por Centa Rek Lopez
En todos los ámbitos los hombres nos llevan ventaja, son años de dominación y de prácticas en beneficio del poder masculino.
No soy una feminista acérrima o furiosa, pero soy una feminista en el sentido de entender que los mecanismos del poder se instituyen en todos los escenarios y de reconocer que los hombres nos llevan ventaja y reproducen su poder de manera más eficiente y expedita en comparación a las mujeres, que estamos todavía rezagadas y luchamos con armas muy precarias frente a estos mecanismos de reproducción del poder.
Lo terrible de estas ventajas comparativas no tienen que ver tanto con el hecho de que los hombres las instituyan per se o casi de manera automática, lo cual aunque censurable, se constituye en una práctica común para el copamiento del poder, prácticas que son una especie de plantilla básica en la arquitectura de edificación del poder; lo llamativo es que en la era de la inclusión de las mujeres, de los derechos a la inclusión que nos asisten, seamos las mismas mujeres las que a espaldas de estos derechos permitamos que nuestra participación se genere solo en la medida de ser congregadas alrededor de este círculo o circuito perverso.
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El mecanismo de inclusión desde esferas del poderío machista, implica que las mujeres sean nombradas e incluidas solo a través de la venia de jefes, caudillos, gestores o padrinos, siempre a título y condición de que se muestren “leales”, quiere decir sometidas y claramente decididas a rendir pleitesía al círculo de iniciación que otorga poderes plenipotenciarios al poderío masculino, circuito que solo otorga favores a las mujeres que muestren entera sumisión al círculo depredador.
El poder de incluir o discriminar se configura por medio de prácticas y mecanismos que contemplan pactos y códigos de silenciamiento, cumplimientos de órdenes y mandatos, e incluso vinculaciones sexuales o de conexión amatoria para llamar de alguna manera menos burda o grosera al mecanismo de control y sometimiento que se define a través del poder de la sexualidad del macho sobre la hembra de la especie.
Las mujeres deben entender que la sexualidad es un importante factor de dominio y de control, que desde épocas inmemoriales ha sido usado en este sentido, pero que no debería seguir definiendo el campo de inclusión femenina en un momento en el que podemos instituir nuestro derecho a ser y a participar dentro de atributos y parámetros que consideren la competitividad, la eficiencia, los méritos y por ultimo los valores de los que somos portadoras como género y como seres humanos.
El Génesis nos muestra que el mundo cobra existencia a partir del momento en que Dios nombra las cosas y las llama por un nombre, solo la palabra, el nombre, permite que algo cobre vida y existencia.
A colación digo yo, que ya es hora de sacudirnos, de sacudir la alfombra para crecer, para tener nombre por nuestros méritos, alcanzar reconocimiento por nuestro esmero, dedicación, capacidad y esfuerzo propio. Tanto en política, en arte, en literatura, en ciencia, así como en todos los ámbitos, las mujeres debemos decidirnos a ser nosotras mismas, a no estar en manos de caudillos o depredadores que buscan que sus apetitos personales sean la vara con la que seamos medidas. Es hora de que defendamos nuestro derecho a coexistir en igualdad de condiciones.
Propongo a las mujeres que el MEE TOO llegue a Bolivia, para dar este paso cada quien debe hacer su acto de constricción y su mea culpa para tomar la decisión de rebasar mecanismos de poderío machista que resultan ofensivos, arcaicos y humillantes.
Tenemos derecho a ser y a brillar por mérito y luz propia, pero ese derecho solo podemos otorgárnoslo en la medida en que no aceptemos el circuito de humillación. Hay que aceptar el precio de ser sí misma, pagar el costo de no dejarse dominar y someter, tomar voz propia, ser dueña de nuestros corazones, de nuestros cuerpos y de nuestras acciones; solo así contribuiremos a cambiar el mundo y podremos hablar de una verdadera inclusión y participación de las mujeres en todos los ámbitos.