Brotes esperanzadores


Los últimos días y semanas configuraron un escenario de profundo dolor y, paradójicamente, también de esperanza.

Dolor por la violencia extrema promovida por Evo Morales en Llallagua, que dejó seis personas fallecidas, entre policías y civiles.



En un artículo anterior, sostuve la hipótesis de que Evo buscaba víctimas indígenas originarias del norte potosino, probablemente Kacachacas, para reactivar su discurso racista y movilizar a sus bases. No logró su cometido, los cálculos fallaron y lo que quedó en el camino fue sangre de policías y ciudadanos de Llallagua.

Una tragedia marcada por imágenes desgarradoras. La convulsión reveló lo que el gobierno de Evo y Arce fingían no conocer, hicieron de la vista gorda por 20 años, más de 100 invernaderos de cannabis, 8 hectáreas, con tecnología para exportación.

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Doble derrota para Evo: no logró sembrar el caos ni perturbar el proceso electoral, ni forzar la renuncia de Arce. El hallazgo de zonas narco en los Ayllus, cuna del Estado Plurinacional, lo obligó a ordenar repliegue. Lo que él denominó “la última batalla” terminó volviéndose en su contra.

El Estado cedió territorio. No hizo presencia. Alegando respeto a la autonomía indígena originaria, aplicó una política de autonomía indígena que permitió al narcotráfico expandir sus operaciones. El MAS ha hecho del narco una herramienta de poder: un eje en El Chapare y otro en los Ayllus, territorios amplios y difíciles de penetrar.

Cuando el país comenzaba a normalizarse, estalló un escándalo de corrupción que involucra al exministro de Justicia. Operaba un consorcio de jueces, abogados y probablemente fiscales para manipular la justicia. ¿Actuaba solo? ¿Contaba con el aval del presidente? El tiempo lo dirá.

El Órgano Judicial —excepto el TCP— denunció en conferencia de prensa un golpe al poder judicial, mediante la eliminación de autoridades electas. El presidente del Tribunal Supremo de Justicia advirtió que esta sería la estrategia del gobierno para sostenerse en el poder si pierde las elecciones.

El MAS se aproxima a la elección del bicentenario con un daño evidente. Prometieron un paraíso y dejan ruinas: economía en crisis, familias agobiadas por la inflación, colapso institucional, degradación moral y narcotráfico extendido. Un cóctel que la ciudadanía ya conoce y espero no vuelva aceptar.

En medio de este escenario, El Deber publica una encuesta que sitúa a candidatos opositores en los primeros lugares, con Andrónico tercero y a considerable distancia. Es clave ubicar a Andrónico donde corresponde: es el candidato del socialismo del siglo XXI, del “proceso de cambio”, de la continuidad de Evo y Arce. También es responsable del desastre actual. No permitamos que la campaña maquille su imagen y sorprenda a los ingenuos.

La encuesta es alentadora, pero al mismo tiempo advierte: seis de cada diez encuestados aún no definen su voto. Refleja un electorado desconfiado y temeroso que necesita señales más claras para entregar su apoyo. Por eso, los candidatos y líderes democráticos deben entender que la campaña por sí sola no basta. Hace falta acción política que demuestre voluntad más allá del interés personal o partidario.

La inexistencia de un hecho político significativo en la coyuntura electoral permite al que no puede ser candidato definir la agenda política nacional. Evo está impedido, la CPE no le permite ser candidato, pero desde su radio en El Chapare, define y conduce agenda como si fuera el candidato con mayor opción de éxito.

Es crucial dar continuidad al gesto de unidad iniciado en Cochabamba por Manfred, Samuel y Tuto. Cuando los líderes opositores se convocan, Bolivia escucha. Su influencia es real: pidieron al TSE reunión de alto nivel con órganos del estado y candidatos, cuatro días después se concretó en Santa Cruz, con resultados positivos para la coyuntura electoral y económica.

La construcción de un bloque unitario se frustró, pero quedó en evidencia que las relaciones democráticas siguen intactas. Los líderes se reúnen, conversan y pueden concertar. Sería esperanzador que vuelvan a reunirse, sugiero hacerla en Sucre, en la víspera del bicentenario la Capital tiene trascendencia histórica. Planteen una agenda política: una cumbre democrática para salvar la Patria.

Si ya no es posible ir juntos, un compromiso de respaldo al opositor que gane —en primera o segunda vuelta— tendría gran impacto en el electorado indeciso. Sería sentar las bases para el Gran Acuerdo Nacional.

Si los líderes asumen este compromiso y acompañan con transparencia y firmeza el proceso de estabilización económica y política, las bancadas en la ALP tendrán línea clara. La ciudadanía, atenta a la coherencia de sus representantes, estará dispuesta a brindar el respaldo necesario.

Esto marcaría un hito histórico. Necesitamos que el tiempo de cambio llegue sin violencia en las calles, para ello el tejido ciudadano es imprescindible. Sería el fin de la dictadura sindical para abrir el tiempo del predominio ciudadano.

Jaime Navarro Tardío

Militante de Unidad Nacional, ex Diputado Nacional y ex Secretario Ejecutivo Nacional de UN.