Con más de Bs 9.100 millones en transferencias públicas desde 2007, la estatal ha operado con números rojos durante la mayor parte de su existencia. Economistas cuestionan su sostenibilidad y acusan a la empresa de distorsionar el mercado
Fuente: El Deber
Durante casi dos décadas, la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (Emapa), ha vivido en números rojos. La compañía creada durante el Gobierno de Evo Morales para garantizar el abastecimiento de alimentos “a precios justos” es observada por sus balances deficitarios, en un contexto, donde crece el descontento por el incremento de precios de productos de la canasta básica.
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¿Pero cómo sobrevive una empresa que pierde plata? Fácil: con ayuda del Estado
Desde 2007 hasta 2024, Emapa generó ingresos por más de Bs 16.700 millones, según datos del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas de Bolivia y del Sistema de Información y Gestión del Empleo Público (SIGEP). Pero lo más llamativo es que Bs 9.116 millones salieron directamente del Estado, es decir, de los impuestos de todos bolivianos. Lo que significa que más del 50% de sus ingresos fueron transferencias y aportes públicos.
Los números señalan que la estatal cerró con saldo negativos en 12 de los últimos 18 años. Sus peores momentos se registraron entre 2013 y 2015, cuando acumuló pérdidas superiores a los Bs 496 millones. El 2021 también fue crítico, con un resultado negativo de Bs 121 millones.
No todo ha sido malo. En 2023, la empresa sorprendió con un repunte: cerró con una utilidad de Bs 257,8 millones, la mayor en toda su historia. Y en 2024, aunque con una leve baja, volvió a cerrar con números positivos (Bs 44 millones).
¿Vale la pena?
El caso Emapa abre un debate incómodo: ¿Hasta cuándo seguir financiando empresas estatales que no generan ganancias reales? Aunque su función social —garantizar alimentos baratos— puede ser importante, no se puede ignorar que por años fue una máquina de perder dinero.
Para el economista e investigador Julio Linares, esta compañía no es sostenible, funciona con pérdidas estructurales, compite con pequeños productores y es una de las principales fuentes del déficit fiscal del país.
“Ya el Estado ha puesto alrededor de Bs 9.116 millones en esa empresa, es decir, más Bs 1.100 millones”, reveló Linares.
Ese dinero proviene de transferencias, préstamos y supuestos ‘aportes de capital’. En la práctica —dice—, “se disfraza la propiedad estatal con esta figura para mantener viva una empresa que pierde más de lo que genera”.
Al cierre de 2024, observa que la estatal acumuló una pérdida de casi Bs 850 millones. Según Linares, esto es producto de una estructura de costos operativos que supera sistemáticamente a sus ingresos por ventas.
“Casi nunca los ingresos de operación han sido mayores a los gastos. Al contrario, hay años en que los gastos han superado en un 20% a lo que se ingresa por venta de harina y otros productos”, agregó.
Pese a estas cifras, el presupuesto de la empresa sigue en ascenso. En 2025 se proyecta que manejará Bs 3.500 millones, cuando hace unos años apenas se acercaba a Bs 500 millones.
“Este aumento responde a la construcción de nuevas plantas alimenticias bajo control de Emapa, como la planta de papas fritas precongeladas”, dijo.
Para Linares, la idea de “industrializar para sustituir importaciones” ha fracasado en muchos casos. En lugar de fortalecer al aparato productivo privado, se ha creado un entramado estatal que concentra recursos, genera pérdidas y distorsiona el mercado.
Función social
Ante las criticas a la compañía estatal, para el economista Martín Moreira, Emapa es la mayor distribuidora de alimentos en Bolivia, desempeñando un rol vital en la regulación de precios y el abastecimiento de productos básicos, especialmente para las clases más vulnerables.
“Emapa es el gran estabilizador de precios. Su función social se ve reflejada en la capacidad de mantener los precios controlados para productos clave como el arroz y la harina, evitando aumentos desmedidos que afectarían gravemente a la población de menores recursos”, aseguró.
Esto para el especialista, garantiza la estabilidad del mercado, especialmente en tiempos de crisis como la que atraviesa Argentina, que ha impactado los precios internacionales de los productos alimenticios.
Recalca que Emapa sigue siendo fundamental para la economía boliviana, no solo por su capacidad de regular precios, sino también por su apoyo a los productores nacionales, a quienes les proporciona financiamiento y espacio para almacenar sus productos a precios competitivos.
Distorsiones
Pero Carlos Aranda, economista del Centro de Estudios Populi, es categórico: EMAPA no tiene sentido económico. En su criterio, opera en mercados que ya están abastecidos por el sector privado, pero con una ventaja que ninguna otra compañía tiene: el acceso a recursos del Presupuesto General del Estado (PGE), lo que le permite vender a precios artificialmente bajos y distorsionar la competencia.
“Es una empresa cuya finalidad nunca debió haber existido. Compite en rubros donde ya hay oferta privada, pero con subvenciones que solo tiene por ser pública. Eso genera distorsiones”, afirmó Aranda.
Sostuvo que la intervención de Emapa genera mercados negros y arbitraje. Es decir, hay personas que compran productos más baratos a la estatal para luego revenderlos a precios más altos, aprovechando la brecha entre el precio subsidiado y el del mercado.
“Eso no es eficiencia ni productividad. Es acceso al dinero del Estado. Ninguna empresa privada puede competir así. Yo cerraría Emapa”, criticó.
Fuente: El Deber