El ocaso de los caudillos políticos


Daniel Valverde y Yerko Ilijic analizan el mal momento del sistema de partidos, la cultura caudillista y la fragmentación digital en el país.

Por Pablo Deheza

Fuente: La Razón



Bolivia atraviesa un momento político inédito: por primera vez en décadas, las elecciones generales se aproximan en un contexto de crisis económica aguda y, simultáneamente, sin la presencia dominante de aquellos caudillos que definieron la política nacional en los últimos años. Evo Morales, aunque sigue presente y mostró su fuerza con la última marcha del pasado viernes, luce bastante disminuido. Carlos Mesa ha perdido protagonismo, lo mismo que Luis Fernando Camacho. Referentes regionales como Rubén Costas, Percy Fernández, Ernesto Suárez o Luis Revilla, han abandonado la escena política, dejando un vacío que nuevos aspirantes no logran llenar plenamente.

Para analizar este fenómeno, consultamos a dos reconocidos estudiosos de la política boliviana: Daniel Valverde, abogado y exdiputado nacional, y Yerko Ilijic, también abogado con estudios de postgrado en las universidades de Westfalia y Heidelberg. Ambos con conocedores de las dinámicas sociales y del poder en el país.

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Ilijic y Valverde coinciden en que la crisis actual de liderazgos es resultado de múltiples factores: el desplome del sistema de partidos tradicionales, la cultura caudillista arraigada en la política boliviana, la incapacidad de las organizaciones para generar renovación interna y, más recientemente, la fragmentación de la conversación pública debido a las redes sociales. En este nuevo escenario, los partidos políticos, que antes encontraban en el carisma de sus líderes un factor de cohesión, ahora enfrentan el desafío de reinventarse en medio de una sociedad con demandas urgentes y una generación menos interesada en la vida orgánica partidaria.

El porqué de los caudillos

La aparición de los caudillos puede entenderse a partir de la reflexión de Thomas Hobbes en El Leviatán, donde plantea que los seres humanos, en su estado natural, viven en una condición de guerra de todos contra todos (bellum omnium contra omnes), una vida “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”. Frente a este caos y amenaza constante, surge la necesidad de un poder superior que imponga orden y garantice seguridad. Ese poder es el Leviatán, una figura casi monstruosa a la que los individuos entregan parte de su libertad para recibir protección.

En este marco, los caudillos aparecen como encarnaciones modernas de ese Leviatán: figuras fuertes, carismáticas y, a menudo, autoritarias, que prometen orden frente al desorden, justicia frente a la impunidad y protección frente al miedo. En contextos de crisis —ya sea por guerras, debilidad institucional, corrupción o inseguridad— los pueblos tienden a buscar líderes que, como el monstruo de Hobbes, sean capaces de enfrentar y vencer a otros monstruos, ya sean enemigos externos o amenazas internas.

Sin embargo, esta figura protectora con frecuencia revela su otra cara: así como puede proteger, también puede aplastar. El caudillo no responde necesariamente a leyes o instituciones, sino a su propia voluntad y visión. Su legitimidad no proviene de la legalidad, sino de su carisma y su capacidad para imponerse. Así, la misma fuerza que garantiza seguridad puede volverse opresiva; el protector puede convertirse en tirano.

El desplome del sistema de partidos y la cultura del caudillismo

Para Daniel Valverde, «la raíz profunda de toda esta situación tiene que ver con el desplome y la caída del sistema de partidos políticos que tuvimos hasta inicios del siglo XXI». Según explica, «cuando los partidos pierden legitimidad en Bolivia, incurren en prácticas muy clientelares, muy pragmáticas, generando beneficios propios y no de la sociedad, se genera un rechazo hacia la palabra partido».

Esta crisis institucional de los partidos encontró en el caudillismo una respuesta inmediata pero problemática. «Hay cambios que coadyuvan a esta crisis y el desvanecimiento del partido político, la falta de liderazgo. Tiene que ver también con esta cultura política caudillista que se ha acentuado en el siglo XXI. Evo Morales es el caudillo mayor del siglo XXI», afirma Valverde.

