El panorama político boliviano en el último tiempo se pinta con matices llamativos que nos permiten ver las proyecciones de los actores en la escena que justamente ya han dejado de lado el inicial discurso de la unidad, tanto de oficialismo como de oposición para ir en procura del aval personal para acceder al poder sacrificando ese discurso.
Un reclamo airado de los disidentes al gobierno actual y su presencia en el manejo de los destinos de nuestro país a lo largo de las dos últimas décadas, es que quienes se atribuyen la dirigencia de ese “Bloque” de oposición nunca pudieron sumarse en una posición para hacer frente al “masismo” que se presentó -hasta no hace mucho- monolíticamente cohesionado. Aparentemente, hoy, estos opositores irrumpieron en la escena presentando una propuesta de presentar una postura única para estas elecciones decidiendo apoyar a quien tenga mejor posición para terciar contra el Movimiento al Socialismo; hasta ese punto, todo apuntaba a la construcción de esa posición sumando esfuerzos de todos; sin embargo, cada uno de ellos empezó a cambiar el discurso de unidad opositora para enarbolar sus propias banderas, prometiendo algunos la “Argentina libertaria” , planteando la privatización y achicamiento del Estado prometiendo acabar así con la brecha financiera sin dar mayores explicaciones que el ejercicio anterior en el poder. Por otro lado, hay otros que se abrigan en el cortoplacismo para prometer que en 100 días acabarían con la coyuntura actual, recordando de manera inconsciente (¿o no?) a un viejo socio de la política de los 80 y que sus correligionarios abandonaron en medio de la promesa de los 100 días incumplida. Un actor más, se desmarcó de la unidad opositora, poniendo como ejemplo el ejercicio reiterado y casi consuetudinario de la alcaldía del Valle. Todo esto además se encuentra monitoreado por una versión criollizada de Musk, quien pretende atribuirse el ejercicio de la opinión pública con el lanzamiento de una encuesta que decantaría la decisión, pero hasta la fecha – excepción hecha de algunos actores muy pequeños o casi extintos– nada permite ver esa oposición única.
Por el otro lado, en la saga azul, el panorama también tiene matices con el cambio de discurso. Su líder histórico e indiscutible Evo, siempre propuso como principal capital del movimiento al socialismo, la unidad del partido y su organicidad para tomar decisiones. Pero hoy, el líder cocalero parece haber perdido el libreto y se lanza a la palestra con discursos contradictorios entre sí, con cambios de posición que buscan seducir a quienes en su momento lo repelieron, dejando de lado incluso la constitución que ayudo a crear. En este apetito de poder, su líder parece decidido a sacrificar su partido con significancia particular en la historia política del país en aras de lograr una cuestionable y pertinaz elección; algo que parece haber logrado la resistencia de la tienda política que ha demostrado mantener vigencia; aunque con vigor diezmado por la pugna provocada a su interior, que, sin embargo, mantiene el discurso con el que accedió al poder e impuso las medidas que ahora defiende, en medio del embate y el cálculo político y las protestas sociales.
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Esto realmente parece la construcción de la torre de Babel en torno a los cambios de discurso de todos aquellos que se agrupan alrededor de una posición política en el tejido social boliviano.
Por: Rafael Villarroel