La salud no es solo biología ni asistencia médica: es cultura urbana, diseño social y derecho simbólico a habitar. Entre la estética del barrio y la segregación estructural, el cuerpo es el primer territorio afectado.
Fuente: https://ideastextuales.com
Un mapa de esperanza de vida en Barcelona muestra que, entre los barrios de Pedralbes y Vallbona con apenas 14 kilómetros de distancia, hay una diferencia de diez años en la expectativa de vida. Marc Saez Zafra lo explicó en The Conversation. Cada kilómetro hacia el norte acorta la vida en ocho meses y medio. Pero esa cifra, antes que dato demográfico, es un signo cultural. El barrio no solo es el lugar dónde dormimos, sino que determina cuánto y cómo vivimos.
El concepto de salud, como tantas otras categorías técnicas, ha estado históricamente secuestrado por la lógica biomédica. Pero como bien advierte el estudio latinoamericano Salurbal, liderado por Ana Diez Roux, el entorno urbano explica hasta el 75% de nuestra salud. Y ese entorno está definido por ciertos indicadores: calidad del aire, zonas verdes, distancia al trabajo, nivel de ruido, transporte, estética del espacio y pertenencia social. El cuerpo, en ese contexto, se vuelve el primer territorio afectado por las políticas urbanas.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
La desigualdad no es solo económica. También es arquitectónica, acústica, estética. La favela de Paraisópolis, en São Paulo, lo dejó claro en la pandemia. Con 45.000 habitantes por kilómetro cuadrado y sin acceso a agua potable, sus residentes sufrieron una tasa de contagio mucho más alta que sus vecinos en el barrio adyacente de Morumbi, donde la densidad es diez veces menor. No es solo cuestión de metros cuadrados, sino de derechos espaciales.
Estas diferencias tienen consecuencias físicas y emocionales. La exposición constante al ruido, la violencia, el hacinamiento o la falta de luz natural genera un estado crónico de estrés anticipatorio, una sobreadaptación que la neurociencia llama carga alostática, que es el desgaste acumulado en el cuerpo como resultado de la exposición constante a situaciones de estrés. Como lo explica el documental del BID Salud y ciudad, este estrés no se reduce con más hospitales, sino con barrios que cuiden. La salud comienza mucho antes de la consulta médica. Empieza en la calle, en la plaza, en la parada de bus.
Un estudio reciente en Sevilla, publicado por la revista Apuntes de Psicología, demuestra que el “sentido psicológico de comunidad” mejora con la conectividad urbana, la cohesión social y la interacción entre vecinos. Pasear el perro, conversar con un tendero o descansar bajo la sombra de un árbol no son actividades menores. Constituyen el tejido emocional de un barrio saludable.
Esos vínculos determinan el bienestar mental. No es casual que el insomnio, la ansiedad y la depresión aumenten en las ciudades mal diseñadas, sin zonas verdes, con contaminación visual y auditiva. Incluso la distancia hasta un cajero automático o un centro de salud genera un malestar físico y simbólico que el urbanismo muchas veces ignora.
Las políticas de vivienda social suelen enfocarse en números. Pueden ser cantidad de metros cuadrados, número de unidades construidas, velocidad de ejecución. Pero, la vivienda debe ser higiénica, confortable y bella. Porque el barrio no es solo un sitio donde vivir. Es un espacio donde se deposita el afecto, la historia, la pertenencia.
Esa demanda cultural es esencial. La ciudad que queremos no es la que reduce trayectos, sino la que permite encuentros. No es la que ordena, sino la que escucha. No es la que conecta, sino la que integra. La salud urbana no se resuelve solo con infraestructura, sino con una ética del espacio. Una estética del cuidado.
La ciudad nos forma y nos transforma. Cada vereda rota, cada semáforo descompuesto, cada parque cerrado es un mensaje que se manifiesta en nuestro cuerpo y en el decaimiento del ánimo. Pero también, cada plaza llena, cada árbol frondoso, cada esquina donde se puede hablar sin gritar, es una posibilidad de recuperar el alma pública. El barrio es, al fin y al cabo, la geografía donde se entrelazan salud, historia y pertenencia.
Por Mauricio Jaime Goio.