajuste económico si la oposición llegaba al poder.
«La última esperanza de los arcistas era esta especie de mito del electorado de izquierda que, frente a los que venían a hacer el ajuste, iba a votar por ellos, pero esa hipótesis se derrumba cuando el nivel de crisis es tan grande, cuando el nivel de colapso es de este tamaño», afirma Ortuño. Esta nueva realidad, según el analista, profundiza la «desafección» de un electorado nacional-popular masista que históricamente ha representado alrededor del 60% del padrón electoral boliviano.
La oferta política frente a la cambiante demanda
Ortuño identifica que el verdadero cambio no está ocurriendo en la oferta política, sino en la demanda del electorado. «Se está rebarajando casi todo, no tanto en la oferta política, porque la oferta política sigue siendo la misma, sino más en la demanda», explica. Sugiere que los votantes están reconfigurando sus preferencias debido a la magnitud de la situación.
Esta transformación de la demanda ciudadana ocurre en un contexto donde las principales figuras políticas mantienen estrategias que, según Ortuño, resultan insuficientes para el momento histórico.
Incertidumbre sobre las elecciones
Uno de los elementos más contundentes del análisis de Ortuño es el cuestionamiento sobre la viabilidad misma del calendario electoral. «La pregunta es si llegamos a agosto. Agosto me parece tan lejano con esta crisis», expresa, planteando un escenario de alta volatilidad institucional.
Esta preocupación no es gratuita. Según el economista, las condiciones actuales hacen que llegar a agosto sea «altamente incierto» y advierte que una posible prórroga del mandato sería «una locura». En este contexto, Ortuño sugiere que el escenario más viable podría ser «hacer una elección lo más rápido posible, porque justamente urge hacer una elección».
La urgencia, explica, radica en la necesidad de contar con «una persona que se haga cargo. Se requiere de alguien que se refresque, que venga con un mínimo de legitimidad y diga, bueno, yo me hago cargo del desmadre».
La imposibilidad de una solución puramente económica
Para Ortuño, un elemento fundamental del análisis es que la crisis ha superado la posibilidad de ser abordada solo desde lo económico. «Ya no hay salida económica desde mi perspectiva. La salida económica implica el ajuste o algún tipo de cambio macroeconómico, es decir, un conjunto de medidas integrales que solamente las puede tomar un gobierno con un mínimo de legitimidad o con un apoyo político fuerte», sostiene.
En este sentido, sentencia que «ya hay solución económica con instrumentos puramente administrativos». La magnitud de la crisis requiere, en palabras de Ortuño, «un mínimo de acuerdo político” para poder implementar medidas económicas efectivas.
El gobierno y sus limitaciones
Ortuño identifica momentos específicos en los que, según su interpretación, el gobierno actual ha admitido implícitamente su incapacidad para manejar la crisis. «Desde el domingo pasado, el momento en que salió la ministra Prada (en conferencia de prensa), desde mi perspectiva, ese momento el gobierno declaró que no tenía soluciones al problema», afirma.
Esta percepción se reforzaría en los días posteriores. «Si teníamos todavía dudas de que no había soluciones, cuando salieron las autoridades de Hidrocarburos, el lunes pasado, se ratificó. Si todavía había alguna duda, cuando salió el presidente Luis Arce y nos lanza esas diez soluciones que no solucionan nada, ya se comprobó una vez que no hay nada, así que no hay salida».
Escenarios posibles ante la crisis
Ante la gravedad de la situación, Ortuño esboza dos posibles escenarios. El primero contempla la posibilidad de un adelanto electoral que permita renovar rápidamente la legitimidad gubernamental. «Puede suceder de que haya un acuerdo político para hacer la elección en dos o tres meses, porque no da para más. De hecho, para mí, probablemente ese es un escenario relativamente viable en este momento».
El segundo escenario, aunque considerado menos probable por el analista, sería que el actual presidente renuncie a su candidatura y forme «un gobierno de unidad nacional» que permita tomar las «medidas duras» necesarias para estabilizar la economía antes de las elecciones. En palabras de Ortuño, «Luis Arce tal vez podría hacerlas, aunque tengo mis dudas, incluso si él, por ejemplo, renunciara a la candidatura y decidiera ser un gobierno de unidad nacional, y entonces intentar llegar a agosto tomando las medidas que hay que tomar».
Sin embargo, este escenario requeriría un sacrificio político significativo y un amplio acuerdo entre fuerzas políticas, algo que el analista ve poco probable en el actual contexto.
Este análisis revela la profunda preocupación del economista por el deterioro acelerado de las condiciones económicas del país y la necesidad de decisiones urgentes que, según su visión, solo pueden venir de una renovación de la legitimidad política a través de elecciones anticipadas o de un acuerdo político amplio que parece cada vez más improbable.
Fuente: La Razón