Solo el 30% de los italianos participó en las cinco consultas para facilitar la nacionalización y aumentar los derechos laborales, muy por debajo del 50% necesario para validar los resultados. Es un triunfo de la estrategia de abstención del gobierno
Las papeletas electorales sobre una mesa para los referéndums sobre ciudadanía y protección laboral, en un colegio electoral de Milán, Italia, el domingo 8 de junio de 2025. (Claudio Furlan/LaPresse via AP)
Fuente: infobae.com
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La estrategia de Giorgia Meloni funcionó. Los cinco referendos celebrados en Italia durante el fin de semana para reformar las leyes de ciudadanía y ampliar las protecciones laborales fracasaron estrepitosamente debido a la baja participación ciudadana, que apenas alcanzó el 30% del censo electoral. Una cifra muy alejada del 50% más uno necesario para que las consultas fueran válidas y que representa una victoria política para la primera ministra ultraderechista, cuyo Gobierno promovió activamente la abstención.
El resultado supone un duro revés para la oposición de centro-izquierda y los sindicatos, que habían impulsado estas consultas como una forma de presionar al Ejecutivo y movilizar a sus bases en torno a dos temas especialmente sensibles: la integración de los inmigrantes y los derechos de los trabajadores. En su lugar, han cosechado una derrota que Meloni y sus aliados no tardaron en celebrar como una demostración de su solidez política.
Una victoria con sabor a revancha
“El único objetivo real de este referéndum era hacer caer al Gobierno de Meloni. Al final, fueron los italianos quienes los hicieron caer a ustedes”, proclamó Hermanos de Italia, el partido de la primera ministra, en un mensaje triunfal en redes sociales acompañado de fotografías de los líderes de la oposición. La provocación resume el tono combativo con el que la derecha italiana vivió esta jornada, convertida en un test político para medir la capacidad de movilización de unos y otros.
El posteo de Hermanos de Italia, el partido de Meloni
Los datos oficiales, procedentes de casi el 90% de las mesas electorales, confirmaron que la participación se mantuvo estancada en torno al 30% tras dos días de votación. Una cifra que no solo frustra las aspiraciones reformistas de la izquierda, sino que además pone de manifiesto la creciente desafección de los italianos hacia este instrumento de participación democrática.
El ministro de Exteriores, Antonio Tajani (Forza Italia), no ocultó su satisfacción: “El Gobierno sale fortalecido y la oposición, debilitada”. Su colega en el Ejecutivo, el ultraderechista Matteo Salvini (Liga), fue aún más directo al calificar el resultado como “una derrota aplastante para la izquierda”, que según él “ni siquiera es capaz de movilizar a sus propios votantes”.
La ciudadanía, el gran tabú
Una mujer vota en Milán el domingo. (Claudio Furlan/LaPresse via AP)
De las cinco consultas celebradas, la más polémica era la que proponía reducir de 10 a 5 años el período de residencia legal necesario para obtener la ciudadanía italiana. Una medida que habría beneficiado a unos 2,5 millones de extranjeros que actualmente luchan por conseguir el pasaporte italiano y que habría facilitado también la nacionalización de sus hijos menores.
Para sus defensores, se trataba de una reforma de justicia social que habría permitido a los italianos de segunda generación —nacidos en el país pero de padres extracomunitarios— acceder más fácilmente a derechos básicos como el voto, el empleo público o la libre circulación por la Unión Europea. Para sus detractores, encabezados por Salvini, suponía una “regalía” inaceptable que rebajaría los requisitos para ser ciudadano italiano.
El escrutinio reveló, además, una curiosa paradoja: incluso entre quienes decidieron votar, el apoyo a esta propuesta fue tibio. Mientras que los cuatro referendos laborales cosecharon más del 80% de votos favorables, la consulta sobre ciudadanía apenas logró entre el 60% y el 65% de síes. Una diferencia de 20 puntos que ilustra las reticencias que genera el tema migratorio incluso en sectores progresistas de la sociedad italiana.
