Con un cacao más caro que nunca y una cadena de suministros tensionada, el futuro del chocolate boliviano depende de la resiliencia de sus productores y de una respuesta estructural frente a una crisis que combina factores climáticos, económicos y logísticos.
Iván Ramos – Periodismo que Cuenta
La industria del chocolate en Bolivia enfrenta una de sus peores crisis en años. Los efectos del calentamiento global, el alza imparable de insumos y la falta de divisas están obligando a productores nacionales a tomar decisiones drásticas.
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Gastón Solares Ávila, gerente de “Chocolates Para Ti”, una de las principales industrias sucrenses del rubro, con sede en Sucre —conocida como “la ciudad del chocolate” por su tradición artesanal, la concentración de fábricas y su atractivo turístico vinculado al cacao—, lo resumió con una frase lapidaria: “Hoy dejamos de producir chocolate con relleno de almendra”.
Las causas detrás de esta determinación son múltiples y complejas. A nivel internacional, la crisis del cacao se agudiza. África Occidental —específicamente Costa de Marfil y Ghana, responsables del 70% de la producción mundial— sufre una caída drástica en sus cosechas debido a sequías prolongadas y enfermedades en las plantaciones.
En marzo de 2024, el precio del cacao superó los $9.600 por tonelada; en junio llegó a $10.308, y en diciembre alcanzó los $11.300, en gran medida por las interrupciones en las exportaciones africanas y la menor producción local en regiones bolivianas como Beni, afectadas por incendios forestales y sequías.
“El cacao boliviano ha sufrido las consecuencias de los incendios y la sequía”, apuntó Solares. A este panorama se suma la disparada del precio de la almendra, que pasó de costar $4.257 por tonelada en 2024 a $6.270 en 2025, un aumento del casi 50% que vuelve insostenible su inclusión en productos nacionales.
“Tenemos que parar la producción de almendra porque los precios ya no aguantan; el precio está insoportable”, lamentó el empresario, quien confirma que su empresa busca alternativas para reemplazar ingredientes. “Vamos a ver sustituir con otros productos. Estamos ajustándonos a la nueva, dura realidad de ajuste y crisis que vive el mundo, y Bolivia en particular”, agregó.
El panorama se complica aún más por la dependencia de insumos importados. Colorantes, esencias, edulcorantes, envases y empaques provienen mayoritariamente de países como China. La falta de dólares en el país retrasa pagos y abastecimientos. Incluso los productores locales, que podrían representar una alternativa, “también recurren a materiales importados, como papeles, cartones y otros insumos que no se fabrican en Bolivia”, explicó.
A pesar de la adversidad, la industria no contempla frenar completamente la producción. La lucha ahora está en mantenerse a flote. “Lo que menos queremos hacer es parar la producción”, enfatizó Solares, aunque reconoce que cada decisión requiere un ajuste constante al mercado internacional y a las condiciones internas.
Con un cacao más caro que nunca y una cadena de suministros tensionada, el futuro del chocolate boliviano depende de la resiliencia de sus productores y de una respuesta estructural frente a una crisis que combina factores climáticos, económicos y logísticos.