Pero el ejercicio de la política ha caído tan bajo en estos últimos años, que hace falta urgente un golpe de timón. La política y la gestión del poder se corrompió al extremo, que no es extraño que cada vez surjan denuncias de abuso sexual, trata y tráfico de personas, violaciones cuyos protagonistas son gente del poder, del más alto nivel: diputados, senadores, dirigentes sociales y ahora con fuerza involucran al expresidente Evo Morales, que ha decidido revelarse ante la justicia, usando a sus bases que están bloqueando para evitar que el proceso judicial avance. A su republiqueta no pueden ingresar los fiscales ni policías, a pesar de una orden de aprehensión suya.
El debate político en Bolivia está ausente, se ha centralizado en la coyuntura de denuncias de ida y vuelta, en la guerra sucia y hediendo que enfrenta al MAS contra el MAS, de la cual la oposición le hace el juego o baila la misma canción ranchera, al mejor estilo mexicano.
El debate político en Bolivia está ausente hace muchos años, ni previo al día de las elecciones se realizan los debates entre los candidatos, así como lo hacen en varios países, lo que nos causa envidias. Así que, rumbo a las elecciones nacionales del 2025, es una tarea urgente que debe implementarse, cuya responsabilidad mayor recae en el Tribunal Supremo Electoral para obligar a que los candidatos confronten sus programas y sus conceptos sobre diferentes temáticas, además del enorme rol que deberá cumplir el periodismo, despojándose de sus preferencias políticas y miedos para sentar en una misma mesa a los candidatos de todas las fuerzas políticas. Es un reto grande e importante, que quedaremos agradecidos los votantes.
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Pero esto va mas allá de simples deseos o necesidad de escuchar, oír y poder analizar las ofertas electorales, sino de profundizar una cultura del debate político en Bolivia que tanta falta nos hace en todos los niveles. Precisamente desde la filosofía, que fue recogiendo durante siglos las discusiones políticas, religiosas, culturales, ideológicas que han sido parte de las transformaciones sociales, políticas y culturales de la humanidad. No solo se trata del debate sobre la existencia o no de Dios, o cuál fue el primer elemento del Universo, como el agua, el fuego, el aire, la tierra, la idea, la materia, temas que aún no han sido definidos en su totalidad. No es un asunto cerrado; «todo fluye», y estamos en constantes cambios.
Hoy en día, la filosofía se ha ido ajustando a los tiempos. Aunque las discusiones no se centran tanto en temas escabrosos y del absoluto como en siglos pasados, los debates filosóficos se dan en la vida diaria con mayor avidez, pasión y emoción. Es la hora de los debates y las discusiones, ya sea en los círculos familiares, sociales, académicos, políticos o culturales. Depende de cómo se abordan, pueden fortalecer el sistema democrático y las relaciones sociales. Sin embargo, algunos temas han profundizado los temores y la intolerancia, ya que no aceptamos las opiniones diferentes, sobre todo en asuntos delicados.
Para ser ciudadanos de la democracia, es necesario alimentarse de altos niveles de tolerancia y respeto hacia aquellos que tienen opiniones distintas e incluso denuncian lo que supuestamente se está haciendo bien. Estas son las normas del ejercicio del poder que tiene todo ciudadano.
Jean-Paul Sartre, el intelectual que movilizó a miles de estudiantes en el inquietante Mayo del 68, nos habló de la presencia constante y real de la filosofía a lo largo de los grandes eventos de la humanidad. Si una «presencia real», una filosofía transforma las estructuras del saber, provoca ideas y, aun cuando define las perspectivas prácticas de una clase explotada, polariza la cultura de las clases dirigentes y la cambia. Marx escribe que las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes».
Es imperativo que busquemos entendernos, pues somos ciudadanos de una democracia que se sustenta en un Estado con base en una Constitución, leyes, institucionalidad y la dinámica de la convivencia social. La libre expresión y el derecho a la opinión se han arraigado en las sociedades y en los individuos con tanta fuerza y convicción que limitar o bloquear estas dimensiones del ser humano equivaldría a atentar contra la vida misma.
Por qué son tan necesarios e importantes debatir los temas nacionales, en especial, quienes pretenden gobernarnos, no solo para conocer sus capacidades, sus liderazgos, sus luces y sombras, si no para construir una opinión pública sólida, alerta y comprometida, así como lo plantea el periodista Joseph Pulitzer: “Es una convicción basada en pruebas, una afirmación respaldada con argumentos o un punto de vista adquirido, quizá de forma inconsciente, a través del hábito de leer. Así, la opinión pública podría describirse como la suma de las opiniones personales. Es lo que sienten o piensan las masas, la mayoría. La opinión pública regula la conducta de una comunidad y por ello es una ley no escrita: el sentimiento dominante que representa un acuerdo o un código moral y de educación común”.
Aristóteles, el filósofo griego, que escribió sobre metafísica, política, ética, religión, lógica y es una clara referencia intelectual de la antigüedad con proyección para estos tiempos, sostenía que “nos hacemos justos practicando la justicia, templados practicando la templanza, y fuertes practicando la fortaleza”. Parafraseando y con su permiso, podríamos afirmar que nos hacemos más democráticos practicando la tolerancia y el respeto a la opinión diferente; seremos más ciudadanos de la democracia practicando los valores de la democracia; somos más libres, ejerciendo nuestras libertades de expresión y de elección; nos hacemos más ciudadanos, llenándonos de valores y de derechos; nos hacemos más responsables leyendo cada día y fortaleciendo nuestras capacidades.
Los candidatos se harán más transparentes y coherentes, debatiendo sus ofertas, sus programas, sus visiones de la Bolivia que quieren construir, dando la cara y hablándole al país el porqué y para qué quieren gobernarnos, si no lo hacen, pues usted amable lector, podrá decidir con su voto.
José Saramago en su libro “Ensayo sobre la lucidez” nos cuenta que los resultados electorales de un día de elecciones fue el siguiente: “Queridos conciudadanos el resultado de las elecciones que hoy se han realizado en la capital es el siguiente: partido de la derecha, ocho por ciento; partido del medio, ocho por ciento; partido de la izquierda, uno por ciento; abstenciones, cero; votos nulos, cero; votos en blanco ochenta y tres por ciento”.
Que no ocurra ello el 17 de agosto de 2025.