Resulta más que sorprendente la enorme cantidad de acontecimientos históricos políticos, económicos, sociales o de otra índole, que ocurren durante estos días de Semana Santa, no sólo en Bolivia, como aquellos luctuosos y trágicos días de la Revolución Nacional de 1952, sino en toda la faz de la tierra, como las tristes y muy lamentables noticias que provienen de Ucrania con relación a la injustificada como criminal invasión que sufre por parte de Rusia y aquellas naciones del Oriente Medio donde, igualmente, la violencia y la muerte han entronizado su reinado.
Pese a todas estas tristes noticias y lamentables acontecimientos mundiales, en el Ecuador la situación fue distinta, pues a pesar de la desalentadora realidad que pintaban las famosas encuestadoras, pronosticando un empate técnico entre las dos principales fuerzas políticas que intervinieron en las elecciones, se impuso la racionalidad y la cordura de un pueblo que, en más de un 83% de sus electores acudió a elegir a su presidente, victoria que recayó en el empresario y líder de Acción Democrática Nacional, Daniel Noboa, con más del 55% de los sufragios, frente a Luisa González, la candidata progresista de la Revolución Ciudadana, el partido de la izquierda, que tiene como líder al expresidente Rafael Correa.
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Como estuvo previsto y sirva de antecedente para nuestras próximas elecciones del 17 de agosto, ante los resultados adversos a su movimiento, el expresidente Rafael Correa y su candidata Luisa González denunciaron de “fraude” el acto electoral, negándose a aceptar los resultados que oficialmente fueron emitidos por el Consejo Nacional Electoral. Además, el líder populista calificó de “mafiosos que hubiesen podido disimular un poquito más en un Ecuador donde se está viviendo una dictadura y el fraude electoral más grotesco de la historia de la República”. Motivo por el que anticipó, que solicitará el recuento de votos.
Se supone que la pretensión de recontar una diferencia de más de un millón de sufragios, que hacen la diferencia entre lo obtenido por el candidato ganador sobre lo conseguido por la perdedora, sitúa al prófugo exmandatario Correa, como al verdadero mafioso y subversor del orden establecido, desde el día de su fuga, dejando un Ecuador que se situó en la tasa más alta de toda Sudamérica de homicidios, de sicariato narcoterrorista y una descomunal ola de extorsiones.
Todo lo expresado sobre la sociedad ecuatoriana, que siempre fue caracterizada como una isla de paz y cordialidad, llevó al resultado que los latinoamericanos pudimos experimentar el pasado Domingo de Ramos, donde esa organización internacional de la izquierda perdió uno de sus mayores bastiones, al igual que las famosas encuestadoras que le daban una victoria segura.
A la luz de lo expuesto, y en atención a la enorme similitud que siempre existió entre nuestro país y el Ecuador, nuestro más noble anhelo sería tener su misma suerte en nuestro próximo proceso electoral, donde no sólo recuperaron la credibilidad en sus instituciones y la seguridad de un futuro promisorio, sino que lograron que este importante evento haga parte de los acontecimientos sagrados que suele caracterizar a una semana sacra y no aquellos de represión, abuso e intolerancia, que son sinónimo de una Semana Non Sancta.