En el actual panorama político de Bolivia, se ha vuelto común escuchar a los precandidatos opositores y a los analistas políticos insistir con sentido y desesperación en la necesidad de consolidar una unidad opositora. Si bien la unidad es importante, creo que el problema central radica en que los actuales líderes no logran inspirar la confianza necesaria en la mayoría de los ciudadanos que buscan y reclaman un cambio real. Además, la falta de un plan coherente y estructurado que refleje las aspiraciones de la población es un obstáculo claro para cualquier posibilidad de éxito.
Una de las principales deficiencias de estos precandidatos es la ausencia de humildad. Muchos de ellos parecen considerar que la candidatura les corresponde por derecho propio, sin darse cuenta de que esto puede generar rechazo. Esta soberbia les impide ver con claridad las verdaderas necesidades de la gente. Los recientes resultados de las encuestas demuestran que el «Bloque de Unidad» solo logra alrededor del 30% de la intención de voto, lo que refleja un apoyo insuficiente para enfrentar al actual gobierno de manera efectiva.
Es importante reconocer que el pasado político de los precandidatos, aunque algunos de ellos cuenten con experiencia y capacidad, juega en su contra. El desgaste de sus carreras pasadas es algo que no pueden ignorar. Es por esto por lo que tal vez estemos en un momento crucial para «patear el tablero» y buscar nuevas alternativas. Sería un acto de verdadero patriotismo y decencia política que los actuales precandidatos declinen sus postulaciones en favor de un nuevo rostro, una persona que pueda generar mayor confianza en la ciudadanía. Este cambio debería ir acompañado de un plan de acción integral y coherente, que apunte a las necesidades reales de la población.
Quizás esta sugerencia pueda parecer una locura, pero de no tomarse una decisión en este sentido, el panorama parece dirigido hacia más de lo mismo: alianzas políticas similares a las del pasado, el reparto de poder y las viejas prácticas que tanto daño han hecho a la gestión pública en nuestro país.
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Es momento de pensar en un verdadero cambio, no solo en un cambio del actual régimen de gobierno que ha fracasado rotundamente.
Fernando Crespo Lijeron