Bolivia vive en el principio de incertidumbre, no se puede determinar al mismo tiempo el rumbo del país y si hay alguien que gobierne. Hay un presidente en Palacio, pero no manda y hay un expresidente en campaña, pero no puede ser electo nuevamente. Lo que sí hay es miedo, rabia y una sensación creciente de hartazgo.
Evo Morales desde sus inicios se incrustó en la política nacional como una enfermedad crónica que va deteriorando cada órgano hasta que ya nada funciona. Su violencia es física, psicológica y moral en contra del Estado. Ofrenda en sacrificio almas bolivianas como si le pertenecieran. Impone una forma de entender el poder como guerra, como algo que le pertenece por mandato divino. Evo no quiere elecciones, quiere doblegar la voluntad del país y gobernar sobre cenizas si es necesario. Es una metástasis que no respeta límites ni vidas ajenas. Somos rehenes de su desquiciamiento.
Frente a él, Luis Arce, presidente por error, administra con parálisis parapléjica la situación. Sale en conferencia de prensa a lloriquear y luego se borra. Su inacción se ha convertido en complicidad pasiva. No se anima a hacer lo necesario. No entendió nunca lo que implica ejercer su cargo.
A todo esto, Andrónico Rodríguez anda jugando al equilibrista, debe pensar que la ambigüedad le suma votos, o que ponerse del lado de los que quieren vivir en paz puede costarle políticamente, ¡cobarde! Su cálculo es un reflejo del miedo que le tiene al animal, sabe que cualquier palabra que contradiga a Morales lo convertirá en blanco, por eso no dice nada.
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Pero no todo está perdido, algo está cambiando en la entraña social. Por primera vez en décadas, la herramienta extorsiva de los bloqueos está perdiendo su legitimidad. La gente está harta de los chantajes, de tener que pagar el precio de una pelea que no es suya. Ya nadie quiere la injustificable violencia provocada por delincuentes político/sindicales. La paciencia popular ha tocado fondo al igual que sus bolsillos, los bloqueos irritan al país; y esa irritación será la tumba para quienes han hecho del caos una estrategia.
Nuestro país no es ingobernable. Ha sido secuestrado por un caudillo enfermo de poder y por un presidente sin espina dorsal. Bolivia merece más.
Marcelo Ugalde Castrillo
Político y empresario