Mgr. Fernando Berríos Ayala /Politólogo
No es exclusivo de Bolivia, pero en nuestro país la imposibilidad de la construcción de un proyecto nacional se manifiesta de manera explícita. Es el carácter heterogéneo de la sociedad, lo que explica la incapacidad para desarrollar proyecto nacional estable y de largo plazo. Esta imposibilidad se expresa el temperamento social de cada particularidad que es Bolivia, por eso se ha hecho difícil y hasta imposible imponer un proyecto hegemónico, que represente a la diversidad. El carácter abigarrado de esta sociedad constituye el fundamento estructural para la fallida construcción nacional.
Lo complejo de nuestra sociedad se manifiesta en la falta de articulación y unificación nacional. Abarca lo social, lo económico y lo ideológico, a la tradicional división económica, añadamos las diferencias étnicas y culturales, referidas a las mentalidades y a las culturas políticas, son problemas que hacen a la democracia con dos concepciones casi antagónicas: una democracia que respeta las libertades individuales y la otra como la vigencia de las libertades colectivas. En estas libertades, es la colectividad la que prevalece sobre el individuo, así, la mentalidad colectiva termina anulando la libertad individual. Resulta claro que de esa manera no se logran consensos sociales democráticos y por el contrario se alimenta un estado de confrontación interna, este desencuentro democrático y da lugar, además, a la formación de hegemonías pobres, de clases y de grupos sociales que impulsan cualquier proyecto nacional, en definitiva, explica la presencia de un mercado político interno pobremente articulado, ausencia de una ideología nacional que sea globalmente aceptada. En esta abigarrada sociedad, cada quien tiene su propia visión, su propia ideología “nacional”, una propia ideológica sectorial o de clase. En estas condiciones, no es posible, construir solidas instituciones estatales ni un Estado fuerte.
El múltiple desencuentro no gira solamente sobre la formulación de un proyecto de construcción nacional, sino también lo hace con la administración del Estado, y en general con el poder político. Por ello se habla de la concepción instrumental de la política, razón por la cual, este Estado no conoce la independencia de poderes, las principales instituciones son mecanismos para la implementación de políticas diseñadas desde el poder ejecutivo, del gobierno de turno y específicamente el partido de gobierno, las instituciones parecen de propiedad particular. La burocracia es un mecanismo de sujeción de lealtades partidarias y de recompensa a los activistas del partido.
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El fracaso de los intentos en la construcción de un proyecto nacional, viene desde todos los sectores sociales y desde todos los discursos ideológicos. En cada uno de los casos, en perspectiva se trató de intentos fallidos. Lo fue con el liberalismo de principios del siglo XX, lo fue con el nacionalismo intentado por la pequeña burguesía, con el marxismo y la clase obrera en la Asamblea Popular de 1971, con el socialismo y el indigenismo del Movimiento al Socialismo de principios del presente siglo con el apoyo principalmente campesino. En todos los intentos, los impulsores sociales: oligarcas, clases medias, obreros y campesinos han dilapidado el alto apoyo social nacional con el que, al inicio de cada intento, contaban. Dicho de otra manera, han malgastado los altos grados de disponibilidad social y estatal, para acabar como proyectos políticos sin perspectiva nacional. Esos fracasos, incluso, pudieron anticiparse desde el principio de cada intento, porque quedaban revelados los obstáculos estratégicos de cada actor político y de cada clase o grupo social que representaba. Ello explica, entre otros, el temor obrero para hacerse cargo del gobierno que habían conquistado en 1952 o en 1970, la resistencia de la clase media en 1952 para diseñar políticas económicas de forma independiente, o el temor del MAS a la democracia, a la alternancia en el poder, a la libertad de prensa.
Si los fracasos podían preverse ya en los inicios de cada intento, es particularmente notorio el caso del MAS. En la ritualidad andina, el maestro yatiri observa las primeras señales, para interpretarlas, para leerlas. Cuando Evo se hizo posesionar como presidente en Tiahuanaco, para mostrar al mundo que se trataba del primer gobierno indígena. El “maestro” del supuesto ritual, resulto ser un narcotraficante. Aquel personaje o el narco-amauta, sin pretenderlo, revelaba el verdadero carácter del gobierno de Morales y su partido. Aquella señal, un narco invistiendo de autoridad al supuesto indígena presidente es contundente. Lo que vino después: la destrucción de las organizaciones representativas de los Ayllus por medio de prebendas, el criminal atropello a los pueblos indígenas del TIPNIS, el sostenido ataque a la prensa independiente, el desconocimiento a la consulta democrática del referéndum del 2016, la imposición del prorroguismo presidencial gracias al servilismo del Tribunal Constitucional, los sonados casos de corrupción, entre otros, no fueron sino la concretización de lo anticipado por la señal dada en el ritual de Tiahuanaco.
Las perspectivas en Bolivia para desarrollar un proyecto nacional son simplemente sombrías. Estamos ante tendencias en que los procesos macro-sociales que deban generan certezas y consensos están a la baja, no hay señales que puedan revertirlas a corto plazo. Al contrario, todo señala que las mismas se profundizan, profundizando la división interna de la sociedad. A ello aportan con esmero los operadores del MAS y los de la oposición, los actores sociales y las diversas instancias de participación social, económica y política; entre todas ellas contribuyen a dejar muy en claro que, en este país, la sociedad, apenas, se encuentra unida por la fuerza de las circunstancias. Esta semana parece ser el peor momento de la unidad.
Fuente: eju.tv