A propósito de los 45 años del homenaje en memoria de Luis Espinal, desde aquel fatídico 21 de marzo de 1980 en el que fue secuestrado, torturado y asesinado por la sombra del ‘plan Cóndor’, perpetrado en Bolivia, principalmente, por el régimen dictatorial de Hugo Banzer Suárez (1971-1978), la justicia para el jesuita español -del que hasta hoy trasciende su legado de defensa de los derechos humanos- y otras tantas víctimas de esa operación represiva, ha avanzado poco o nada; por lo que queda la cuestionante de si realmente fue un ¿plan Cóndor, o plan Condón? …
La ‘Guerra Fría’ polarizó el mundo en: exUnión Soviética vs. Estados Unidos de América del Norte, Comunismo-Socialismo vs Capitalismo-Liberalismo, Izquierda vs. Derecha. En ese contexto, y desde mediados de los años ’50 hasta inicios de los ’80, se instauró el terrorismo de Estado en los países de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay, Ecuador y Venezuela, a través del ‘plan Cóndor’, cuyas garras, pico y alas, traducidas en golpes de Estado militares a punta de metralletas, tanques y violencia, eran en realidad de una mimetizada águila calva norteamericana, que volcó su mirada a gran parte de Sudamérica, exceptuando Colombia y Perú, con la CIA y otros, para equipar, incidir y coordinar diferentes operaciones con los presidentes dictadores de aquella época oscura.
El ‘plan Cóndor’, no fue otra cosa que el plan represivo que a nivel internacional coordinaba operaciones de persecución, secuestro y tortura; es decir, de toda forma de atropellos y vulneraciones de los Derechos Humanos, no importando o ignorando que hace pocos años del inicio de dichas acciones en el subcontinente, se había establecido, en 1948, la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Jorge Rafael Videla en Argentina, Hugo Banzer Suárez con el ‘Banzerato’ en Bolivia, Ernesto Geisel en Brasil, Augusto ‘Pinocho’ Pinochet en Chile, Febres Cordero en Ecuador, Alfredo Stroessner en Paraguay, Juan María Bordaberry en Uruguay y Pérez Jiménez en Venezuela, aunque no los únicos, fueron los dictadores principales en cada país de Latinoamérica, donde aterrizó el terror de este plan.
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El común denominador de todos esos regímenes era el totalitarismo con jefes de Estado tiranos, alguno de ellos, incluso llegando a la presidencia alzando la bandera de la democracia; además las devaluaciones de las monedas nacionales, que provocaban los altos costos de vida con cada vez más pobres y el sometimiento a préstamos externos del FMI y/o el Banco Mundial con intereses elevados y como parte de los denominados ajustes estructurales, el cierre de las escuelas y, por tanto, la violación al derecho al trabajo, y, por supuesto, las torturas, muertes y desapariciones. Estas últimas, tomadas de la forma más inhumana y despiadada por un dictador de la Argentina, quien, al ser consultado públicamente por las decenas de desaparecidos en su gobierno, respondió fríamente y sin el menor rubor en el rostro: “no sabemos si están muertos o vivos, están desaparecidos”.
También es condenable la indiferencia, el respaldo y la validación a estos periodos sangrientos de dictaduras, en Bolivia, de un personaje como Víctor Paz ‘el Mono’ Estenssoro, que llega al poder en su primer mandato, allá por el ’52 con el apoyo de la fuerza popular y al frente del Movimiento Nacionalista Revolucionario-MNR.
Otra de las constantes en estas páginas oscuras de la historia latinoamericana, es el proteccionismo y exoneración de los delitos de lesa humanidad que cometieron los dictadores y perpetradores del ‘plan Cóndor’, que, al caer por la impopularidad de sus gobiernos desgastados, hasta firmaban leyes como el de caducidad, en Uruguay por Sanguinetti y otras similares, que en la práctica eran garantías para la impunidad a todos sus hechos atroces cometidos, evadiendo la justicia demandada.
La contradicción mayúscula es la proveniente del propio Estados Unidos que, a título de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se dio modos para regir organismos mundiales como la Organización de Naciones Unidas y luego la Organización de Estados Americanos, por un lado, y el funcionamiento de la OTAN, el ‘plan Cóndor’ y otras doctrinas de seguridad nacional, por otro, con los que de manera simultánea pregonó la paz mundial y la defensa de los DD.HH. con un tentáculo y agitó el caos, la destrucción, la violación de los DDHH con el resto.
Los intereses geopolíticos de apropiación de recursos estratégicos de los países no han variado en nada, sí un tanto los autores, pues antes eran más notorias las incursiones de Inglaterra, Francia, Estados Unidos, exURSS y otros, y ahora también Estados Unidos, al que se sumaron otros imperios, como Rusia y China, principalmente, que hoy van tras el petróleo de puntos estratégicos, como El Esequibo, región petrolera en disputa entre Venezuela y Guyana Esequipa, o el ‘triángulo del Litio’ configurado por Bolivia, Chile y Argentina. ¿No será que se viene dando la irrupción de una especie de segunda versión del ‘plan Cóndor’?
En suma, y de acuerdo a diversas fuentes, este plan represivo dejó un saldo de alrededor de 80.000 personas asesinadas o desaparecidas, más de 400.000 detenidas y torturadas, y cientos de miles de exiliados, con una justicia ligera o casi nula para todas esas víctimas y con una impunidad a la máxima expresión; por lo que, la respuesta a la cuestión principal de este artículo reflexivo, sería: ‘plan cóndor’ de vulneración de DD.HH. y ‘plan condón’ por el encubrimiento a dictadores.
Daniel Zubieta Olivera, el autor es escritor y comunicador social