Cuando Donald Trump ganó las elecciones frente a Joe Biden y ascendió por segunda vez al trono de la Casa Blanca, sorprendió al mundo con un aliado poderoso, Elon Musk, el hombre más rico del planeta y que fuera presentado como un colaborador del republicado, dotado de poderes extraordinarios para recortar los gastos «inútiles» de la Administración del país más poderoso. Confieso que me santigüé ante el agresivo cuadro de agresiones de este par. Creyente profundo pedí en mi interior, moderación, mesura con el poder casi ilimitado de la Presidencia de Trump.
No ha tenido que pasar mucho tiempo y el ruego al parecer ha sido escuchado. El par no tenía rival, nada podría oponerse a sus designios, aunque la combinación de poder político y opulencia única estaban marcando un programa aterrador.
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Sí, combate a los emigrantes que Trump llamó, llama una muchedumbre de criminales y asaltantes refiriendo a los extranjeros que viven clandestinamente en los EEUU y que están siendo deportados a sus países de origen, si bien no en los millones que el presidente presagió, por parte de Musk recorte a los programas sociales y de desarrollo que encarnó USAID la agencia gringa para el desarrollo del Tercer Mundo.
Hace pocos días, por obra de la Providencia, se mostraron signos inequívocos de una virtual ruptura de relaciones entre ambos poderosos. O sea, no ha sido China, Rusia, Corea o Cuba que provocaron el rompimiento, sino desacuerdos entre el poder de la Casa Blanca y el «soñador espacial de la conquista de Marte» algo muy grave sucedió entre ambos, que la humanidad no termina de entender, que cedió a un intercambio de insultos y amenazas que nos deja atónitos, entre ellas de parte de Elon «que Trump está en las listas del perverso Jeffrey Epstein orquestador de orgías con menores años pasados. Trump, de su parte, ordenó una revisión de los negocios del magnate espacial con el Tesoro Norteamericano.
Jamás imaginé que fuese esta disputa de orden personal, que pusiera a temblar al inquilino de la Casa Blanca, tanta tembladera que ya se habla de una renuncia. Claro que no sucederá, pero al menos queda el evento como palpable muestra de la debilidad de quien sigue amenazando al mundo comercial con la suba de aranceles, lo que está provocando pánico en el mundo de las finanzas y de la política mundial.