Emilio Martínez Cardona
Advertencia al lector: no hay que fijarse tanto en los candidatos proclamados, sino en los que efectivamente resulten inscritos en la fecha límite (y aún después, por los plazos de sustitución). Mientras tanto, todos son precandidatos y muchos de ellos, fusibles. Seguiremos viendo proclamaciones en las jornadas siguientes, pero no debe olvidarse que algunas serán simples tanteos para un frente posterior, gestado al filo de los topes del cronograma electoral.
Una de las herramientas claves para la conformación de esas uniones de último momento será la articulación de los binomios a la presidencia y vicepresidencia del Estado. Por lo pronto, en el Movimiento Al Socialismo hay señales emitidas para buscarle un premio consuelo dorado a David Choquehuanca, incluso con una (poco probable) postulación a la Secretaría General de Naciones Unidas, pero ya surgirán otras alternativas más viables.
Liberada la casilla de la vicepresidencia, ésta puede ser ofrecida a Andrónico Rodríguez en primera instancia o a Eva Copa, para incorporar en la candidatura el componente de renovación generacional. El problema es que el lastre de la gestión económica es pesado e incluso con esos aportes de “sangre nueva” la carrera hacia la reelección puede hacerse irremontable.
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Un giro radical sería lo que podemos llamar la “opción CFK”, por lo hecho por la ex presidente argentina Cristina Fernández de Kirchner, que en el 2019 decidió postular como vice y designó a dedo al candidato presidencial, Alberto Fernández, jugada estratégica que devolvió al kirchnerismo al poder durante cuatro turbulentos años.
Un Arce que se atreviera a una operación de este tipo, acompañando como vicepresidente al “emergente” Andrónico, podría estar encontrando la cuadratura del círculo para la “unidad de la izquierda” que él mismo acaba de reclamar en un mitin reciente. Conjugando, además, las capacidades de batalla electoral de la maquinaria estatal de medio millón de funcionarios que capitanea, con la apariencia de renovación que rodea al joven presidente del Senado, por más que se trate de otro representante orgánico –en su propio estilo– del Chapare-poder.
Para esto se necesita superar la soberbia y algún empujón de los factores internacionales que encuadran al proyecto azul. De lo contrario, a los masismos les queda la posibilidad de concurrir desagregados a la primera vuelta, recogiendo votos de nichos distintos, para converger en el balotaje.
Para la oposición, que no debe dar por ganada de antemano la batalla, la “unidad de la izquierda” sería el incentivo máximo para coaligarse en contra de una vez, bajo pena de perder en primera vuelta, si no la presidencia misma, seguramente la mayoría parlamentaria.