Sayuri Loza
El evento Bolivia 360 llevado a cabo en Harvard hace algunos días, ha despertado susceptibilidad, curiosidad y toda clase de reacciones esperables de nuestra sociedad siempre alerta a las formas y no al fondo. Yo estuve allí con el buen ánimo de escuchar las voces del autor de “Cómo mueren las democracias” y de especialistas reconocidos.
En efecto, se desarrollaron paneles con muchos datos y tomando en cuenta las diferentes aristas económicas del país: balanza de pagos, inflación, agroindustria, energéticos, etc. Etc., muy ilustrativos de la penosa realidad económica nacional aunque nada nuevo ya que en Bolivia, economistas como Daniel Agramont de la FES en La Paz o Carlos Aranda de POPULI en Santa Cruz, han llevado a cabo el mismo trabajo con iguales resultados alarmantes.
Después de la intervención de los expertos de Harvard, se armaba un panel con expertos bolivianos que expresaban su conformidad u oposición con respecto a los datos, y añadían también sus puntos de vista e impresiones a partir de sus investigaciones. Dos de ellos, a quienes sigo desde hace tiempo son Gonzalo Chávez y Álvaro Ríos, que expusieron las ideas que suelen presentar en entrevistas, columnas y textos. La cabeza del equipo Ricardo Haussman escuchaba con atención los aportes de los especialistas bolivianos.
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Intervinieron dos expresidentes, Iván Duque de Colombia, Mauricio Macri de Argentina y la ex candidata venezolana Corina Machado; los tres contaron sus experiencias como parte del ejercicio que se dio para comparar el modo en que se habían manejado las crisis en Latinoamérica en lo que va del siglo. En paralelo, los candidatos bolivianos asistentes expusieron pequeños programas de gobierno a lo largo de los dos días del evento.
En medio de ello, se presentaron unos jóvenes aymaras de Oruro, que mostraron un documental, hablaron de su trabajo limpiando el lago Uru Uru y denunciando la contaminación del Poopó por la mina Inti Raymi; en la sala estaba el dueño de la mina y hubo un pequeño debate al respecto; para mí fue lo más dinámico del evento porque vimos un careo entre unos y otros que nos recordó que Bolivia tiene muchos rostro y que los que allí estaban no eran necesariamente representantes de todos ellos.
En los intermedios teníamos las comidas donde se podía charlar un poco más holgadamente, fue divertido ver a los candidatos pelear por sentarse al lado de Claure y sacarse fotos con él esperando que apoye a uno en específico. En la cena del primer día, se sentaron todos en la misma mesa donde reinó una tensa calma y risas fingidas como de campaña (en ese momento entendí un poco por qué la gente bebe alcohol). No hubo alianzas ni unidad, cada quien comió su plato y se retiró a dormir.
El panel en el que participé fue el último y se nos preguntó si existía viabilidad social y política que permitiera tomar medidas estructurales para salir de la crisis y la opinión unánime fue que no, presentamos el contexto, donde el disenso político no sólo entre oposición y oficialismo sino al interior de los mismos; las pugnas entre Evo, Arce y Andrónico; aquellas entre Tuto, Samuel y Manfred, puede permear en la nueva asamblea haciéndola un espacio de bloqueo por vendetta. Coincidimos en que la sociedad tampoco está preparada pues aunque consciente de la crisis, no asume todavía su gravedad ni el tiempo que tomará salir de ella, es como un enfermo a quien le han dicho que le tienen que amputar la pierna y acepta porque cree que ésta le volverá a crecer.
La expectativa en Bolivia fue grande. Al terminar el evento, se me ocurrió hacer un live en TikTok para contar los pormenores y tuve una audiencia impresionante, con muchas preguntas y como suele pasar, también con acusaciones de estar vendiendo el país y cosas por el estilo, parece que nadie quedó indiferente al evento. Con el desaliento de nuestro último panel, comenté las proyecciones de los expertos y la idea de que no parece haber salida rápida o fácil; sentí la pena y la preocupación de la gente que quizás esperaba buenas noticias, eso me dolió profundamente y me generó una sensación de impotencia que está conmigo hasta ahora.
Hay dos cosas que no me gustaron: la primera, la escasa diversidad de los invitados, no puede ser que a estas alturas del tiempo sigamos con las corbatas a un lado y los ponchos al otro, pero más allá, faltaron activistas, representantes de la así llamada burguesía chola, transportistas, comerciantes y un largo abanico de actores socioeconómicos que además de haber nutrido el debate, habrían tenido ésta como la gran oportunidad para tender los puentes que tanta falta hacen en el país. Es lo mismo con el rango de edades, ¡Éramos casi todos viejos arriba de los cuarenta! Y habiendo jóvenes tan interesantes como Natalia Aparicio que hace poco se ganó los reflectores, es una lástima no contar con sus ideas refrescantes que bien pueden aportar a mirar mejor el país.
Un error que se cometió fue no transmitir en tiempo real el evento, esto llevó a la gente –y con razón- a la susceptibilidad; no puedes encerrarte en una habitación a discutir problemas que atañen a todo un país sin siquiera decirle de qué se trata. Ésta es una era donde hasta lo más irrelevante se transmite, creo que de haberlo hecho y de haber accedido a preguntas del público, el evento habría sido más participativo y dinámico; lamentablemente no existen espacios tan amplios, éste pudo haberlo sido pero no logró ese cometido.
Sé que el evento tendrá una periodicidad anual y confío en que estas falencias pueden subsanarse, ha sido un ejercicio interesante que se ha visto afectado por la polarización que está generando la cercanía de las elecciones (como todo últimamente) ojalá esto sirva para abrir nuevos espacios de discusión pero más que todo de consenso, que es lo primero que necesitamos para salir de esta crisis. Empero, hoy me encuentro terriblemente pesimista y aunque deseo con todas mis fuerzas equivocarme, mucho me temo que no podremos evitar tocar fondo. Prepárense pues, para la inmersión.