1. Memorizar números de teléfono. Antes sabíamos muchos y ahora, a veces, ni siquiera el nuestro.
2. Leer mapas y ubicarnos sin GPS. Preguntar, buscar las calles por el nombre, saber que si del lado izquierdo son los números pares, al derecho están los pares, que las calles tienen numeración domiciliaria ascendente hacia un lado y descendente para el otro; y encontrar los domicilios por la numeración.
3. Calcular mentalmente. En el supermercado, en el mercado, en la tienda de barrio: Ahora si no es con calculadora, no estamos seguros de la suma correcta.
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4. Esperar, leer, analizar y recordar información. No teníamos notificaciones todo el tiempo ni la pantalla del celular para mirar mientras declamábamos, cantábamos, discurseábamos. La pérdida de memoria no se da sólo el envejecimiento, por secuela del COVID o por Alzheimer.
5. Leer textos largos. Sea libros, periódicos, revistas, ensayos. Ahora saltamos de pantalla en pantalla, sin detenernos más de un minuto en un solo tema, sin profundizar el conocimiento, sin retener la información que nos interesa.
6. Buscar en las enciclopedias, en los diccionarios, en las bibliotecas. Horas dedicadas a la investigación detenida, al placer del hallazgo, la sinapsis de ideas. A todo accedemos de un clic en Google.
7. Escribir a mano con letra bonita.
8. Recordar fechas significativas para uno y para quienes nos rodean por atención y cariño. Ejercicio mental delegado a las alertas y más notificaciones.
9. Conversar cara a cara, mirar a los ojos, sin celular de por medio.
10. Aburrirnos, sí aburrirse, porque del aburrimiento salían ideas, se recreaba la imaginación, surgían pensamientos.
Fuente: https://ideastextuales.com