Emitió un leve suspiro, y como viajando en el tiempo entrecerró los ojos y dijo:
– “Yo era chico, y deseaba tener un volantín; pero mis padres no podían comprármelo. En ese tiempo se los compraba hechos, o uno mismo los hacía con papel manteca y otras ñañacas que uno ya sabía. Pero los quintos no habían, entonces mi madre…”
Hizo una pausa emocionado, recordando quien sabe que tierna imagen de su mamá.
– “Mi madre tenía un papel de regalo sin uso. Me lo dio pa’ que me haga mi volantín.”
– “No puej, busqué caña hueca, hice yo mismo mi engrudo, le di forma al arco pa’ que sea flexible, puse la pita y pegué el papel. Solo faltaba la cola, pero no me alcanzó el papel.”
Estábamos con Alvaro Peña, escuchando la historia muy atentos.
El maestro continuó….
– “Yo tenía un relicario que mamá me regaló, una especie de cadenita colgada en el cuello. Me la saqué y se la añadí a la poca cola del volantin, pa’ que haga el contrapeso…”
-¡Noooo!
-dijo Alvaro, pelando los ojos y abriendo la del cuyabo.
El maestro siguió contando……
-“El volantín funcionó. Se elevó altísimo y yo chocho, ¡cuando elay!”
– “La pita se soltó y allá iba mi volantín con relicario y todo.”
– “No puej, yo corrí mirando hacia donde caía, atravesé la mitad del centro, y veía que el volantín caía por la zona de la laguna, unas pozas que había frente a la ex terminal. Mal cálculo, se seguía yendo, y yo corriendo.”
– “La cosa es que corrí por esa pampa y arenales, hasta llegar a unos alambrados que habían por la actual avenida Grigotá, cerca al tercer anillo actual y ya no pude seguir. Chau volantín y relicario.”
-expresó en tono resignado el Maestro
Entonces Alvaro le preguntó:
– ¿Y qué pasó al volver a su casa?
– “No puej, ahí me esperaba mamá, chicote en mano y mejor no les cuento…”
-dijo el Maestro con una sonrisa nostálgica.
Sucedió el sábado por la mañana.
Sucedió cuando fuimos a visitar a don Walter Rocabado Solíz, uno de los grandes referentes del periodismo radial cruceño, quien junto a Bernardo Silva Serrano, Carlos Ibieta Campoverde, Nilo Padilla de Los Capos, y algún otro que se me olvida, nos han acompañado desde niños desde la magia de la radio.