En realidad, es solo una imagen de renovación, pero el contenido no cambia. No es Evo Morales ni Luis Arce y con eso parece bastar. Es el “maniquí” de reemplazo para buscar la continuidad de un “modelo” que ya no funciona, un nuevo rostro para los mismos “harapos” ideológicos, cuyo desgaste, como se advierte por aquí y por allá, ya es irreversible.
Andrónico Rodríguez es exactamente lo mismo que Evo Morales y Luis Arce. Acompañó al primero durante toda su vida sindical. Fue una suerte de “mascota” política, disputando el afecto del jefe con otros dirigentes sindicales cocaleros del trópico de Cochabamba. Las malas lenguas, incluso, dicen que es familiar cercano de gente que cometió delitos atroces en el pasado contra las fuerzas del orden.
Rodríguez fue parte del gobierno en los 13 años de Evo Morales. Firme defensor del llamado proceso de cambio –que ya se ve a dónde nos llevó– fue a lo sumo un cuadro disciplinado, dentro de esa estructura casi militar que son algunos sindicatos en Bolivia.
Pero, además, Andrónico estuvo ahí cuando su “jefazo” buscó la reelección por todos los medios, desconociendo los resultados del referéndum, primero, e intentando un fraude, después, que lo obligó a huir del país. Allí estuvo también cuando se les ocurrió la picardía de que la elección era un derecho humano, cosa que nadie se iba a tragar y menos instancias internacionales como la CIDH.
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Rodríguez ha sido parte del gobierno de Luis Arce. Nadie es presidente del Senado, si no cuenta con el aval de al menos dos personas: el presidente y el jefe del partido. En esa condición fue pieza clave para la ejecución de las políticas que destruyeron la estabilidad económica del país. Como otros dirigentes, quiso diferenciarse en lo peor de la crisis, pero su parte de responsabilidad en el descalabro era grande y clara.
Habla poco. Es más, dicen que en el Senado no se lo escucha y que ha convertido su timidez en una suerte de valor político. No se le conocen grandes ideas o iniciativas que hayan marcado la agenda legislativa, pero ha sabido sobrevivir sobre la viga de equilibrio.
Algunos, incluso empresarios y gente liberal, trata de atribuirle capacidades o virtudes políticas que, evidentemente, no tiene. Lo quieren ver como “moderado”, más cercano al sector privado, con ideas que, supuestamente, no son ni las de Arce ni las de Morales. ¿Cuáles son? Habrá que ver, dicen.
Y eso es fácil, porque le basta con decir que el modelo fracasó, aunque no tenga ideas de lo que hay que hacer a partir de ahora. Es un impostor, pero es mi impostor, dirán algunos.
Rodríguez no quiere ser “arcista”, pero tampoco se entrega al “evismo” del todo, salvo para mostrarse también como un “indígena”, aunque en su caso no tuvo que chupar las naranjas que le echaban desde los camiones cerca de Orinoca, y pudo llegar a la universidad para convertirse en profesional. Es decir, es más formado que Evo y licenciado como Arce, lo cual es bastante.
Andrónico Rodríguez es la carta de Álvaro García Linera y de algunos intelectuales de clase media que acompañaron siempre al MAS, y que no pueden aceptar que las cosas no salieron como pensaban. No tienen ideas para sacar al país del pozo en el que lo hundió su partido, pero al menos quieren seguir ahí para confirmar que la gente está defraudada por las personas y no por el “proyecto” delirante que fabricaron hace tiempo.
En el afán de quedarse a como dé lugar, incluso cometiendo “parricidio”, son muy capaces de renunciar temporalmente a su radicalismo para no ahuyentar a los que creen que la conversión es real y que esperan otra cosa, más racional, de ellos.
Es muy serio el riesgo de que mucha gente se vaya por la seducción del “maniquí” ganador, solo porque luce más inofensivo y hasta “tierno”, sonriente y amable, aunque en el fondo sea lo mismo que los otros. El zorro de los cuentos, con la piel de oveja temporal, para acercarse a los incautos.
Hernán Terrazas es periodista.