Arrebato electoral opositor: Priorizando lo urgente y desatendiendo lo necesario


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Javier Limpias

En nuestro país, hay un dicho que se utiliza insistentemente como si fuera una consigna: “Primero lo urgente, después lo necesario.” Y vaya que nos ha servido… para hundirnos aún más



Porque lo urgente nunca termina. Hoy son los dólares que no alcanzan y la inflación de precios. Ayer fue el contrabando. Mañana será el gas que se acaba. Siempre hay algo que atender “ya”, mientras lo importante —eso que realmente podría cambiar las cosas— se deja para después. Y ese “después”, en Bolivia, nunca llega.

Ahora que se acercan las elecciones, los candidatos de oposición están empezando a aparecer con sus discursos perfectamente elaborados. Todos, sin excepción, te hablan de cómo arreglar la economía: liberar el dólar, atraer inversión, reducir el tamaño del Estado, abrir mercados. Medidas urgentes, sin duda. El modelo extractivista está muerto, y nadie, o casi nadie, se atreve a decirlo en voz alta.

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Pero hay algo que ningún candidato se atreve a abordar: el modelo de Estado. Porque aquí no basta con arreglar la economía si el Estado sigue siendo el mismo monstruo politizado, extorsivo y corrupto de siempre.

Muchos creen que este modelo es solo culpa de los gobiernos de Evo Morales y Luis Arce. Y sí, tienen casi toda la responsabilidad. Pero el verdadero problema está más arriba: en la propia Constitución masista de 2009, la del infame Estado Plurinacional. Ese texto que, con un nombre ingenuamente curioso, creó un esquema casi socialista, en el que el Estado no solo regula, sino que produce, controla, planifica y reparte. Y cuando el Estado lo hace todo, todo lo que toca termina mal.

El candado está ahí, en la Constitución Política del Estado. Mientras no se la toque, ninguna medida económica va a perdurar. Porque cualquier intento de liberalización o modernización choca con un muro legal diseñado para que el Estado lo abarque todo y el ciudadano, casi nada.

¿Cómo se cambia ese candado? Con un nuevo proceso constituyente. Sí, suena fuerte y genera temor. Pero si queremos salir de este círculo vicioso, debemos volver a sentarnos como país y preguntarnos: ¿qué Estado queremos? ¿Uno centralizado que reparte favores y promueve el asalto al patrimonio de los bolivianos? ¿O uno moderno, con instituciones que funcionen, con justicia independiente y menos política pero más eficiencia?

Y aquí es donde la oposición se queda corta. Tienen economistas, tienen técnicos, pero no tienen una visión de país. Le hablan al mercado, pero no al ciudadano. Prometen lo urgente, pero callan lo necesario, una nueva Constituyente.

Bolivia ya no puede vivir de parches. Lo urgente es evidente, pero si no encaramos lo necesario —redefinir el Estado, cambiar el marco constitucional, repartir el poder de verdad— cualquier gobierno que venga seguirá administrando el colapso

Y eso ya lo hemos vivido demasiadas veces

Fuente: Javier Limpias