Hambre en Bolivia


 

La crisis económica conlleva la generación de hambre (inseguridad alimentaria) en la población boliviana y este es un tema que hay que abordarlo.



En teoría el hambre es asociada a la desnutrición (aspecto objetivo), pero presenta una serie de otras manifestaciones que incumben a aspectos eminentemente subjetivos y que se expresan como desmoralización, preocupación, inseguridad, incapacidad de proveerse de alimentos. “Estómago lleno, corazón contento” es una frase que resume la importancia subjetiva de estar bien alimentado y con satisfacción. La crisis alimentaria actual expresada como desesperanza empapa a las personas de un profundo displacer por no poder acceder a los alimentos que eran habituales anteriormente.

La compra de una menor cantidad de alimentos por el incremento desmedido de su precio y por la falta de dinero está generando furia en la población, rabia, bronca, descontento, ira, rabia.

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El incremento de los precios de los alimentos que vivimos los bolivianos de forma acelerada e imparable; la ausencia de productos como el aceite, el arroz; la baja calidad de los mismos y la situación de tener que buscar alternativas más económicas como dejar de comer carne de res, constituyen la nueva situación donde la población experimenta furia y desesperanza, dos elementos de la actual distopía alimentaria por la que atraviesa Bolivia.

El modelo económico y el sistema político boliviano, de manera acentuada nos llevan a la distopía alimentaria y a la distopía política, es decir, a no tener presente ni futuro, no tener sueños y esperanzas de que la vida vaya a mejor sustancialmente.

El gobierno de Luis Arce está fracasando en mantener la subvención de los alimentos y con la inflación del precio de los productos alimenticios el derecho a la alimentación está siendo pulverizado de forma alarmante.

La empresa del Estado Insumos Bolivia informó el 9 de junio de 2025 que la importación de productos clave como arroz, maíz y trigo está paralizada debido a la escasez de dólares y la volatilidad de los precios internacionales. La última entrega de trigo a EMAPA fue hace un mes y contratos con proveedores del exterior fueron rescindidos por demoras en la entrega. Es decir, la subvención de la harina de trigo para la venta de pan a 50 centavos corre peligro y con ello, la posibilidad de un incremento del pan de batalla que es fundamental en la dieta de las personas de menos ingresos, y aunque pueda debatirse sobre su valor alimenticio, es innegable que la marraqueta cumple con un importante efecto placebo alimentario. El efecto placebo alimentario se refiere a cómo nuestras expectativas sobre la alimentación pueden influir en nuestra experiencia y respuesta a los alimentos, generando una sensación de bienestar o malestar, independientemente de su composición real.

En cuanto a la inflación del precio de los alimentos, los cálculos de tener un incremento este año de más del 30% pueden quedar pequeños frente a una realidad de precios elevados que se disparan en todos los rubros, sean carnes, cereales, verduras, tubérculos, lácteos, etc.

En Bolivia el hambre es una cruel realidad que va sufrir un incremento notable, entre los años 2020 al 2022 el país tenía registrada la mayor tasa de hambre en Sudamérica, con 19.4% de su población afectada (equivalente a 2.3 millones de personas), seguido por la República Bolivariana de Venezuela (17,9%) y Ecuador (13,9%), lo que equivalió a 5,1 millones y 2,5 millones de personas afectadas, respectivamente. Entre los países con la prevalencia más baja de la subalimentación en la subregión se encontraban Brasil (4,7%), Argentina (3,2%), Chile (2,5 %) y Guyana y Uruguay (ambos con una prevalencia inferior al 2,5%) (https://bolivia.un.org/sites/default/files/2023-11/cc8514es.pdf).

Los efectos del hambre en Bolivia se manifiestan tanto en dimensiones objetivas (medibles y observables) como subjetivas (vinculadas a experiencias y percepciones individuales). De forma objetiva, respecto a la salud física, la desnutrición crónica afecta al 24.5% de niños menores de 5 años (UNICEF, 2023), con retraso irreversible en desarrollo cognitivo y físico. El aumento de enfermedades como la anemia (32% en mujeres gestantes), infecciones gastrointestinales y tuberculosis por debilidad inmunológica. La mortalidad infantil es de 28 de cada 1,000 nacidos vivos mueren por causas relacionadas con desnutrición (INE, 2022). El impacto económico se traduce en la pérdida de productividad, la FAO estima una reducción del 1.8% del PIB anual por costos sanitarios y ausentismo laboral. La pobreza cíclica determina que las familias destinan hasta 70% de sus ingresos a alimentos, sacrificando educación o inversiones. La deserción escolar es patente, los niños abandonan estudios para trabajar o mendigar (12% en áreas rurales), se tiene un bajo rendimiento, el déficit nutricional reduce capacidad de concentración en 40%.

En cuanto a los efectos subjetivos del hambre se tiene ansiedad y depresión, 68% de personas en inseguridad alimentaria reportan estrés permanente (CARE Bolivia); pérdida de dignidad, adultos mayores ocultan su hambre para «no ser carga». La migración forzada de familias de Potosí u Oruro que se desplazan a ciudades, perdiendo redes comunitarias. También se presentan las adaptaciones perversas como las dietas de emergencia, el consumo de harina o fideos sin nutrientes («llenar la panza, no alimentarse»). Así, la percepción de futuro es la desesperanza aprendida («nunca saldremos de esto»).

El gobierno boliviano se propuso erradicar el hambre para 2025 (Pilar 8 de la Agenda Patriótica 2025), pero este objetivo no se alcanzará y por el contrario se agravará.

¿Cuál es el principal factor para la ausencia de alimentos y la ampliación del hambre en Bolivia? El modelo de producción de alimentos no tiene la capacidad necesaria para garantizar el autoabastecimiento de los mismos, por ello el contrabando y las importaciones ocupan un lugar importante. Las comunidades campesinas si bien generan una producción importante, esta no es la suficiente para tener soberanía alimentaria, finalmente el sector agroindustrial dedica el mayor de sus esfuerzos para la exportación. En el sector pecuario también la principal actividad está orientada a la exportación o el contrabando.

Para evitar el hambre y suprimirla debemos fundar un modelo eminentemente de soberanía alimentaria, revisar la línea productiva de alimentos y reorganizar las fuerzas agropecuarias (https://erbol.com.bo/opinion/revisar-la-línea-productiva-de-alimentos-y-reorganizar-las-fuerzas-agropecuarias