“Lo que no te mata, te hace más fuerte.” La frase es súper cliché, sí. Pero en los negocios, la diferencia entre un emprendedor quebrado y uno legendario es exactamente eso: su capacidad para resistir, adaptarse y volver a jugar con mejor estrategia.
La resiliencia no es solo sobrevivir, sino aprender mientras todo arde. Es sentarse sobre las ruinas del plan A y, sin llorar demasiado, empezar a dibujar el plan B, con lucidez, visión y, sobre todo, con estrategia.
El concepto de “resiliencia estratégica” fue explorado a fondo por el gurú del management Gary Hamel, quien la definió como “la capacidad de reinventarse continuamente, frente al cambio o la adversidad, antes de que la necesidad se vuelva desesperada.” No es simplemente aguantar el golpe: es anticiparlo, adaptarse rápido y salir más fuerte.
Un ejemplo brutal de esto es Elon Musk en 2008, cuando estaba al borde de perderlo todo. Tesla no podía pagar sueldos y SpaceX ya había fallado tres lanzamientos. Cualquier asesor sensato le habría dicho: cerrá una de las dos compañías y salvá lo que podás. Pero Musk hizo lo contrario y puso su último centavo en ambas. Literalmente, dobló la apuesta. ¿Locura? Puede ser. Pero él veía algo que otros no: que ambas industrias (energía y aeroespacial) estaban por transformarse y que él podía liderar ese cambio.
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¿El resultado? En el cuarto intento, SpaceX logró un lanzamiento exitoso y, días después, firmaron un contrato millonario con la NASA. Tesla sobrevivió, lanzó el Model S y lo demás es historia.
En Latinoamérica, Mercadolibre es otro caso emblemático. Nació en Argentina, uno de los países más volátiles del mundo, y aun así logró convertirse en la empresa más valiosa de la región. ¿Cómo? Mientras otros se quejaban del dólar blue, de la inflación, de los cambios de reglas cada seis meses, Marcos Galperin decidió jugar al largo plazo. Invirtió en logística cuando nadie confiaba en el e-commerce, apostó en fintech cuando el sistema bancario parecía intocable y, en cada crisis, en vez de recortar, aceleró. En vez de esconderse, innovó.
La resiliencia estratégica requiere claridad, foco y también actitud. Como dijo Bob Rotella, “Si bien la correlación entre el optimismo y el éxito es imperfecta, existe una correlación casi perfecta entre el pensamiento negativo y el fracaso.” No se trata de ser ingenuo, sino de tener una mentalidad que sostenga la visión positiva, incluso cuando el entorno empuja al pesimismo.
En Bolivia, la resiliencia estratégica tiene un condimento extra: sobrevivimos no solo a crisis económicas o pandemias, sino a la inestabilidad política, a regulaciones impredecibles y a una inflación galopante que se devora a la planificación. Sin embargo, aun así, hay líderes que florecen en el caos. ¿Su secreto? No esperan condiciones perfectas. Crean ventajas en medio de la tormenta.
Si estás liderando, no se trata de ser duro o aguantar por orgullo. Se trata de ser estratégico. De mirar el juego como ajedrecista y no como boxeador. De saber cuándo resistir, cuándo reformular y cuándo acelerar mientras todos frenan. La resiliencia estratégica no es una reacción emocional. Es una decisión consciente y continua. Y en nuestro país, esa decisión es la diferencia entre quedar en la historia o quedar en el olvido.
Roberto Ortiz Ortiz
MBA con experiencia corporativa en banca y telecomunicaciones