El mundo del trabajo, en el centro del debate
Los otros cuatro referendos abordaban cuestiones laborales promovidas por la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), el principal sindicato del país. Sus propuestas buscaban derogar varias normas introducidas en los últimos años que, según los sindicatos, han precarizado el empleo y debilitado los derechos de los trabajadores.
Entre las medidas más destacadas figuraba la eliminación de la norma que permite a las empresas de más de 15 empleados no reincorporar a un trabajador tras un despido declarado improcedente por un juez. También se proponía suprimir el límite de indemnización por despido injustificado en pequeñas empresas y aumentar la responsabilidad de los empleadores en casos de accidentes laborales.
Para la CGIL, estas reformas eran imprescindibles para devolver dignidad al trabajo en un país donde la precariedad laboral se extendió especialmente entre los jóvenes. Sin embargo, el Gobierno las consideraba un retroceso que habría perjudicado la competitividad de las empresas italianas.
La oposición reconoce la derrota
El Secretario general de la CGIL Maurizio Landini (REUTERS/Yara Nardi)
Maurizio Landini, secretario general de CGIL e impulsor de la iniciativa, asumió la derrota con amargura pero sin dramatismo. “Sabíamos que no sería un paseo por el parque”, declaró, descartando dimitir pese al fracaso de unas consultas estrechamente asociadas a su liderazgo. “Hay una crisis obvia de democracia y participación”, añadió, en una reflexión que trasciende el resultado concreto de estos referendos.
El dirigente sindical se aferró a los 14 millones de ciudadanos que sí participaron en las consultas para reivindicar que los temas abordados siguen siendo relevantes. “Es un punto de partida”, insistió, aunque reconoció implícitamente que la estrategia seguida no ha dado los frutos esperados.
Una campaña silenciosa
Uno de los factores que explican el fracaso de las consultas fue la escasa visibilidad que tuvieron en los medios de comunicación y el debate público. Las encuestas realizadas en mayo revelaron que solo el 46% de los italianos conocía las cuestiones sometidas a referéndum, una cifra que evidencia las dificultades de la oposición para trasladar su mensaje a la sociedad.
La autoridad de comunicaciones AGCOM llegó a presentar una queja formal contra la televisión pública RAI y otras cadenas por la falta de cobertura “adecuada y equilibrada” de las consultas. Una situación que contrastó con el activismo desplegado por el Gobierno para promover la abstención.
Salvini, por ejemplo, aprovechó un acto del grupo Patriotas por Europa —que reúne a líderes de la ultraderecha continental— para reiterar su oposición a las reformas horas antes del cierre de las urnas. “La nacionalidad no es un regalo”, declaró. “Pedimos reglas más claras y estrictas para ser ciudadanos italianos, no basta con unos años más de residencia”.
¿Una institución en crisis?
Una persona en la urna junto a su perro en Milán. (Claudio Furlan/LaPresse via AP)
El fracaso de estos referendos se inscribe en una tendencia más amplia de desafección hacia este instrumento de participación democrática. Desde 1997, solo dos consultas populares han logrado superar el quorum del 50%: la celebrada en 2011 sobre la gestión pública del agua (54,8% de participación) y la de 2020 para reducir el número de parlamentarios de 945 a 600.
Lorenzo Pregliasco, analista político de la consultora YouTrend, consideró que estos datos obligan a repensar el funcionamiento de la institución referendaria. “Muchos creen que debería revisarse a la luz de los altos niveles de abstención y que el umbral de participación debería reducirse”, explicó.
Los cinco referendos fueron impulsados inicialmente por Riccardo Magi, diputado del partido progresista +Europa, y posteriormente respaldados por otras formaciones de izquierda, asociaciones civiles y sindicatos. La iniciativa logró reunir más de 637.000 firmas, muy por encima de las 500.000 necesarias para convocar las consultas.
Sin embargo, conseguir las firmas resultó más fácil que movilizar a los votantes. El resultado deja a Meloni en una posición de fortaleza frente a una oposición que deberá repensar sus estrategias si quiere hacer frente al creciente dominio de la derecha en la política italiana.