Creer que los votos del bloque popular irán a Del Castillo si no encuentran otra referencia es insostenible
Fuente: El País.bo
Hay un silogismo sencillo y dominante:
Al TSE lo eligió una Asamblea masista. Al TCP lo eligió una Asamblea masista. Y por tanto, todas sus decisiones favorecen a los masistas.
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Si todas las proposiciones se dan por ciertas y se transporta el razonamiento al actual momento electoral, se debería asumir que todo lo que están haciendo estos dos poderes del Estado elegidos por el tercero es favorecer al cuarto, que en su forma partidaria es el MAS. Es decir, que el TCP y el TSE han cerrado las puertas a Evo Morales y a los dos partidos que le podían dar sostén, el FPV y Pan Bol, para favorecer a quienes ostentan hoy por hoy la representación legal del MAS (también por la gracia del TSE y el TCP), que no es otro que el gobierno de Luis Arce.
Formalmente el razonamiento puede ser válido, pero dista mucho de hacerse realidad elementalmente por dos premisas no tomadas en cuenta en la anterior deducción. La primera es que el gobierno de Arce Catacora, con la crisis de dólares disparada, no levanta más de un 5% de popularidad en ninguna encuesta de las que no se pueden difundir. La segunda es que Eduardo del Castillo, ungido candidato por decisión de no se sabe quién, no es indígena, ni popular, y esas son las dos premisas que realmente han movilizado el voto en todo este tiempo.
Para considerar que el MAS recibiría los votos de “izquierda” tras purgar descaradamente a Andrónico Rodríguez y vetar a Evo Morales, al que ha atacado con saña y acusado de todo es considerar que los movimientos sociales son rebaño de tontos, al igual que creer que lo harán los funcionarios sabiendo como saben que el tiempo se acabó. Si además se elige un candidato como Del Castillo, sin identificación racial ni de clase, al que se le escapó Marset de las narices y que prometió diez veces encarcelar a Evo sin lograrlo, parece evidente que no había demasiada fe en eso.
Puesta en duda esa hipótesis, conviene recordar también algunos antecedentes: El TSE lo elige una Asamblea de mayoría masista, pero en un momento de alta tensión con Áñez gobernando y Murillo atacando. El designado presidencial fue Salvador Romero, y en la plancha había masistas muy señalados, como el vocal Atahuichi, pero también personajes señalados como informantes de la embajada de Estados Unidos por Wikileaks, como Oscar Hassenteuffel, con muchos años en el órgano, así como el secretario de cámara Fernando Arteaga.
Igualmente en el TCP quedan cinco autoprorrogados de los electos en 2018, seleccionados en una Asamblea con dos tercios de un MAS unido entonces como una roca, pero que en 2019 dieron por buena la transición de Jeanine Áñez. Cabe recordar también que es verdad que el TCP ha dictado casi siempre a favor de la voluntad del Gobierno salvo un breve periodo de tiempo cuando frustraron el referéndum de la subvención en 2024, justo el tiempo en el que el proceso de renovación de cargos estaba en marcha. Todo volvió a la normalidad luego de que se anularon parcialmente las elecciones en cinco departamentos.
Así pues, si se descarta que el MAS pueda atraer los votos de los partidos borrados por obra y gracia del TCP y el TSE; también a Morena con sus recientes decisiones de incorporar a Richter y colocarse en el lado de Claure, y se sospecha de la integridad de un Tribunal que debería haber abandonado sus cargos hace más de un año, vale la pena formularse más preguntas, sobre todo en un escenario en el que varios millonarios han comprometido su propia imagen en el deseo de sacar al MAS y sus representaciones del poder.
¿Quién podría llevarse entonces los votos de una izquierda en descomposición? ¿Quién los votos identitarios que se han quedado sin referencias? ¿Quién necesita al menos asegurarse la presencia en la segunda vuelta?
Fuente: El País.bo