El negocio del gas natural sigue en declive en el país.
El país atraviesa un momento crítico en el sector hidrocarburífero. De ser uno de los principales exportadores de gas natural en Sudamérica, Bolivia ha visto cómo su producción y sus ingresos disminuyeron de manera constante en los últimos años.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en enero de 2021 Bolivia exportó 853.806 kilográmos (kg) de gas natural, generando un valor FOB (precio de una mercancía cuando está lista para embarcarse en un buque) de $us 171.663. Sin embargo, en enero de 2025, el volumen exportado cayó a 235.748 kg y el ingreso obtenido se redujo a apenas $us 73.583, lo que marca un descenso drástico en el lapso de cuatro años.
El presidente del Colegio de Economistas de Tarija, Fernando Romero, señala que la caída en los ingresos del sector hidrocarburífero no se debe exclusivamente a la baja en los precios internacionales, que ya no son los mismos, sino a la caída de la producción.
«La caída de los ingresos del sector hidrocarburífero del país, en parte, no ha sido tanto por una caída de los precios; que no se comparan, obviamente, a los buenos precios que hubo por la década de los años 2000. Sin embargo, lo que más ha incidido es la caída en la producción», explicó Romero en una entrevista con este medio.
Producción
De acuerdo con el Gobierno, la producción de gas en Bolivia ha sufrido una disminución acelerada debido a la falta de proyectos de exploración de nuevos yacimientos que puedan compensar el declive de los pozos actuales.
Según los datos del INE, la caída en la cantidad de gas exportado ha sido constante desde 2021, afectando la capacidad del país para sostener los volúmenes de venta a mercados clave como Brasil y Argentina, antes del cese del contrato en la gestión pasada.
«Actualmente no es muy rentable (el negocio del gas), no porque no exista mercado, no porque no haya buenos precios, sino porque ahora no podemos copar el mercado externo», agrega Romero.
De acuerdo con el economista, el precio del gas se mantuvo estable durante todo 2024, sin grandes variaciones. Para la presente gestión, la situación es más favorable, pues afirma que el precio del producto incrementó a $us 4,10 en enero y a $us 4,22 en febrero de 2025 por millones de Unidades Térmicas Británicas (BTU), más de un dólar en comparación al pico del precio del gas en 2024.
Sin embargo, con los bajos volúmenes que se exportaron el pasado mes de enero, ni los mejores precios internacionales ayudan al país a recuperar un sector que fue clave para la economía nacional.
Ingresos
El ministro de Desarrollo Rural y Tierras, Yamil Flores, recordó el pasado jueves que durante el periodo de bonanza económica en la gestión de Evo Morales el país ingresaba anualmente $us 6.000 millones por la venta de hidrocarburos al mercado externo, mientras que actualmente apenas se superan los $us 1.000 millones.
Explicó que esto se debe a que la gestión del exmandatario gastó todos los recursos y no hizo la exploración adecuada para continuar con el negocio del gas, al cual el país se hizo dependiente.
“Nos han dejado sin gas, sin posibilidades de que la alternativa de ingreso de dólares se dé”, protestó el ministro esa oportunidad.
Además de la reducción en la producción y en las rervas de gas, el país enfrenta un desafío cada vez mayor en el ámbito regional. La entrada en operación del megacampo Vaca Muerta, en Argentina, ha cambiado la dinámica de abastecimiento del mercado sudamericano, pese a que el campo no opera aún a toda su capacidad.
«Bolivia, forzosamente, tendrá que entrar en competencia con Vaca Muerta para abastecer el mercado regional», advirtió Romero. Esto significa que Argentina ya no solo es un cliente más, como lo fue por casi 20 años, sino que se ha convertido en un competidor directo en la región, particularmente en el mercado brasilero.
Sin embargo, el Gobierno asegura que la demanda en Brasil es bastante elevada y con precios “más competitivos”, por lo que el sector no debería verse afectado.
