Carlos Mesa renunció a la presidencia en junio de 2005 luego de dos años de mandato y después de asegurarse de que el camino de Evo Morales hacia la primera magistratura estaba totalmente allanado.
No sólo les concedió amnistía a los que perpetraron el golpe de Estado contra el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, sino que bloqueó la sucesión constitucional que anuló a los actores políticos que podrían haber impedido la llegada del MAS al poder, porque sabían de la calamidad que le esperaba al país. Dicho y hecho.
A Carlos Mesa se lo conoce como un pusilánime, como un papanatas, pero lo que deja de hacer -sus omisiones-, son mucho más significativas que sus acciones. Desde que asumió el “proceso de cambio”, su papel como opositor ha sido abiertamente funcional, sin embargo, tuvo la habilidad de venderse como un demócrata y ubicarse como el referente electoral de la oposición. Y cuando ya nadie creía en él, volvió a camuflarse dentro del “bloque opositor”, simplemente para plantar un huevo podrido y salir escapando, sabiendo perfectamente quién es el beneficiario. El mismo de siempre.
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