Si Andrónico Rodríguez no revierte la tendencia, el sistema de partido hegemónico podría ser reemplazado por uno pluralista
A dos meses de las elecciones, el escenario político boliviano se encuentra en plena ebullición. Lo que ahora está en juego es el «momentum político»: ese impulso que adquiere una candidatura a medida que atrae apoyo y atención. El momentum es una tendencia en movimiento; una fuerza dinámica que moldea percepciones, miedos y, en última instancia, decisiones estratégicas de los candidatos y los votantes.
El momentum se puede entender como la percepción de que un candidato está en ascenso. No necesariamente implica que esté liderando las encuestas, sino que su tendencia es positiva; que está ganando simpatías, atención mediática y entusiasmo ciudadano. Se trata de un fenómeno que amplía el potencial de un candidato, puesto que los votantes a menudo se enfilan con quienes parecen tener posibilidades reales de ganar.
En campañas electorales, el momentum es crucial, pues puede generar un efecto de bola de nieve, haciendo que cada avance en la percepción pública de un candidato facilite el siguiente. Cuando los sucesos políticos y sociales, las narrativas mediáticas y los temas latentes en la opinión pública se alinean con la campaña de un candidato, éste suele ganar momentum y entrar en una fase de crecimiento exponencial. Al contrario, cuando estos factores se desincronizan, el candidato típicamente pierde momentum y tiende a desinflarse o estancarse en su nicho de votantes.
Las encuestas juegan un papel importante en la formación del momentum político, dado que los resultados pueden moldear la percepción pública sobre qué candidatos son viables y cuáles no. Las cifras de la última encuesta oficial, encargada por El Deber, ilustran el mapa dinámico de una contienda electoral en transformación. Aún todo puede cambiar, pero, a cada encuesta que pasa, ciertas tendencias se van asentando.
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Andrónico Rodríguez (14,69 por ciento), el único con intención de voto importante del grupo residual del MAS, parece estar perdiendo momentum a medida que la crisis multidimensional del país empeora en su gestión como presidente del senado. Asimismo, es el candidato con chances que genera mayor antipatía (68,8 por ciento) y menor simpatía (13,1 por ciento) entre los votantes. Puesto que la encuesta fue realizada simultáneamente a los bloqueos organizados por Evo Morales y sus simpatizantes, con su cúspide en los sucesos de Llallagua, cabe inferir una correlación entre estos hechos y el deterioro de la percepción pública respecto a Rodríguez, de perfil y hoja de vida extremadamente similar a los de Morales. Es más, los últimos acercamientos retóricos de Rodríguez hacia la base de simpatizantes de Morales podrían estar siendo más bien contraproducentes para su campaña: porque no está logrando movilizarlos y porque podrían estar actuando como factor repelente entre el resto de los votantes.
«Usualmente, el momentum político sólo marca el ritmo de una campaña; en ésta, podría estar anticipando transformaciones estructurales».
Por primera vez en dos décadas, el bloque masista corre el riesgo real de no llegar a la segunda vuelta electoral; o peor incluso, de no alcanzar un tercio de curules legislativos que lo constituyan en una minoría con poder de veto. Para revertir esta tendencia, Rodríguez necesitará algo más que un gran golpe de suerte: requerirá un potente impacto mediático, una narrativa renovada y una estrategia minuciosa para heredar el voto fidelizado de Morales en su nicho electoral, al tiempo de desvincularse del lastre político de Morales frente al resto de votantes. La disonancia cognitiva, que genera esta encrucijada estratégica, pone a Rodríguez frente a un desafío sumamente complejo.
Mejor está el panorama para Samuel Doria Medina (24,02 por ciento) y Jorge Tuto Quiroga (22,07 por ciento), que están acercándose cada vez más a sus techos de percepción positiva. Esto sugiere que están movilizando efectivamente sus respectivos nichos de votantes, lo que les da un momentum positivo para salir de su zona de confort —evitando errores no forzados— y buscar apoyo entre quienes no conocen sus propuestas políticas lo suficiente o aún mantienen una postura indiferente o indecisa respecto a los candidatos. Debido a la posición de sus discursos en el espectro político, a Doria Medina podría favorecerle el declive de Rodríguez, mientras a Quiroga podría beneficiarle una amenaza más latente del bloque masista que le permita perfilarse mediante el contraste generado por la polarización.
Entre los demás candidatos que podrían obtener representación legislativa, Manfred Reyes Villa (9,39 por ciento) está pasando por un momentum negativo, mientras Rodrigo Paz (5,56 por ciento), por uno positivo. Reyes Villa, como Rodríguez, necesita urgentemente generar movimientos mediáticos significativos para al menos frenar la tendencia negativa. Paz apostará por aprovechar el impulso para ganar influencia en el debate público.
No todo está dicho. El 17,39 por ciento de los encuestados está todavía indeciso o pretende votar blanco o nulo; el 42,3 por ciento de los encuestados aún no tiene su voto totalmente decidido. En este escenario, el momentum político es determinante. Los candidatos que vienen en alza suelen tener, a medida que avanza la campaña, mayores probabilidades de apelar a los votantes indecisos y a aquellos que aún podrían cambiar de opinión. Aunque no se pueden confiar, porque las campañas sirven precisamente para introducir narrativas disruptivas, mover el tablero mediático y ampliar el alcance político a nichos antes lejanos. La capacidad de conectar con estos votantes más o menos indecisos, entender sus preocupaciones y ofrecer soluciones creíbles será decisivo.
Esta elección podría marcar un punto de inflexión: la reconfiguración del sistema político. Todo apunta al fin del sistema de partido hegemónico y al regreso de una democracia pluralista, donde el diálogo, como proceso, y el compromiso, como objetivo, se tornarán imprescindibles para salir de la crisis y rencauzar Bolivia en la senda del progreso. Usualmente, el momentum político sólo marca el ritmo de una campaña; en ésta, podría estar anticipando transformaciones estructurales.
Guillermo Bretel, Máster en Ciencias Políticas y Sociología.