Es evidente que Samuel, Manfred y Tuto son los herederos de las dos bancadas opositoras en el legislativo, correspondientes a CREEMOS y Comunidad Ciudadana; muchos diputados y senadores están en las litas de sus proyectos políticos y otros tantos no pero, hacen campaña. No es mi interés dar ejemplos de la reubicación de estos personajes, sino centrarme en la labor política de los actuales jefes de bancadas.
Manfred, Tuto y Samuel están enajenados del cargo real que tienen, es decir, “liderar” bancadas parlamentarias heredadas de la dispersión y fraccionamiento de la que ellos también fueron y son propulsores.
¿Tuto, Samuel y Manfred en algún momento convocarán a sus diputados y senadores arrimados a sus candidaturas para hablar de la realidad del país, de la agenda parlamentaria que se puede desarrollar o serán absolutamente ajenos a la labor parlamentaria entre hoy día hasta el 8 de noviembre de 2025, en este tiempo que he denominado muerto?
El anterior domingo, 8 de junio de 2025, los tres candidatos se reunieron en Cochabamba y firmaron el Acuerdo por el bien común de Bolivia, referido a un compromiso con la defensa de la democracia, la legalidad y la preservación del orden constitucional. Tras la reunión, los actores políticos dieron a conocer que acordaron, entre otros, “el pedido de aprobación de créditos para combustible y otros”, es decir un “pedido” y no una acción legislativa a llevarla a efecto dentro de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Uno de ellos dijo “que le permitan y le den oxígeno al Gobierno” en forma indeterminada.
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No anunciaron al país que cuentan con diputados y senadores, titulares y suplentes, no anunciaron conformar una bancada unitaria ni una agenda parlamentaria común en esta profunda época de crisis. Qué desperdicio, tener bajo su mando legisladores y no utilizarlos en un tiempo de tanta convulsión social, de retroceso económico, institucional, etc., etc.
Al día siguiente, el candidato presidencial de APB Súmate, Manfred Reyes Villa, descartó que alguno de los tres se baje de la carrera electoral, aunque aseguró que se unirían posteriormente para garantizar un gobierno que realice cambios estructurales en Bolivia.
Ahora bien, esta metodología de trabajo de estos candidatos de ir separados a la contienda electoral, pensando en unificarse en un escenario futuro idealizado, expresa una experiencia derrotada en el pasado, en los procesos electorales de 2009, 2014 y 2020.
Otro indicador que perfila el comportamiento equivocado de los candidatos es la absoluta inacción y descoordinación para realizar el control electoral en el proceso de votación del 17 de agosto, que requiere una acción unificada para verificar la autenticidad del voto ciudadano y poder contener o revertir procesos de alteración de la voluntad popular. Se trata de contar con delegados organizados en aproximadamente 39.000 mesas electorales, cifra imposible de alcanzar por ninguna fuerza política por separado. Eso significa, que el día de las elecciones, no habrá el recojo del 100% de las copias de las actas electorales centralizadas, ni se tendrá la capacidad de hacer observaciones e impugnaciones a los registros equivocados del voto popular.
Como ejemplo de lo mal que están las candidaturas, el TSE en fecha 6 de junio presentó la lista oficial de candidatos habilitados para las próximas elecciones, donde fueron habilitados 1.180 candidatos (un tercio) y 2.104 fueron inhabilitados (dos tercios).
Se puede concluir que durante este periodo muerto, la oposición no tiene ninguna posibilidad de ser tal, especialmente en el Legislativo; esta falta de protagonismo puede ser el preludio de lo que vendrá desde el 8 de noviembre, donde el fraccionamiento parlamentario y los intereses de grupo generaran una absoluta dinámica de distopía donde solo habrá parches, reformas y no un cambio estructural tan demandando por el pueblo boliviano.