¿Bolsillo contra piel?


En el aniversario de la gesta libertaria de La Paz, conocimos la segunda encuesta de El Deber. Esta ratificó la posición de ventaja para los candidatos opositores y una disminución significativa para la opción de renovación del masismo. En rigor de verdad, al comparar con la primera encuesta de El Deber (18 de junio), todos bajan. Los opositores disminuyen discretamente, dentro del margen de error, y el denostado heredero desciende significativamente, por encima del margen. A 32 días de la elección, estos resultados encienden alarmas y tensionan en los equipos de campaña.

Los candidatos opositores no logran el ansiado clic y los oficialistas no pueden desprenderse de la crisis económica y el conflicto interno desbordado. Las encuestas reflejan esa situación, mostrando a Samuel y Tuto estancados en el 20%, y a Andrónico por debajo del 10%. La ausencia de un liderazgo consolidado hace que la gente postergue decisiones, y los votos nulos, blancos e indecisos superan el valor del candidato más favorecido. El escenario se complica aún más con el dato de que el 55% de los encuestados podría cambiar su voto. En otras palabras, la elección sigue abierta.



En este escenario, y faltando 27 días para la elección, es necesario mirar bajo el agua, algo reservado a los políticos, buscando elementos que nos permitan analizar esta compleja situación y especular sobre el desenlace.

Las razones que determinan el estancamiento de los candidatos opositores han sido ampliamente expuestas. Se les tacha de «dinosaurios de la política», con 20 años sin lograr éxito, representan el pasado y no representan a las mayorías nacionales, lo que constituye una acumulación negativa compleja. La ausencia del «outsider», aquel que llega con la cara limpia y la mochila vacía, y la profundización de la crisis global, hacen que la gente se incline por quien muestra el perfil adecuado y plantea soluciones creíbles para sacarnos del hoyo al que nos llevó el proceso de cambio. Los perfiles de economistas, sobre todo el de empresario exitoso que tiene Samuel, compensan parcialmente la acumulación negativa, pero lamentablemente resultan insuficientes para lograr el despegue y la consolidación del liderazgo.

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¿Qué falta para la felicidad completa? El mensaje técnico y racional caló en la cabeza de los electores; el mensaje es bueno, lo que está faltando es el mensaje que llegue al corazón. Los relatos son potentes: «¡100 días carajo!» de Samuel y «Cambio radical» de Tuto parecen haber cubierto expectativas, pero claramente no llegan al tercio que se ampara entre nulos, blancos e indecisos. En las últimas cuatro elecciones, los nulos y blancos oscilaron entre el 5% y el 7%; en esta encuesta están cerca del 20%.

Lo que está faltando es convencer a quienes están decepcionados del proceso de cambio y que no se tragan fácilmente el discurso del «nuevo ciclo» que expone el heredero del masismo. Nos referimos a aquellos que durante 20 años soñaron y creyeron el engaño, aquellos que internalizaron un proyecto político, aquellos que hicieron propio el proceso de cambio y que hoy están afectados por la crisis global, aquellos que bebieron las mieles del poder y que hoy están decepcionados. Ese importante contingente de electores no está dispuesto a cambiar de vereda solo por el temor al descalabro económico; necesitan más que eso.

Los estrategas del «bloque nacional popular», paraguas con el cual se mimetizan los masistas en esta elección, utilizan el componente racial, el color de la piel, para fidelizar sus votos y procurar recuperar a los desencantados. La situación es desesperada y recurren al extremo del chantaje emocional. Recordemos la pregunta que lanzó Andrónico en la presentación de su plan de gobierno: «¿Al final del día nuestras bases por quién votarán? ¿Votarán por Tuto, Doria Medina, Manfred? Hermanas y hermanos, es la oportunidad de abrir el nuevo ciclo». La estrategia para unificar a los candidatos dispersos del masismo pasa por exaltar sentimientos culturales y de clase. La posibilidad de quedar expuestos a la inevitable rendición de cuentas hará de la preservación del poder el «Poxipol» que reunifique al masismo.

El momento en que los candidatos opositores eligieron a sus candidatos a vicepresidentes, optaron por un argumento de racionalidad técnica y por su entorno de confort. Privilegiaron la racionalidad frente a lo político y descartaron la importancia que tiene el color de la piel en una sociedad con alto componente indígena. Quienes hoy disputan las preferencias electorales, Samuel y Tuto, no tienen el complemento que permita acceder a segmentos de población de los cuales ellos no son parte. Son segmentos de alta desconfianza y en este tiempo, son sectores empoderados, afectados por la escasez de dólares, diésel y gasolina, pero empoderados políticamente. No son prejuicios raciales, son realidades inequívocas. En el pasado se utilizaba una expresión poco feliz: «solo culitos blancos son insuficientes».

En la vida y en la política, uno hace lo que puede, y esto generalmente es diferente de lo que uno quiere; el equilibrio social y político era inalcanzable, optaron por lo que era posible. Los candidatos a la vicepresidencia tienen gran reconocimiento y trayectoria profesional, pero vienen de la misma vertiente social. Hoy vemos que esa decisión dejó la mesa servida al masismo para mantener la bandera de la inclusión social como cualidad exclusiva. La crisis galopante, las reflexiones técnicas, el riesgo del descalabro económico y de la quiebra, privilegiaron una decisión que hoy estanca las preferencias electorales.

La cuestión de piel no se resuelve con una foto, es una construcción política; el excesivo poder del masismo no permitió a los partidos políticos penetrar en sectores populares y menos indígenas. Quedará construir desde el gobierno redes y relaciones de encuentro con sectores populares e indígenas, promover un gran acuerdo nacional que destierre el estatismo y la maldición del extractivismo.

No es para consuelo ni para rasgarse las vestiduras; me motiva hacer un análisis objetivo. Andrónico utiliza el argumento de la piel, el origen campesino y la reivindicación étnica para alentar a sus bases y mejorar su disminuida situación electoral. Corregir los errores de sus antecesores y proponer ajustes graduales, no traumáticos, marcará la diferencia en la campaña aérea. Él sabe que su única opción es ganar en primera vuelta; en segunda vuelta está perdido.

¿Qué pueden hacer los opositores? No lograron concretar el bloque opositor y la candidatura única; a estas alturas de la campaña, la elección estaba ganada. Les queda ser prudentes, no cometer errores. La decisión de Marcelo Claure, y esperemos de otros más, permitirá un mayor fortalecimiento y, oportunamente, el arranque de la campaña por el voto útil.

Jaime Navarro Tardío

Militante de Unidad Nacional, ex Diputado Nacional y ex Secretario Ejecutivo Nacional de UN.