Así fue el operativo secreto que eliminó el riesgo del asteroide 2024 YR4 y salvó a la Tierra


El uso de sistemas automatizados, telescopios de vanguardia y coordinación global permitió descartar el mayor riesgo de colisión registrado para un objeto de estas dimensiones, informa MIT Technology Review

El asteroide 2024 YR4 alcanzó

El asteroide 2024 YR4 alcanzó una probabilidad récord de impacto con la Tierra para 2032 (Crédito: X / @esa)



 

Fuente: infobae.com

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El asteroide 2024 YR4, con un tamaño estimado entre 40 y 90 metros de longitud, alcanzó una probabilidad récord del 3,1% de impactar la Tierra en 2032. Aunque esta cifra puede parecer baja, representó el riesgo más alto jamás registrado para un objeto de esas dimensiones y provocó una movilización global de astrónomos, agencias espaciales y expertos en defensa planetaria.

Según MIT Technology Review, la coordinación entre numerosas instituciones permitió descartar el riesgo en cuestión de semanas, aunque la historia de este asteroide sigue generando interés científico.

Descubrimiento y primeras observaciones del asteroide 2024 YR4

El 27 de diciembre de 2024, el sistema Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System (ATLAS), financiado por la NASA y gestionado desde Hawái, identificó un pequeño punto blanco en el cielo. Larry Denneau, investigador principal de ATLAS, fue quien detectó la señal: “Un pequeño píxel blanco sobre un fondo negro”, recordó. Siguiendo el protocolo, Denneau remitió los datos al Minor Planet Center (MPC) en Massachusetts, responsable de centralizar la información sobre asteroides y cometas.

De forma casi simultánea, el hallazgo se compartió con el Catalina Sky Survey, grupo de telescopios ubicado en Arizona y también financiado por la NASA. El equipo liderado por Kacper Wierzchoś analizó imágenes recientes y confirmó que el asteroide ya había pasado cerca de la Tierra el 25 de diciembre. Pronto le fue asignada la designación provisional 2024 YR4, mientras la comunidad astronómica debatía el rumbo que tomaría este nuevo cuerpo celeste.

Evaluación del riesgo y estimaciones sobre tamaño y trayectoria

Calcular la órbita y el posible riesgo de impacto quedó a cargo del Center for Near-Earth Object Studies (CNEOS) de la NASA, bajo la supervisión de Davide Farnocchia. El sistema automatizado Sentry de CNEOS, dedicado al análisis continuo de objetos cercanos a la Tierra, indicó que existía una posibilidad real de colisión en 2032. Sistemas europeos como el Near-Earth Object Coordination Centre (NEOCC) de la Agencia Espacial Europea (ESA) y el Near-Earth Objects Dynamics Site (NEODyS) respaldaron esta evaluación.

El Center for Near-Earth Object

El Center for Near-Earth Object Studies (CNEOS) de la NASA lidera el cálculo de la órbita y el riesgo de impacto (NASA/JPL-CALTECH)

Durante los primeros días, la incertidumbre sobre el tamaño del asteroide era significativa. Las estimaciones rondaban entre 20 y 150 metros de diámetro, lo que marcaba una diferencia esencial: un cuerpo pequeño podría desintegrarse en la atmósfera, pero uno grande podría producir una destrucción grave a nivel local. “Ellos son la primera línea de defensa planetaria”, afirmó Kelly Fast, responsable interina de la Planetary Defense Coordination Office de la NASA, según declaraciones recogidas por MIT Technology Review.

Escalada de la alerta internacional y los mecanismos de coordinación global

Conforme se acumulaban las observaciones, la probabilidad de impacto se mantuvo y en algunos momentos incluso aumentó. El 29 de enero de 2025, la International Asteroid Warning Network (IAWN), respaldada por la ONU, emitió una alerta pública: la Tierra estaba bajo una posible amenaza. Esta información se difundió rápidamente y captó la atención mediática mundial. “No era un ejercicio. Era real: realmente teníamos que hacerlo bien”, relató Olivier Hainaut, astrónomo del Observatorio Europeo Austral, citado por MIT Technology Review.

La alerta activó una respuesta coordinada. Fast envió solicitudes urgentes a observatorios de todo el mundo para que siguieran el asteroide. Sin embargo, el objeto ya se encontraba alejándose y se volvía cada vez más difícil de observar. Sin nuevas mediciones, la incertidumbre sobre su trayectoria se prolongaría hasta 2028, cuando el asteroide volvería a acercarse a la Tierra.

