Talleres sin relevo.
Oficios sin política.
Manos que no encuentran a quien enseñar.
Modistas. Zapateros. Ebanistas. Cesteras y muchos más… No son profesiones del pasado. Son profesiones sin relevo.
El 80% de los talleres artesanos no llegan a la tercera generación. Porque nadie enseñó que lo hecho a mano vale más que lo hecho en serie.
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Antes una cesta se tejía. Ahora se importa de plástico.
No es una cuestión solo de materiales. Es un cambio de lógica.
Lo que se rompe, ya no se remienda. Se sustituye.
No hay quien coja el relevo, cuando nadie valoró la carrera.
La mayoría de los oficios tradicionales están fuera del sistema educativo y muchos jóvenes ni siquiera saben que existen.
No es que los jóvenes no quieran aprender. Es que no pueden permitírselo.
Sin talleres abiertos, sin ayudas para formarse, sin referentes visibles, ¿quién se atrevería a elegir un oficio artesanal en 2025?
Decimos que no merece la pena. Pero lo que no vale la pena… es hacerlo en silencio, sin visibilidad, sin derechos. Porque cuando trabajar con las manos se paga con migajas, el abandono no es una elección. Es un síntoma.
Lo que deshumaniza no es la máquina. Es la prisa.
Una camisa sin historia.
Una silla sin alma.
Una industria que desprecia lo que no puede acelerar.
El relevo no se improvisa. Ni se hereda por inercia.
Hace falta política pública. Formación real. Tiempo. Respeto.
Y una sociedad que entienda que el saber hacer… no nace por generación espontánea.
Cuando un artesano dice «como soy artesano, no soy nadie», la herida no es suya. Es nuestra.
Un oficio no se transmite si no se valora. Y lo que no se valora, se extingue.
Yo sí aprendí a remendar. A guardar lo que aún tenía historia. A escuchar las manos. Y por eso me duele. Porque lo que se va no son solo oficios. Es un idioma que hablábamos sin palabras.
Y aún estamos a tiempo de remendar esta historia.
Por Rodolfo Mcartney.
Estudió Audición y Lenguaje. Cose etiquetas en la empresa familiar.
Fuente: ideastextuales.com