Habemus Papam


 

 



La providencial, como sorprendente celeridad con la que concluyó el Cónclave cardenalicio dio paso a que, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro en Roma, fuese exclamada esta fórmula latina, anunciando al mundo y al pueblo católico en especial, “tenemos papa”, suprema dignidad que recayó en el cardenal estadounidense-peruano Robert Prevost, luego del exitoso cierre del Cónclave.

Es muy comprensible la enorme estupefacción que tan rápida, como imprevista votación causó en la opinión pública universal, puesto que dicha elección insistió nuevamente en un pontífice que no provenía de Europa, como se supuso y es más,  recayó en un cardenal  que volvía a representar al continente americano, habiendo nacido en los EE.UU. y nacionalizado posteriormente en el Perú.

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Es más, dicha deliberación y posterior nombramiento, supusieron una profusa campaña de noticias y especulaciones de toda índole. Desde los pormenores del secretísimo Cónclave, hasta los detalles más insólitos de su familia, que es y seguirá siendo uno de los temas que concitan más la curiosidad del mundo entero, dado que, si bien se conoce la ascendencia francesa e italiana del apellido Prevost de su padre, muy poco se  informó sobre la nacionalidad  u origen del de su  madre Mildred Martínez, atribuyéndosele, hasta hoy, origen español o ecuatoriano, dos cualidades que le confieren una enorme proximidad a los latinoamericanos.

Ahora bien, al margen de dichos temas que suelen sonar a baladíes y superfluos, no queremos dejar de lado, en esta breve entrega, esa serie de atributos y enormes virtudes que hacen que los católicos nos sintamos providencialmente bendecidos por el Espíritu Santo, al haber sido obsequiados con este sabio matemático y un misionero ejemplar, León XIV, como se conocerá al Santo Padre.

Sus casi veintitrés años de estadía en Perú lo acercaron tanto a Bolivia, que la visitó en varias oportunidades y al decir de él mismo, guarda por ella su más cálido recuerdo y especial cariño. De ahí que los bolivianos debemos sentirnos gratificados por este nombramiento, pues su invalorable atención a su amado Perú, comprenderá  también su apoyo a nuestra patria.

No olvidemos que, a pesar de su profundo conocimiento del Vaticano, Prevost seguía siendo uno de los novatos, pues su nombramiento como cardenal databa de apenas dos años empero, como antiguo líder de la Orden de San Agustín, que opera en todo el mundo, y como jefe de la oficina vaticana que supervisa a los obispos del mundo, desarrolló poderosas conexiones y apoyos. De ahí que este  Cónclave, tenía como uno de sus favoritos al cardenal italiano Pietro Parolin, exsecretario de Estado del Vaticano y señalado como sucesor  del papa Francisco, que, sin embargo, no logró obtener el abrumador y prodigioso apoyo que en la votación obtuvo León XIV.

Finalmente, y como un corolario a esta entrega, en su primera homilía dominical desde la basílica de San Pedro, León XIV vertió sus primeras palabras que fueron: “Nunca más guerra”, clamando por la paz con palabras que  conmovieron a un mundo que se halla en vías de deflagrar una tercera guerra mundial, tanto en Rusia, como en Ucrania, en la India, como en Pakistán, en Israel, como en todo el Oriente Medio. Dicho llamado, donde nos convoca a caminar con él, al igual que el Cirineo, llevando la cruz  que le fue encomendada, caló muy hondo en los miles de millones de creyentes, que aún celebran el anuncio de Habemus Papam.