Por su parte, Yerko Ilijic, recurriendo a los conceptos weberianos, recuerda que «las sociedades siempre van a demandar líderes, y estos van a aparecer de acuerdo a las necesidades que tienen las sociedades en un Estado». Citando a Max Weber, Ilijic reflexiona, «¿cuál es la característica de un líder carismático? Primero que tiene una cualidad personal única, un don, lo llamaremos, que genera creencia en la capacidad de conectar con sus seguidores. Es la inspiración que tiene un seguidor, porque creen en él y por eso lo siguen con convicción».

Ocaso de los grandes liderazgos y la brecha generacional

El escenario político boliviano actual muestra la ausencia de aquellos líderes que marcaron las últimas décadas. Ya no están con la misma fuerza figuras como Evo Morales. Otros han desaparecido del espectro electoral. Este vacío de liderazgos tradicionales tiene efectos evidentes en la estabilidad política.

Ilijic observa que «en ausencia de un liderazgo que aglutine la mayor parte de la población, esto va a tener como consecuencia inestabilidad social, lógicamente, y por consiguiente, inestabilidad política». Agrega que «al no tener liderazgos consolidados, dentro de los partidos políticos, se genera inestabilidad, naturalmente, porque la gente, y todavía más en esta etapa tan delicada que tenemos económicamente en el país, quiere creer en alguien».

Valverde señala un problema adicional. «Tenemos una generación distinta ahora, tenemos una generación que no está interesada en hacer vida orgánica política, entonces hay la posibilidad de reestructurar un sistema de partidos políticos, pero va a ser muy difícil tener como se sueña, partidos de masa, partidos que hagan debate interno, que planteen y publiquen programas». La razón, según el exdiputado, es que «nos ha cruzado la época de la virtualidad, del marketing político».

El caso del MAS y la crisis de su liderazgo

El Movimiento al Socialismo (MAS), partido que dominó la política boliviana durante casi dos décadas, enfrenta quizás la crisis de liderazgo más evidente. La pugna entre el expresidente Evo Morales y el actual mandatario Luis Arce ha derivado en una fragmentación del partido oficialista.

Valverde es contundente al respecto: «el MAS creo que es el ejemplo más triste de cómo las organizaciones políticas, cuando no tienen democracia interna, renovación, discusión, pierden el rumbo. Pienso que al MAS le pasó eso, hubo demasiado hacer maquinaria electoral en función a un caudillo y se olvidó que finalmente debería ser instrumento político para plantear respuestas, renovarse, actualizar sus programas».

Las consecuencias han sido devastadoras según el analista. «Cayó en el caudillismo excesivo, ese caudillismo cometió demasiados errores y esos errores generaron disputas internas que han durado demasiado tiempo que no pudieron nunca resolver por los mecanismos internos e institucionales que deberían tener, entonces eso atrapó al país, atrapó el gobierno, generó un caos, parte también de la causa de la crisis económica que estamos viviendo».

Por su parte, Ilijic reconoce que, a pesar de sus problemas actuales, Morales sigue siendo un referente importante. «Pese a todos los desafíos que tenga en el ámbito político o judicial, lo llamaremos en este caso, es un líder que ha nacido naturalmente. Que ejerce sus funciones, su vida política, en el Chapare, en esa región del trópico cochabambino. Por tanto, aunque no esté en la escena política como candidato, sigue irradiando su influencia en sus seguidores».

«Otro líder, por ejemplo, acá en la región del altiplano, es David Choquehuanca, que claro está, se comunica en aymara con sus seguidores, algo que no hacen otros líderes en Bolivia, de origen campesino o étnico», señala Ilijic. Desde su perspectiva, Choquehuanca «tiene un profundo conocimiento de los saberes de la cultura orígana, y es un defensor como el líder Evo Morales de los derechos de los pueblos indígenas».

La oposición y sus propios problemas de liderazgo

El panorama no es más alentador en las filas opositoras. Valverde describe a la oposición en términos críticos: «Se habla en este momento de la gerontocracia, son personas bastante recorridas en la política que no han permitido tampoco ellos la renovación en circunstancias donde otros pudieron tomar la posta».

