“No preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregunta qué puedes hacer tú por tu país”. Estas recordadas palabras del expresidente estadounidense John F. Kennedy nos invitan a una profunda reflexión sobre el rol que cada uno de nosotros debe asumir como ciudadano, especialmente en momentos críticos como los que atraviesa Bolivia.
Los tiempos de crisis no deben verse únicamente como escenarios de incertidumbre, sino como verdaderas oportunidades para replantear nuestra responsabilidad individual y colectiva. La pregunta general es inevitable: ¿Qué estamos haciendo, cada uno de nosotros, para generar el cambio que tanto anhelamos?
Más allá de la crisis política o económica, Bolivia enfrenta una crisis aún más profunda: una crisis moral. Y esa crisis no nace de la nada, es consecuencia de la omisión, de la indiferencia y de la falta de compromiso desde nuestros propios espacios: el hogar, la escuela, la universidad y los distintos ámbitos sociales.
Y las preguntas específicas serían:
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¿Estamos formando, en nuestros hogares, personas con principios y valores sólidos?
¿Están nuestras instituciones educativas priorizando la formación de ciudadanos éticos y comprometidos?
¿Estamos cultivando líderes con verdadera vocación de servicio, integridad y responsabilidad?
La decadencia de nuestra sociedad no es obra del azar, es el resultado directo de lo que no hacemos. Y, paradójicamente, seguimos culpando a los demás por los efectos de nuestras propias omisiones.
Los líderes que hoy nos gobiernan —y aquellos que aspiran a hacerlo— son reflejo de una sociedad que ha normalizado la corrupción, la impunidad y el egoísmo. No podemos exigir integridad si no somos íntegros en lo cotidiano. No sirve generar riqueza suficiente si esa riqueza termina en manos de unos pocos, generalmente gobernantes corruptos e inmorales, mientras se descuida lo esencial: la salud, la educación, la justicia.
Es momento de hacer un mea culpa. Solo reconociendo nuestras fallas como ciudadanos podremos emprender el camino hacia una transformación real. Debemos dejar atrás la apatía, la indiferencia y la comodidad, actitudes que nos han convertido, sin darnos cuenta, en cómplices de la situación que tanto lamentamos.
Debemos tener el total convencimiento que será muy difícil superar la crisis política y económica, mientras no exista la voluntad colectiva de construir una nueva sociedad más justa y solidaria.
Los tiempos de crisis son, también, tiempos de despertar. El momento del cambio profundo es ahora. Por el bien de las generaciones presentes y futuras, es hora de asumir, con valentía, nuestra responsabilidad. Intentémoslo.
Fernando Crespo Lijeron