La política boliviana es un terreno minado. Y si alguien lo sabe por experiencia es el actual presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, quien hoy se encuentra ante una disyuntiva que podría marcar su destino político: elegir un nuevo vehículo partidario tras la inhabilitación del Movimiento Tercer Sistema (MTS), con el que se había proyectado hacia las elecciones presidenciales de agosto.
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La decisión judicial que dejó fuera de carrera al MTS no es un mero trámite administrativo. Es, en los hechos, una grosera injerencia del poder judicial en las atribuciones de otro órgano constitucional, el Tribunal Supremo Electoral. Con este precedente, se consolida una línea de irrespeto institucional y se consagra una nueva modalidad de intervención política por vía judicial.
Independientemente del partido afectado, esta es una señal alarmante para cualquier demócrata, que no debiera ser permitida por el Tribunal Supremo Electoral.
Ante esta maniobra, Rodríguez busca un plan B. Pero las opciones no son muchas ni están exentas de riesgos. El partido Morena, que en algún momento pareció una alternativa, ha marcado distancia. Eva Copa, su rostro más visible, ya expresó públicamente sus diferencias con el senador. Le quedan, entonces, dos rutas posibles: pactar con su antiguo mentor, Evo Morales, o sellar una alianza con Unidad Cívica Solidaridad (UCS), del alcalde cruceño Jhonny Fernández.
Ambas alternativas son como escoger entre la sartén y las brasas.
Con Morales comparte origen, militancia y causas. Pero también carga con la sombra de su tutela y de casi 14 años de poder absoluto, que dejaron un legado de corrupción sistémica, ineficiencia administrativa, manipulación de leyes y desinstitucionalización del Estado. Andrónico sabe que, si se alía nuevamente con Evo, perderá lo poco que ha ganado como figura propia. El exmandatario no comparte el poder: lo absorbe. Y los intentos de renovación dentro del MAS terminan siempre sofocados por el caudillismo.
Pero incluso si quisiera apostar por Evo, el camino tampoco está despejado. El partido Pan-Bol, que ahora postula al exmandatario, ha sido rehabilitado por otro mandato judicial igual de cuestionable. Sin embargo, enfrenta graves dificultades para inscribir a sus candidatos. A tal punto que su participación efectiva en las elecciones sigue siendo incierta.
En el otro extremo, UCS aparece como una tabla de salvación. Pero es una tabla minada. Basta recordar que Jhonny Fernández firmó la constitución de Creemos, de Luis Fernando Camacho, y que apenas sus parlamentarios juraron, cruzaron la acera y se entregaron al oficialismo. Como alcalde, Fernández ha demostrado en reiteradas ocasiones su alineamiento con el gobierno de Arce, incluso contrariando mandatos del Comité Pro Santa Cruz. Es, en esencia, un aliado funcional del poder, sin mayor compromiso que su supervivencia.
Por tanto, Andrónico se encuentra ahora entre la cruz y la espada. Si vuelve con Evo, diluye su liderazgo incipiente. Si firma con UCS, se contamina de oportunismo y seguramente deberá pagar un alto precio. En cualquiera de los dos casos, corre el riesgo de perder credibilidad y de alejarse de quienes ven en él una opción fresca dentro del progresismo.
La decisión que tome no sólo afectará su campaña; será una señal clara de quién es y hacia dónde quiere ir. Porque en política, como en la vida, no basta con escapar del fuego. Hay que saber adónde se pisa: un paso en falso puede ser un salto al vacío.