El descenso de las exportaciones y la reducción de los ingresos son, para algunos analistas, la consecuencia de un modelo hidrocarburífero que ha fracasado en su planificación. Romero es crítico con la política estatal en esta materia y sostiene que la crisis actual es el resultado de una falta de exploración y de una deficiente estrategia de industrialización. «Con la política hidrocarburífera no hubo ni sustitución ni industrialización de los hidrocarburos’”, afirmó , coincidiendo con la postura de otros analistas.
En la última década, Bolivia ha dependido en gran medida de sus reservas de gas sin realizar inversiones significativas en exploración. Esto ha llevado a una disminución en los volúmenes disponibles para la exportación y, en consecuencia, a una caída en los ingresos. Sin nuevos descubrimientos y sin una estrategia efectiva para aumentar la producción, el país está perdiendo competitividad en el mercado internacional. Pero también el hecho de haber perdido la principal fuente de ingresos, con una reducción de casi $us 100.000 en la venta de gas en comparación entre enero de 2021 y enero de 2025, tiene como resultado la crisis económica que el país atraviesa actualmente.
Gas
La reducción de los ingresos por exportaciones de gas tiene un impacto directo en la economía boliviana. Durante años, los recursos generados por la venta de gas fueron una fuente clave de financiamiento para el Estado, permitiendo la inversión en infraestructura y la normal importación de combustibles. Sin embargo, con la caída de los ingresos, el Gobierno enfrenta dificultades para sostener estos programas y garantizar la estabilidad fiscal, sin los dólares que ingresaban en otros tiempos.
Además, el sector energético emplea a miles de personas de manera directa e indirecta. La disminución en la actividad gasífera pone en riesgo empleos en toda la cadena productiva, desde la extracción y transporte hasta los servicios asociados. Esto puede traducirse en una menor dinamización económica y en una reducción del crecimiento en las regiones productoras, como Santa Cruz y principalmente Tarija.
Ante este panorama, Bolivia enfrenta el reto de redefinir su estrategia energética. Una opción es diversificar sus mercados, buscando nuevos compradores que puedan compensar la menor demanda de Brasil y Argentina. Otra alternativa es impulsar la industrialización del gas dentro del país, agregando valor a la producción mediante la generación de productos derivados, como fertilizantes o plásticos, en lugar de exportarlo como materia prima.
Al respecto, Romero indicó que se debe trabajar en una nueva ley sobre hidrocarburos para fomentar las inversiones extranjeras e impulsar una vez más el sector.
Potencial
En su criterio, el país goza de un amplio potencial hidrocaburífero, por lo que el sector puede repuntar si es que se trabaja de manera adecuada y planificada.
Sin embargo, reconoció que cualquier nuevo pozo que se descubra, como ocurrió en Mayaya en julio de 2024, requerirá de entre tres a cuatro años para entrar en operación y ofrecer ingresos al país; aumentando la producción y, por ende, las exportaciones.
Asimismo, la inversión en energías renovables y la exploración de nuevas fuentes de recursos naturales pueden ofrecer alternativas viables para reducir la dependencia del gas. Sin embargo, estos cambios requieren planificación, inversión y decisiones políticas que hasta el momento no se han tomado con la urgencia necesaria, según el economista.
El sector hidrocarburífero boliviano se encuentra en un punto de inflexión. La caída en la producción, la pérdida de mercados estratégicos y la falta de inversiones han puesto en evidencia la fragilidad del modelo actual. Como advierte Fernando Romero, la situación no es producto únicamente de factores externos, sino de una falta de previsión y planificación que ha dejado al país en una posición de vulnerabilidad.
La futura competencia con Argentina y la creciente oferta de gas en la región solo refuerzan la urgencia de un cambio de rumbo. Sin una estrategia clara para revertir la caída en la producción y generar nuevas oportunidades de negocio, Bolivia corre el riesgo de perder su relevancia como proveedor de gas en Sudamérica y, con ello, una de sus principales fuentes de ingresos para la economía.
El tiempo para revertir la situación se agota, como lo refleja la crisis económica actual, y las decisiones que se tomen en los próximos años serán determinantes para definir el futuro energético del país. La pregunta es si Bolivia podrá adaptarse a los cambios del mercado y encontrar nuevas oportunidades para sostener su industria gasífera o si continuará viendo cómo sus ingresos por exportaciones siguen en picada.