Al mismo tiempo, el Space Mission Planning Advisory Group, con sede en Viena y bajo el auspicio de la ONU, inició debates sobre posibles misiones de mitigación. Se propusieron alternativas como desviar el asteroide con naves no tripuladas o incluso usar armas nucleares, aunque esta última opción presentaba serios desafíos técnicos y políticos.

Retos técnicos en la observación y el seguimiento del asteroide

Refinar la órbita del asteroide 2024 YR4 implicó superar múltiples obstáculos técnicos. Los telescopios ATLAS, aunque eficientes, carecían de capacidad para seguir objetos tan distantes. El Very Large Telescope (VLT) en Chile, uno de los más avanzados del mundo, se sumó al esfuerzo y logró reducir la estimación del tamaño del asteroide a entre 40 y 90 metros.

El asteroide 2024 YR4 desafió

El asteroide 2024 YR4 desafió la capacidad de seguimiento de los telescopios ATLAS por su lejanía (NASA, ESA, CSA, STSCI)

El 5 de febrero, la NASA autorizó el uso del James Webb Space Telescope (JWST), ubicado a 1,6 millones de kilómetros de la Tierra, para observar el asteroide en el espectro infrarrojo. Andy Rivkin, del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, lideró la propuesta: “El tamaño era la principal motivación”, explicó. El JWST permitió medir el diámetro con precisión, incluso cuando ya no era visible desde observatorios terrestres.

Otros centros, como el Gemini South en Chile y el Magdalena Ridge Observatory (MRO) en Nuevo México, aportaron datos significativos. Eileen Ryan, directora del MRO, resaltó la capacidad de su telescopio: “Podemos ver algo del tamaño de un teléfono móvil a 35.000 kilómetros de distancia”.

A pesar de estos avances, la llegada de la luna llena en febrero complicó durante una semana las observaciones. “Aborrecemos la luna”, confesó Denneau, reflejando la frustración de los científicos ante la imposibilidad de continuar el seguimiento.

Cómo se redujo y eliminó el riesgo para la Tierra

Con la llegada de la luna nueva, los telescopios retomaron la vigilancia continua. El 18 de febrero, nuevas observaciones aumentaron la probabilidad de impacto al 3,1%, el mayor valor registrado para un asteroide de tales características. Esta información causó inquietud mundial, pero los especialistas confiaban en que mediciones adicionales permitirían descartar el peligro.

La comunidad científica monitorea constantemente

La comunidad científica monitorea constantemente objetos cercanos a la Tierra para anticipar posibles peligros (Imagen Ilustrativa Infobae)

El 19 de febrero, el VLT y el MRO obtuvieron nuevas imágenes que redujeron la probabilidad al 1,5%. El 20 de febrero, el Subaru Telescope en Hawái, operado por Tsuyoshi Terai, aportó información clave: el riesgo descendió al 0,3%. “Fue un alivio. Me alegró mucho que nuestros datos contribuyeran a eliminar el riesgo de 2024 YR4”, afirmó Terai según MIT Technology Review.

El 24 de febrero, la IAWN anunció el tan esperado “todo claro”: la probabilidad de impacto cayó al 0,004% y finalmente se descartó cualquier amenaza. “En mi opinión, los observadores y los equipos de órbita fueron las estrellas de esta historia”, reconoció Fast. Por su parte, Farnocchia calificó el desenlace como “el resultado esperado”, aunque admitió que desconocían el momento en que se lograría.

Impacto potencial en la Luna y relevancia para la ciencia

A pesar de que la Tierra quedó fuera de peligro, el seguimiento científico de 2024 YR4 continuó. En marzo, el JWST confirmó que el asteroide tenía un diámetro de unos 60 metros, suficiente para causar consecuencias catastróficas en caso de impacto directo en una zona urbana. Sin embargo, surgió una nueva alerta: una probabilidad del 3,8% de colisión con la Luna en 2032, cifra que aumentó al 4,3% tras observaciones realizadas en mayo.

“¡Puede que impacte la luna! Todos siguen muy emocionados por eso”, afirmó Denneau. Un choque de esta magnitud, probablemente en la cara visible desde la Tierra, produciría una explosión equivalente a cientos de bombas nucleares y dejaría un cráter perceptible a simple vista. “Si eso ocurre, será asombroso”, añadió. Para la comunidad científica, un evento así representa una oportunidad única para estudiar los efectos de un impacto y demostrar la capacidad de predicción y respuesta global ante amenazas del espacio.