En el análisis de las últimas cinco encuestas nacionales, Samuel Doria Medina se perfila como el candidato favorito para liderar la intención de voto dentro del bloque opositor. Su posicionamiento ha mostrado una tendencia ascendente y sostenida, consolidándose como la opción más competitiva frente al oficialismo (en todas sus variables).
En segundo lugar se encuentra Tuto Quiroga, cuyo rendimiento electoral no logra despegar significativamente. A pesar de su experiencia, no ha conseguido consolidar un crecimiento claro ni superar la percepción de estancamiento.
Manfred Reyes Villa parece haber alcanzado un techo electoral que, lejos de mejorar, muestra señales de deterioro progresivo en su intención de voto.
Ricardo Paz mantiene una estabilidad relativa en la cuarta posición dentro del espectro opositor. Su apoyo no crece, pero tampoco presenta caídas relevantes, lo que indica un núcleo base de seguidores fieles.
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Por otro lado, Andrónico Rodríguez, quien en las primeras cuatro encuestas peleaba entre el primer y segundo lugar, experimenta una caída abrupta en esta quinta encuesta, ubicándose prácticamente en tercer lugar. Esta caída puede estar asociada a su clara actitud de sumisión hacia Evo Morales, marcada por un prolongado silencio en etapa electoral y el respaldo implícito a las tácticas de asfixia política y movilizaciones agresivas promovidas por Morales. Las consecuencias de estas acciones incluyen bloqueos que afectan a la ciudadanía y enfrentamientos que, lamentablemente, han provocado el asesinato de al menos cuatro policías. Este contexto ha mermado notablemente su respaldo electoral y ha generado una fuerte desconfianza entre amplios sectores del electorado.
Este panorama, si bien revela un escenario opositor fragmentado, con candidatos en diferentes etapas de consolidación y desafíos para articular una opción unificada con fuerza suficiente para disputar un liderazgo político que logre mayoría parlamentaria, también sugiere que estamos atravesando un cambio de horizonte. Lo “nacional-popular” parece estar perdiendo centralidad, y la cuestión identitaria ya no resulta suficiente para ganar una elección nacional.