Marcelo Claure, los influyentes y el foro de Harvard


Esta participación plantea preguntas de fondo. ¿No se otorga, con ello, munición retórica a los candidatos de una de las facciones del MAS como ser Andrónico Rodríguez y su mentor Álvaro García Linera, quienes construyen su relato en torno al enfrentamiento con los “títeres del imperio”?

Fuente: Brújula Digital
Gregorio Lanza

La participación en foros internacionales suele percibirse como un signo de apertura, modernidad y prestigio. Aún más cuando estos espacios se desarrollan en universidades de renombre como Harvard o Stanford, donde la infraestructura, el ambiente académico y la diversidad cultural configuran una experiencia singular.



No obstante, cuando dichos foros coinciden con una crisis profunda en el país de origen de los participantes, surgen interrogantes legítimos sobre la pertinencia de sus contenidos y sobre el simbolismo político de sus actores. Tal es el caso del foro organizado por el Growth Lab de Harvard, auspiciado por el empresario Marcelo Claure, en un momento crítico para Bolivia, marcado por la escasez de combustibles, la inflación y el descontento popular.

Asistir a estos espacios puede ser una experiencia extraordinaria. Los campus, su arquitectura centenaria, la abundancia en los comedores y el contacto con estudiantes de todo el mundo configuran una atmósfera de privilegio intelectual. Sin embargo, la distancia entre ese entorno y la dura realidad boliviana puede resultar abismal.

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El foro de Harvard no fue una excepción. A pesar de la crisis interna que atraviesa Bolivia, varios candidatos presidenciales de la oposición, incluida la alcaldesa de El Alto, Eva Copa, viajaron a Boston para participar en el evento.

Esta participación plantea preguntas de fondo. ¿No se otorga, con ello, munición retórica a los candidatos de una de las facciones del MAS como ser Andrónico Rodríguez y su mentor Álvaro García Linera, quienes construyen su relato en torno al enfrentamiento con los “títeres del imperio”? ¿No se les permite justificar su discurso al mostrar a sus opositores escuchando recetas extranjeras para los problemas del país?

No es la mejor señal para Bolivia que los aspirantes a la presidencia busquen orientación en el extranjero; que los masistas lo hacen en Cuba, Venezuela y España, dirán algunos.

Si bien es posible reconocer el prestigio académico del foro y la trayectoria de figuras como el profesor Ricardo Hausmann –director del Lab–, también es válido recordar que varios de los ponentes tienen reformas fracasadas en la espalda. Por ejemplo, el expresidente de Argentina Mauricio Macri o su ministro de Hacienda, cuya gestión económica fue mala a pesar del gigantesco respaldo financiero del FMI, fracaso que le costó la reelección; o el expresidente Iván Duque de Colombia, cuya buena voluntad no fue suficiente para avanzar en las negociaciones con la guerrilla.

Ambos representan modelos que no lograron transformar de fondo las estructuras económicas ni sociales de sus países.

Uno de los diagnósticos repetidos en el foro no sorprendió: déficit fiscal elevado y la receta clásica, apropiada en general, de reducir el gasto público. Ya en Bolivia, los candidatos Tuto Quiroga o Samuel Doria Medina han planteado esas medidas en su campaña.

Además de fórmulas conocidas, lo que necesita el país son soluciones creativas, que cuenten con un mínimo respaldo social; y mecanismos concretos de financiamiento y estrategias adaptadas a su compleja realidad social. La experiencia de Quiroga, quien negoció exitosamente la condonación de la deuda externa, o la de José Luis Lupo –candidato a la vicepresidencia de Doria Medina y experto internacional con experiencia en terreno– deberían también valorarse, pues contrastan con la visión de escritorio que muchas veces impera en instituciones como el FMI.

Una crítica relevante, tal vez para diferenciarse de los candidatos que marchan a la cabeza en las encuestas, surgió en la participación de Rodrigo Paz Zamora, quien fue el último candidato disertante en el foro. Su diagnóstico fue tajante: lo discutido hasta entonces no respondía a las necesidades de la mayoría de la población boliviana, representada por el sector nacional-popular compuesto por cooperativistas, gremiales, cuentapropistas, transportistas y emprendedores.

Paz advirtió que si no se comprende esta realidad, todo lo debatido queda limitado a una élite y se vuelve irrelevante para el 85% de la economía del país. En otras palabras, el foro parecía hablar de otro país.

No es la primera vez que Bolivia recibe recomendaciones externas con poco impacto. Hace dos décadas, bajo la guía del gurú del desarrollo Michael Porter, se impulsó la idea de crear clusters en sectores estratégicos como camélidos, quinua, turismo e hidrocarburos. Sin embargo, muchas de estas propuestas quedaron en el papel.

Un aspecto particularmente ausente en el foro de Harvard fue el de la gobernabilidad y la gestión política. Este vacío no es menor. Tal vez obedece al desconocimiento de Claure sobre la dinámica política o a una visión empresarial que subestima los complejos equilibrios de poder que requiere un gobierno para aplicar reformas sin colapsar.

La historia boliviana ofrece ejemplos claros. En febrero de 1983, el expresidente “empresario exitoso”, Gonzalo Sánchez de Lozada (Goni), impuso un recorte salarial del 13% en un contexto de crisis fiscal, afectando a maestros, policías y trabajadores de la salud. El resultado fue una revuelta social, el incendio de ministerios (yo mismo fui testigo de cómo se saqueaban instalaciones públicas), y finalmente su huida del país en helicóptero en octubre de 2003. Fue la consecuencia directa de ignorar el contexto y la legitimidad política.

La gestión política, como remarca Mark Moore –profesor de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard, como lo explica en su libro Gestión Estratégica y Creación de Valor en el Sector Público–, es tan o más importante que las soluciones técnicas. Reformar no es solo diseñar medidas, sino que para que sean efectivas se deben construir consensos, gestionar conflictos y aplicar inteligencia emocional.

Como advertía el Nobel Joseph Stiglitz, las reformas –incluyendo privatizaciones– deben analizarse caso por caso; su éxito depende del contexto político, institucional y social.

El foro en Boston ha sido una oportunidad para el diálogo y ojalá para que entre los candidatos hubieran llegado a un mínimo de acuerdos por el bien del país, pero también evidencia una desconexión entre la élite académica internacional y las realidades de países como Bolivia.

Si Marcelo Claure desea contribuir al desarrollo boliviano, será fundamental que comprenda que un país no es una empresa y que sus dirigentes –sean del signo que sean– no son sus empleados y debe existir una relación horizontal. Y si su interés es el litio, que sea en el marco de una política moderna, inclusiva y soberana.