Para el exdiputado, esto ha tenido consecuencias evidentes. «Genera un mayor distanciamiento por parte de quienes podrían ser nuevos actores». Y añade que «ellos tienen gran parte de la responsabilidad, estos candidatos que están en carrera y que no han sido, normalmente, personas que empujen una renovación, que jueguen al mediano plazo. Entonces, han entrado también al personalismo».

Una de las críticas más fuertes que hace Valverde a los líderes opositores es su incapacidad para entender la diversidad boliviana. «Tienen miradas muy unidireccionales, muy automáticas, muy vinculadas, de repente, como ellos ven la realidad y esa realidad generalmente es muy parcial, no es una realidad, no es una mirada profunda con la diversidad boliviana, es demasiado urbana y a veces clasemediera, no entienden lo popular, no entienden la composición étnica y cultural de nuestra sociedad».

La fragmentación de la conversación pública y los nuevos liderazgos

Un fenómeno que agrava la crisis de liderazgos es la fragmentación de la conversación pública, potenciada por las redes sociales y las nuevas tecnologías. Los nuevos líderes emergentes parecen hablar solo para audiencias específicas, sin lograr trascender a la sociedad en su conjunto.

Daniel Valverde advierte sobre este peligro. «En las circunstancias actuales es casi imposible, pero es urgente tener una conversación en grande. Mirar el país en su conjunto, no tener una mirada regionalizada o economista o segmentada». La ausencia de esta visión compartida tiene efectos potencialmente graves, sobre todo «para un país como el nuestro, donde es muy riesgoso lo que eso puede generar a futuro y en no muy largo tiempo: fuertes fracturas, mayor polarización, incluso que la que hemos tenido porque se va a activar el tema identitario, el tema generacional, el tema de clase, el tema del sector económico».

Yerko Ilijic señala que «la tecnología y los medios masivos de comunicación social ahora, en una época postpandemia, ayudan a comunicarse. Hay muchas personas que utilizan la tecnología, claro, en el caso de Bolivia no todos tienen acceso». Y advierte que «el escenario de creación de líderes es más reducido, porque el país tiene muchos desafíos en el acceso a la tecnología».

Desde su mirada, es insuficiente construir liderazgos puramente virtuales. «No creo que, a través de la tecnología como tal, pura y simple, a través de una pantalla, se generen rasgos genuinos. Probablemente se necesite más trabajar en ello, que los nuevos líderes que están surgiendo ahora en el escenario político, que claro que son jóvenes y que es natural, tomen en cuenta esto».

Hace una advertencia sobre los riesgos asociados al uso de la tecnología en la política: «hay que tomar en cuenta la forma, si se quiere, distorsionada del uso de la tecnología. Ya que en una audiencia pueden generarse algunos elementos que no muestran la realidad de la percepción ciudadana frente a un líder o un candidato. Es decir, pueden utilizarse los datos de manera distorsionada y pueden generar confusión en la gente al final».

Perspectivas para el futuro político boliviano

¿Es posible aún una conversación nacional sobre los grandes temas en Bolivia? Daniel Valverde muestra un optimismo cauteloso: «afortunadamente creo que hay todavía un muro de contención porque la sociedad no acepta por lo menos así no han tenido éxito quienes han querido emular» experiencias inciertas de otros países.

Sin embargo, insiste en la necesidad de recuperar las organizaciones políticas, ya que, de no hacerlo, «la política se puede convertir cada vez más en miradas de nicho, desde el espacio donde yo me ubico y me siento más cómodo y no reconozco al otro, lo niego. La gente se vuelve intolerante y finalmente carece de puentes que deben tenderse para resolver los problemas por lo menos más importantes que tiene el país».

Para Yerko Ilijic, la clave está en que los nuevos liderazgos consoliden una base. «Lo más importante de esto, no importa que sea un líder carismático genuino, un líder emergente, como los jóvenes que tenemos acá en Bolivia, que no tienen ni 40 años, o como los que quieren promover desde algunas plataformas empresariales, es que si no se consolidan y si no se promueven, cualquier tipo de liderazgo va a tender a desaparecer, o estar en el anonimato».

La crisis económica actual y la ausencia de grandes liderazgos carismáticos representan un desafío complejo para la democracia boliviana. Sea como fuere, estas son las cosas que vienen a ser parte de la carrera electoral en la que el país está embarcado.

Fuente: La Razón