Las recientes movilizaciones promovidas por seguidores de Evo Morales comenzaron con bloqueos de carreteras, tras la difusión de un reportaje en un canal brasileño en el que el exmandatario niega todos los procesos judiciales en su contra y su inhabilitación electoral. En esa entrevista, Morales sostiene que, sin su participación en las elecciones del próximo 17 de agosto, la democracia boliviana “estaría en riesgo”, tratando de construir un relato que lo presente como indispensable para el país.
Desde su bastión en Lauca Ñ, protegido por una especie de milicia compuesta por hombres con escudos y lanzas, Morales se mantiene en una posición casi intocable. Desde ahí ordena bloqueos, movilizaciones y acciones destinadas a desestabilizar al país, todo con el objetivo de forzar su habilitación como candidato presidencial. Hasta ahora, sin embargo, sus maniobras no han tenido resultados efectivos.
Mientras tanto, otros sectores de la población (ajenos al evismo) han salido a exigir al gobierno de Luis Arce respuestas ante la escasez de combustible, el encarecimiento abrupto de productos básicos y, sobre todo, la falta de divisas. Pese a estos reclamos crecientes, el Gobierno parece hacer oídos sordos, mientras la ciudadanía lidia con una situación cada vez más crítica.
“El problema son los bloqueos”, insisten los voceros del gobierno nacional para justificar la carencia de combustible, alegando que las cisternas se encuentran varadas en puntos de bloqueo. Sin embargo, el propio presidente Arce aseguró hace más de una semana que el abastecimiento se normalizaría “el lunes”, sin especificar cuál lunes.
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Lo paradójico es que, mientras Morales intenta asfixiar al país con bloqueos en rutas a Cochabamba, Oruro y Potosí, termina oxigenando el discurso del gobierno. La administración de Arce aprovecha la coyuntura para desviar la atención de su propia ineficiencia, trasladando una vez más la responsabilidad de la crisis al accionar de Morales.
¿Cómo se explica entonces que, en medio de un bloqueo que amenaza la estabilidad del país, el presidente Arce mantenga una retórica que elude la autocrítica? La respuesta parece evidente: toda crisis lleva una oportunidad política.
Al acentuar la dicotomía “Bloqueo vs. Abastecimiento”, el oficialismo desplaza la discusión de fondo (la crisis económica, la inflación y la escasez de dólares).
Bolivia exige, con urgencia un plan de estabilización económica, un diálogo que vaya más allá de consignas partidarias y una agenda de consenso para atender las necesidades. Sólo así se podrá romper el círculo vicioso en que, de la mano de las movilizaciones y los argumentos oficiales, termina postergándose cualquier solución que evite volver a escuchar “Bolivia se nos muere”.
Lic. Dennys Peredo Borda
Vicepresidente Colegio de Politólogos de Santa Cruz