La emergencia de seguir gobernando y volver a gobernar.


Luis Arce y Evo Morales se odian, pero comparten, cada quien por su lado, el mismo plan de atornillamiento. Hay una obsesión por el poder de uno y miedo a no tenerlo de otro. Arce es frágil, dubitativo y no sabe gobernar; Evo es implacable y tóxico, no concibe su existencia sin la presidencia. Entre estos dos tumores cancerosos, Bolivia queda atrapada en una disputa de ambiciones disfrazada de política.

Arce creyó que podía gobernar a la sombra de su jefe sin quedar aplastado por ella; y ahora pone su destino en manos de E. del Castillo, quien es uno de sus tantos errores y la manzana de la discordia que desbarato al MAS. Su mandato ha sido una larga maniobra defensiva, tratando de apalancarse en la idea anacrónica y estúpida de la industrialización estatal, idea propia de su ineptitud. Evita conflictos por posibles costos políticos y ha permitido que el chapare se convierta en un territorio donde no llega el estado. Le teme a Evo, a la calle, a la historia y por qué no, a la posibilidad de cárcel. Es un rehén de sus actos y sus pecados.



Evo, en cambio, avanza como si Bolivia fuera una franquicia personal, la ley no aplica para él y la constitución menos. Su único horizonte es su regreso a palacio, porque cree que el poder es su derecho adquirido y que a nadie más pertenece. Ha convertido su liderazgo en una enfermedad terminal para el país, y ha mutado en una potencial guerrilla con territorio soberano.

Lo grave es que, aunque se odien, ambos persiguen la impunidad. Buscan salvarse ellos y por eso empujan al conflicto. El caos les da tiempo, les da excusas, les da margen para maniobrar. Si hay convulsión pueden patear las elecciones, si hay violencia pueden proclamarse necesarios… si hay miedo y terror, pueden empernarse en el poder.

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Ambos operan con una lógica de emergencia permanente. No gobernaron ni gobiernan para construir, gobiernan para resistir y destruir. Cuando dos sujetos acorralados se juegan su libertad, todo se vuelve negociable, sobre todo las leyes, las instituciones, las elecciones y la paz.

Bolivia es apenas el tablero, lo que está en juego para ellos es totalmente personal, y por eso es peligroso. No les importa incendiarlo todo, porque están dispuestos a gobernar sobre cenizas.

 

Marcelo Ugalde Castrillo

Político y empresario