El candidato outsider va sumando éxitos y fracasos; su buena entrada se frenó tras el escrutinio de sus antecedentes, pero el no poder inscribirse lo deja fuera de las encuestas y puede resentirse… o no
Fuente: El País.bo
Jaime Dunn fue el principal animador de la intención de voto en la derecha. Venía haciendo campaña silenciosa en redes, colocando algunas columnas en medios, haciendo algunas entrevistas y atendiendo pedidos académicos. No era Javier Milei, pero conocía la táctica y había estudiado bien el fenómeno.
Se lanzó al ruedo justo los días que fracasó la “unidad” tradicional: Carlos Mesa dejó la vocería, Tuto hizo un berrinche porque consideraba que le estaban estafando con las famosas encuestas y Samuel Doria Medina pisó el acelerador y en el mismo salón del Hotel Europa se proclamó candidato de la “unidad” sin mostrar un solo dato.
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La desazón fue grande en el sector más liberal, porque al final Doria Medina fue candidato en 2005, 2009 y 2014, y se la jugó mal en 2019 (cuando los Demócratas le firmaron una unidad y lo dejaron fuera del binomio) y en 2020 (cuando se coló de vicepresidente de Jeanine Áñez, que acabó renunciando porque aquello no arrancaba), y aunque esta vez se le haya puesto mirada de killer y no esté dispuesto a que se le escape ni el mínimo detalle, su posición socialdemócrata no acaba de convencer.
Dunn saltó como alguien nuevo, aparentemente técnico impecable de niveles superiores abrazado a la doctrina libertaria; se moderó pronto y repitió varios mantras, como el del aborto, pero sobre todo empezaron a aparecer sus trapitos: carnet masista que le obligó a reconocer que trabajó muchos años con Evo Morales y Luis Arce en una sociedad tituladora – la que se vinculaba con el gran capital – del Banco de Desarrollo Productivo, y más recientemente, su insolvencia fiscal al tener cuentas pendientes con el Estado de cuando fue Oficial Mayor de la Alcaldía de El Alto hace 18 años. Aún falta fondear la relación con aquel alcalde Chito Valle que fue a prisión, pero ya le han destapado que trabajó más para el Estado que para sus propias empresas, y eso pinta mal en el sector libertario.
Dunn jugó con el PDC, con ADN y sobre todo, con el MNR, partidos de viejas glorias que se las saben todas en política y que quedaron tocados y con sed de venganza. Al final se sumó a Nueva Generación Patriótica (NGP), un partido nuevo armado por un migrante en Estados Unidos al que le ha ido muy bien armando empresas de construcción y alimentación, Edgar Uriona, prototipo del “sueño americano” pero “demasiado colla” para algunos de sus seguidores más fervientes.
Dunn no logró inscribirse por aquellas cuentas pendientes de hace 18 años y aparentemente de poco bagaje. Confía en poder subsanar hasta el 3 de julio, que es el último día para sustituir a los candidatos que renuncien hasta el 6 de junio. Mes y medio para hacer un trámite en la Contraloría sería demasiado poco para la gente común, pero el hecho de que su programa y su perfil se parezcan tanto al de Tuto Quiroga, con el que comparten votantes, beneficia a otros aspirantes y por ende, puede suceder.
Dunn estaba en su salsa en Harvard la semana pasada, pues además era uno de los designados por Marcelo Claure para armar su programa electoral Bolivia 360, sin embargo el multimillonario no acaba de poner todas las fichas en él.
Dunn está creciendo en las encuestas incluso por descarte. Le falta modular sus intervenciones, dejar de convertir en mitin cualquier acto, incluso los académicos y los foros cerrados con audiencia pequeña y seguramente contener su irritación en los espacios donde le contradicen.
No estar habilitado le puede suponer algunas ventajas, pero también muchos inconvenientes, sobre todo si hay quien mide encuestas y aplica criterios rígidos y antojadizos como los que emanan del TCP o el TSE. No medir a Dunn estos días supone alterar por demás los resultados, aunque eso quizá le ayude a ser finalmente habilitado, que al parecer es lo imposible en esta democracia nuestra.
Fuente: El País.bo