Vivimos convencidos de que con voluntad basta. Pero el verdadero cambio no es un acto de fuerza, sino una revolución interior: dejar atrás el relato que nos condiciona. Al contrario de los mitos más antiguos, el héroe moderno no vence monstruos, sino que aprende a perdonarse y a reescribir su biografía emocional.
Fuente: https://ideastextuales.com
Comenzamos este artículo con una frase sencilla, gran título para un libro de autoayuda: “Tu historia no es tu destino”. Plena de optimismo, pero difícil de realizar, a pesar del esfuerzo de muchos autores por demostrarnos que es una cuestión de voluntad. No por pecar de cínico o descreído, sino porque la realidad nos demuestra que el destino no nos pertenece. Somos rehenes de nuestra historia.
La psiquiatra española Marian Rojas Estapé (Madrid, 1983) afirma que el cerebro humano no está diseñado para buscar lo que lo hace feliz, sino lo que le resulta conocido. Es decir, podemos desear cambiar, pero seguimos actuando con el libreto de siempre. Repetimos parejas, sabotajes, huidas, angustias. Nos aferramos a emociones antiguas como si fueran parte de nuestra identidad. Como si nuestra vida estuviera definida por bucles de repetición infinita.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
El gran error, enseñaba Erich Fromm, es confundir la libertad con el esfuerzo. No se trata de hacer más, ni de hacer distinto, sino de ser distinto. Pero para ser otro hay que entender quién hemos sido, y por qué. No se trata de cargar la culpa, sino de iluminar la sombra.
El malestar contemporáneo no nace solo de las pantallas, el estrés o la prisa, sino de una biografía emocional no resuelta. Heridas que se grabaron cuando éramos vulnerables, esquemas de protección que se volvieron cárceles. Es lo que expertos llaman el “modo alerta”. Un estado neurológico constante, activado por miedos que ya no existen, pero que siguen mandando señales.
Vivimos atrapados en una historia que no cuestionamos. Y como buenos personajes, repetimos líneas de diálogo escritas por otros: padres, traumas, abandonos, expectativas. Nos cuesta dejar el papel, aunque ya no tenga sentido. Porque para cambiar no basta con decidirlo. Hay que reescribir desde el cuerpo, desde el afecto, desde la raíz.
Y aquí es donde se inicia lo que podríamos denominar el viaje del héroe. No hablamos del guerrero épico, sino del hombre o la mujer que, tras atravesar el umbral del dolor, decide volver a su origen y cambiar la forma en que lo narra. Porque el dolor, cuando se integra, se vuelve sabiduría. Porque la historia, cuando se comprende, deja de doler. No se olvida: se resignifica. Esa es la verdadera hazaña.
Cambiar no es convertirnos en alguien nuevo, sino en alguien más verdadero. Que ya no necesita huir de su pasado, porque lo ha mirado de frente y ha hecho las paces con él. En un tiempo en el que buscamos el camino más fácil de recorrer, el verdadero acto de valentía es detenernos y escucharnos. Preguntarnos: ¿qué parte de mi historia sigo obedeciendo sin darme cuenta?
Superar el relato que nos mantiene entrampados no es negarlo. Es reconocer que podemos contarlo de otra manera. El héroe moderno no mata al dragón. Lo abraza, lo nombra, y sigue adelante sabiendo que no necesita seguir peleando con él.
Quizás ahí empieza el bienestar. No en la perfección, sino en la conciencia. No en la victoria, sino en la transformación. Porque solo quien ha caminado a través de su oscuridad puede ver con claridad.
Por Mauricio Jaime Goio.