La “renovación” linerista


Emilio Martínez Cardona

Si alguien tenía una tenue expectativa de que Andrónico Rodríguez “renovara” lo que reste del MAS para acercarlo remotamente a una centroizquierda, tal vez en función de aquella tesis filemonista de la “complementariedad de opuestos”, esto se vuelve bastante borroso desde que el presidente del Senado se deja adoptar como pupilo por Álvaro García Linera, quien ya se ha encargado de pasearlo por los referentes de la izquierda jurásica continental, como el sociólogo Atilio Borón y el juez Eugenio Raúl Zaffaroni, intelectuales orgánicos K y partidarios del populismo confrontacional.



Lo peor de todo es que esta mentoría llega en momentos en que el ex vicepresidente acaba de proponer el “cogoteo” de los exportadores por sus dólares (¿método EGTK para la obtención de divisas?), lo que pone automáticamente a Rodríguez en el campo de los que dinamitan su propia capacidad de diálogo con los empresarios privados.

Junto con esta polémica reaparición, se observa un intento de producción de un discurso interpretativo que haga mínimamente digerible la situación crítica y quizás terminal por la que pasa el proyecto masista. En esta contraofensiva es visible un artículo de Fernando Molina, publicado en un conocido diario de La Paz, controlado por el operador económico de la boli-burguesía chavista, Carlos Gill, quien parece estarse plegando a los planes políticos lineristas.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

En la nota, se procura estigmatizar la rearticulación opositora como “neoliberalismo y cruceñismo”, esto último con miras a tratar de contener la oleada democrática y liberal en el occidente del país, acudiendo a un “cordón étnico” que niega la capacidad de expansión de las ideas anticentralistas a escala nacional.

Esto omite, en lo que no podemos suponer descuido sino deliberación, el rotundo apoyo a la autonomía logrado en cuatro departamentos en el referéndum del 2006 (más otras capitales departamentales) y los importantes brotes de federalismo en Potosí, Chuquisaca y Cochabamba en años recientes.

De paso, en medio de su artificioso relato histórico, el artículo de Molina banaliza como “represión a los más extremistas” a las ejecuciones extrajudiciales del 2009 en el Hotel Las Américas, calificadas de esta manera por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) después de una minuciosa investigación de casi década y media.

Volviendo a “Qananchiri”: está claro que García Linera busca convertir a Andrónico en la posibilidad de reproducir un “evismo sin Evo”, que lo tendría a él mismo como titiritero en jefe. Y que, con la conducción de fondo del ex vicepresidente, aceleraría y profundizaría la cubanización de la economía boliviana.

García Linera sueña con un nuevo ciclo de nacionalizaciones (Evo se queja de que “ya no hay nada para estatizar”), lo que es evidente en su planteamiento de control estatal sobre las exportaciones, una idea obsoleta de la izquierda setentista que siempre ha funcionado mal.

 


×