La emoción como estrategia: Samuel y Tuto en guerra por el alma boliviana


Waldemar Peralta

La única forma de interpretar con seriedad la preferencia electoral en Bolivia es aplicar marcos teóricos sólidos, no intuiciones disfrazadas de análisis. La ciencia política no es un juego de opiniones; es una herramienta para entender qué mueve, de verdad, a las sociedades.

Por primera vez en dos décadas, todo apunta a que la elección se definirá fuera del eje del MAS. La última encuesta de El Deber, en línea con las anteriores, confirma lo que ya se percibe en el aire: Samuel Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga lideran la intención de voto, empatados dentro del margen de error y con una distancia considerable sobre Andrónico Rodríguez. Hasta ahora, no logra conectar con el estado emocional del país. Su discurso suena reciclado, más nostálgico que esperanzador. La campaña ya no es política: es un referéndum emocional. ¿Seguimos en el agobio o giramos el volante?

Hoy el elector no vota desde la razón, sino desde el estómago. Vota por afectos, por miedos, por resentimientos. Y, en este caso, por necesidades no resueltas. En un país golpeado por la inflación, la escasez de dólares y la angustia cotidiana, Samuel y Tuto han afinado su puntería emocional. No hacen campañas: hacen espejos. Reflejan las ansiedades ciudadanas y las devuelven transformadas en promesas. En tiempos de crisis, el que explica pierde. El que emociona, sobrevive. Lo que desvela a la gente —el precio del pan, el dólar, la desconfianza— es el corazón de sus mensajes. “La política no es una guerra de ideas, sino una competencia por ver quién interpreta mejor el deseo de los otros”. Esa máxima hoy lo define todo.



El agrado y el rechazo. Hace seis meses, la oposición discutía —con urgencia y sin resultados— quién tenía más chances de ganarle al MAS en un eventual bloque unido. Hoy, ese dilema lo resolvieron los datos. La posibilidad de un balotaje sin el MAS ya no es una hipótesis: es una amenaza concreta al oficialismo que arrinconado puede dar un zarpazo final. Bolivia, impredecible como siempre, volvió a romper los pronósticos. Nadie imaginaba este escenario. Como nadie imaginaba que el dólar superaría los 16 bolivianos. Todo está conectado: la crisis económica y la reconfiguración del mapa político.

Samuel ha ocupado el centro del tablero con precisión quirúrgica. Su discurso ganó claridad y sus propuestas empezaron a conectar. Lidera en La Paz, Chuquisaca y Tarija. Pero el fenómeno de las últimas semanas es Tuto. Lo encasillaron como figura del oriente, pero hoy lidera en Oruro y Potosí, y es segundo en Cochabamba. Su estrategia: conectar con el voto joven y escuchar desde el corazón el dolor. En Santa Cruz como en el resto del oriente, la pelea con Samuel es voto a voto. Este nuevo mapa rompe el mito de las candidaturas regionalizadas y deja al MAS sin liderazgo en ningún departamento. No es una alerta roja. Es un temblor estructural.

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¿Por qué dos figuras de la “derecha” encabezan en antiguos bastiones del MAS?

Porque entendieron lo esencial: la empatía. No desde el discurso, sino desde la emoción arquetípica. Bolivia atraviesa un campo negro psicológico, donde los impulsos priman sobre los argumentos. Samuel aparece como el padre emprendedor y estable. Tuto, como el hermano mayor, preparado e innovador. Ambos activan el instinto, no la ideología. Por eso se apagan los símbolos del MAS en el altiplano y emergen nuevas conexiones afectivas.

El voto péndulo. Seis de cada diez bolivianos aún no han decidido su voto. Esta elección es una guerra por los blandos: los que se mueven con un gesto, una frase o un error. ¿Cómo se llega a ese voto? Con investigación seria, no con intuiciones. Jaime Dunn le raspa votos a varios candidatos, y si finalmente se inscribe, puede alterar el tablero. Combina outsiderismo, humor y potencia digital. Es el hartazgo convertido en meme. Y sí, puede pesar más de lo que algunos quisieran admitir.

Humor, juventud y disrupción.La política es espectáculo. El humor, catalizador. La autenticidad emocional en clave digital es la puerta de entrada al voto joven. Las próximas semanas serán una batalla de narrativas, emociones y momentos virales. Hoy, las elecciones no se ganan con estructuras. Se ganan con clics, con empatía y con bisturí narrativo.

Nada es más importante que el candidato. La recta final, y la casi inevitable segunda vuelta, pondrán a prueba la capacidad comunicacional de los aspirantes. Los llevará al límite. Tendrán que conectar con un nuevo votante: humano, apolítico, efímero, digital. En varios departamentos, el rechazo empieza a diluirse. Eso mueve la aguja. Y en esa autenticidad a flor de piel, se define la silla presidencial.

Por primera vez en años, Bolivia vive una elección abierta de verdad. Todo indica que estamos por presenciar campañas que quedarán en los manuales. Las de Samuel y Tuto están dirigidas por equipos entre los mejores de la región.
La batalla de las emociones recién comienza. Y nadie sale ileso de ella.