A veces, un gesto puede significar más que mil discursos. Ayer, tres candidatos a la presidencia – Samuel Doria Medina, Jorge Tuto Quiroga y Manfred Reyes Villa – decidieron hacer una pausa en medio del fragor electoral para firmar un compromiso que representa un acto de responsabilidad democrática: el Acuerdo por el Bien Común de Bolivia.
La iniciativa surgió a partir de un artículo que publiqué días atrás, en el que, como ciudadano, demandé un “compromiso urgente” entre los principales postulantes a la presidencia, para preservar el orden constitucional, la legalidad y la paz social, en medio de la creciente incertidumbre. Fue entonces cuando Manfred Reyes Villa, comprendiendo la gravedad del momento y la necesidad de un gesto político de alto impacto, me invitó a colaborar con su intención de convocar a varios líderes a reunirse en Cochabamba; ciudad que, como eje geográfico, Integrador y simbólico del país, se encontraba bajo un fuerte asedio de bloqueos y desabastecimiento.
La convocatoria de Manfred Reyes Villa incluyó también a Rodrigo Paz, Eva Copa y Jaime Dunn, quienes no asistieron. Esto explica que en el texto se mencione que el acuerdo no supone una adhesión ideológica ni programática. Por eso, y con mayor sentido aún, cobra valor la voluntad de Tuto, Samuel y Manfred de reunirse, dialogar con altura y asumir el compromiso de firmar un documento que, en su origen, había sido pensado para un grupo más amplio de protagonistas políticos. A partir del proyecto que redacté, los tres líderes mantuvieron un encuentro privado de más de una hora y acordaron los ajustes que luego incorporé al texto definitivo, el cual me encomendaron presentar en el acto público.
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El acuerdo no resuelve la crisis, pero sí marca un punto de inflexión. No es un pacto electoral, ni una alianza coyuntural. Es la afirmación de principios básicos que deberían ser el mínimo común denominador de cualquier democracia viable.
Los siete compromisos que contiene son breves, pero significativos:
- Defender el orden constitucional implica, en Bolivia, recuperar la credibilidad de la ley frente al uso arbitrario del poder.
- Reconocer las elecciones como única vía pacífica es rechazar todo intento de desestabilización o manipulación judicial del proceso.
- Preservar la paz social significa actuar con responsabilidad ante un país al borde de la desesperación.
- Rechazar cualquier intento de ruptura institucional es poner freno a quienes se creen por encima de la Constitución.
- Convocar a los órganos del Estado es llamar a un diálogo urgente para ratificar el compromiso con la democracia.
- Agilizar la aprobación de créditos es un gesto mínimo ante la amenaza de desabastecimiento que vive la población.
- Reconstruir el Estado no es una metáfora, es una necesidad ineludible. Bolivia está institucional y económicamente devastada.
En medio de un escenario electoral cargado de confrontación, estos tres líderes supieron diferenciar lo urgente de lo circunstancial. Supieron distinguir entre el ruido de la campaña y el clamor de un país en crisis. Ese gesto no debe pasar desapercibido. Es una señal de que aún es posible coincidir en lo esencial, incluso desde distintas trayectorias políticas.
Más allá de quién gane las elecciones, está claro que nadie podrá gobernar solo. La situación es demasiado grave, los desafíos demasiado grandes. Bolivia necesita acuerdos, no salvadores. Necesita liderazgo, pero también generosidad y coraje para construir sobre ruinas.
Lo ocurrido en Cochabamba no es una solución definitiva, pero sí una señal de esperanza. En tiempos como los que vivimos, eso no es poca cosa. Es la prueba de que la unidad todavía es posible.
Gracias a Manfred, a Tuto y a Samuel por haberme permitido ser parte de este hito en la democracia boliviana.