En uno de los momentos más complicados de nuestra vida política, cuando las señales sociales aparentemente demuestran lo contrario, cuando existen los agoreros del pesimismo y la destrucción, este es el momento para repetir la consigna.
Hemos encontrado en el turismo la Cohesión Social, expresión de una cualidad imprescindible siempre, pero con mayor valor y peso en este momento. A través de ella podemos enfrentar los retos más complicados al proporcionarnos un instrumento que suma capacidades y voluntades para lograr un resultado. La cadena productiva y social del turismo, obliga a sus más de 20 actores directos, a actuar en consecuencia para que la sociedad en su conjunto, se haga el favor de vencer el pesimismo y la indolencia.
El turismo es una expresión de autoestima. Por él, identificamos aquellos valores físicos y espirituales que nos hacen diferentes y queremos compartir, es lo mejor de nosotros, somos nosotros en nuestro mejor momento. El turismo es un acto de tolerancia y reconocimiento del “otro”, al que invitamos a visitarnos sin preguntarle sobre su credo y sus opciones personales y con la única condición que tenga los ojos y el corazón abierto. Lo invitamos, para tratarlo bien. El turismo es la acción colectiva que genera excedente, económico y simbólico, para vivir dignamente y mejor.
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Cuando ponemos en valor estas condiciones y le ponemos nombre de personas, lugares geográficos, sabores específicos, ritmos y poesía, podemos ubicar espacios en todo el territorio nacional, desde Cobija a Yacuiba y Puerto Suarez hasta Tiahuanacu, que están esperando ser conocidos y visitados. Si a ello le sumamos que Bolivia puede recibir 3.500 millones de dólares por ese concepto, la respuesta aparece obvia.
A la cohesión social se llega por resiliencia; es ponerse de acuerdo después de un desastre, un terremoto, una guerra, es hacerlo por necesidad, luego del dolor y la muerte. La otra modalidad es por la inteligencia, cuando descubrimos sus potencialidades y las ponemos en práctica de manera sonriente.
Cuando concluya la etapa discursiva de este proceso y la foto de la papeleta electoral sea parte del recuerdo, la gente decente seguirá, como ahora y ayer, trabajando para vivir dignamente. Seguiremos haciendo lo que sabemos y nos gusta y mantendremos el espíritu por encima del pesimismo. Cuando vemos el futuro desde esta perspectiva y valoramos nuestra existencia humana como condición de continuidad, descubrimos el valor de nuestro ejercicio de ciudadanía, pues no sólo somos nosotros, hay otros que vienen después.
Apostemos por una Bolivia imprescindible, posible y viable y empecemos a exigir compromisos a quienes se atreven a ponerse frente a nosotros para resolver los problemas del combustible, el dólar y los precios que suben sin sosiego. Hay quienes son responsables de esta situación y no tendría que ser difícil el excluirlos pues, después de tener todas las posibilidades de dejar un país próspero, lo están haciendo como después de una guerra. Sigamos debatiendo hasta que se asiente la polvareda, falta poco.
Sigamos repitiendo que Bolivia, puede vivir del turismo.