De la incertidumbre política a la decisión electoral


 

Llegó el momento de convertir la duda en la elección de una alternativa. Ahí están las 10 candidaturas que, luego de procedimientos azarosos marcados por una chambonada exquisita, han definido una boleta con los rostros sonrientes de quienes aspiran ser nuestros gobernantes.



La campaña que se inicia, ya está siendo marcada por discursos que dejan en evidencia un síndrome destructivo en el que el adversario debe ser triturado. Ninguno de los candidatos, ninguno, al tenor de lo que estamos viendo, pareciera goza de respeto y consideración ni en sus conductas, historias ni comportamientos. Previendo que eso sería lo que ocurriría, y reconociendo que de entre ellos saldrán nuestros gobernantes, debemos enfrentarnos con nuestra consciencia y decidir.

Coincido con Santiago Terceros en su reflexión “La incertidumbre como punto de partida” en la que señala la existencia de tres razones que complejizan el escenario y se expresan en 1. La implosión del bloque nacional popular. 2. El despertar de un nuevo orden liberal, y, 3. La revalorización del territorio, como argumentos que tratan de aportarle al elector ideas útiles para facilitar su decisión.

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En todo el periodo preelectoral, mis argumentos estuvieron orientados a proponer la necesidad de consolidar un bloque de Unidad en la oposición, que respondiera a una cierta racionalidad política de fortalecer el Centro Democrático en torno a las tres corrientes del pensamiento ideológico boliviano, y que ha movido el ejercicio del poder expresado en el nacionalismo revolucionario, la social democracia y el liberalismo republicano; se esperaba que de ese abanico de posibilidades, surgiera una candidatura lo más cercana a la unidad entre diferentes que permitiera un cambio de época que hasta ahora, está pésimamente administrada por el MAS. Se intentó de todas las maneras conocidas llegar a un acuerdo electoral básico y muchos nos comprometimos, inclusive, dejar de lado posiciones ideológicas para ejercer nuestro voto por el candidato que, encabezando las encuestas, pudiera ofrecer las esperanzas más sólidas del cambio.

Somos testigos que ello no se ha logrado y los liderazgos políticos, legítimamente, han mantenido sus expectativas electorales. Respetando el derecho ciudadano a ejercer sus candidaturas, ha llegado el momento que los ciudadanos recuperemos a plenitud nuestra decisión por la mejor opción que, lo creemos, pueda ayudarnos a votar por la gobernabilidad y el sentido común.

Haciendo uso de mi derecho y considerando que este es un momento oportuno, expreso con mi convicción, compromiso y alegría democrática, que el 17 de agosto mi voto será por Samuel Doria Medina, José Luis Lupo y el grupo humano que se ha conformado para apostar por un mejor país. Todos tenemos una lista larga de expectativas, al mismo tiempo que constatamos existen capacidades ciudadanas en las otras propuestas democráticas. Esperaremos que la racionalidad equilibre el entusiasmo mientras vamos cerrando filas para que después de las elecciones, podamos transitar hacia el país que necesitamos.