Bolivia ha celebrado dos hitos históricos separados por un siglo exacto: el Centenario de 1925 y el Bicentenario de 2025. Ambas conmemoraciones no solo marcan momentos de orgullo nacional, sino también revelan profundas similitudes en las crisis estructurales que el país ha enfrentado a lo largo de su historia republicana. Esta comparación crítica entre ambos eventos destaca patrones recurrentes y oportunidades perdidas para aprender de los errores del pasado.
El Centenario de 1925 se celebró bajo el gobierno de Bautista Saavedra, quien llegó al poder mediante un golpe de Estado, reflejando una transición política turbulenta similar a la del actual presidente Luis Arce en 2025. Ambos periodos están marcados por liderazgos cuestionados y desafíos significativos para mantener la estabilidad política y social del país.
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Saavedra utilizó las festividades del Centenario como una cortina de humo para ocultar las tensiones internas y las injusticias sociales que plagaban a Bolivia. Sin embargo, las tensiones y la represión de movimientos sociales como la masacre de Uncía en 1923 dejaron en claro que el progreso superficial no ocultaba las profundas divisiones internas.
En contraste, el Bicentenario bajo Luis Arce se desarrolla en medio de una polarización política sin precedentes, exacerbada por la fractura dentro del Movimiento al Socialismo (MAS). La lucha interna entre facciones “evistas”, “arcistas” y “androniquistas” ha debilitado la capacidad del gobierno para abordar efectivamente los desafíos económicos y sociales urgentes. La llamada a la unidad de Arce suena hueca frente a la realidad de un país dividido y descontento.
Ambos centenarios coinciden con profundas crisis económicas que reflejan la dependencia histórica de Bolivia de las exportaciones de recursos naturales, como el estaño en 1925 y el gas natural en 2025. La economía boliviana de 1925 se tambaleaba bajo la sombra de la Gran Depresión y la explotación de los «barones del estaño», mientras que el Centenario de 2025 enfrenta una recesión prolongada y una inflación descontrolada.
En 1925, Saavedra contrajo préstamos onerosos para financiar proyectos de infraestructura que no lograron beneficiar a las poblaciones más vulnerables, exacerbando las desigualdades sociales y económicas. La historia parece repetirse en 2025, con la administración de Arce comprometiendo recursos en proyectos de infraestructura ambiciosos, pero que no abordan las necesidades urgentes de los bolivianos afectados por la pobreza y la escasez.
Los proyectos de infraestructura durante ambos centenarios reflejan un intento de proyectar una imagen de modernización y progreso. Sin embargo, la falta de planificación a largo plazo y la priorización de intereses políticos a corto plazo han dejado un legado de obras incompletas y mal gestionadas. En 1925, Saavedra impulsó la construcción del ferrocarril Potosí-Sucre y monumentos conmemorativos, mientras que en 2025, Arce destina recursos a proyectos como el túnel Incahuasi y la ampliación de carreteras sin abordar integralmente las necesidades básicas de la población.
Ambos eventos también han sido marcados por tensiones sociales y políticas que han amenazado con socavar la cohesión nacional. En 1925, Saavedra respondió a las protestas sociales con represión violenta, reflejando una falta de voluntad para abordar las demandas legítimas de justicia social. En 2025, la polarización política ha alcanzado niveles críticos, exacerbada por una judicialización excesiva de la política y la erosión de las instituciones democráticas.
La comparación entre el Centenario y el Bicentenario de Bolivia revela patrones recurrentes de crisis económicas, tensiones políticas y proyectos de modernización superficial. Ambos eventos han sido oportunidades perdidas para abordar las desigualdades estructurales y promover una verdadera transformación social y económica. La falta de aprendizaje de los errores del pasado deja a Bolivia atrapada en un ciclo de crisis perpetuo, donde las celebraciones patrióticas contrastan dolorosamente con la realidad cotidiana de millones de bolivianos marginados y empobrecidos.
El Bicentenario de 2025 debería ser un llamado de atención para los líderes políticos y la sociedad boliviana en su conjunto: es hora de dejar de repetir los mismos errores y comprometerse verdaderamente con un futuro de inclusión, equidad y desarrollo sostenible. Solo así Bolivia podrá romper el ciclo de crisis recurrentes y construir una nación próspera y justa para todos sus ciudadanos.