De “patria o muerte” a “100 días carajo”


La economía y la política van más que nunca de la mano en vísperas de unas elecciones cruciales para Bolivia. La posibilidad, cada vez más cierta, de que uno de los candidatos de oposición sea el próximo presidente ha influido incluso – o así parece por lo menos – en una tendencia a la baja del dólar y, aparentemente, en una mejora muy modesta de la calificación de riesgo país.

Y es que, salvo la continuidad a través de alguno de los debilitados candidatos del bloque oficialista – Andrónico Rodríguez, Eva Copa y Eduardo del Castillo – nada puede ser peor de lo que ya tenemos.



A los errores fatales en el manejo de la economía, el presidente Arce debe sumar los escándalos de corrupción en los que han estado involucrados sus hijos, afortunados sujetos de millonarios y sospechosos créditos otorgados por un banco del oriente.

Las encuestas muestran que los bolivianos quieren que todo eso acabe. El MAS y los representantes de una izquierda decadente y en repliegue, ya no representan ninguna esperanza para los más pobres. Todo lo contrario: si los ingresos de los bolivianos mejoraron en años anteriores, bastó el viento de la devaluación y el alza de precios incontrolable para que el bienestar se esfume.

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La gente está dispuesta incluso a que se levante el subsidio de los hidrocarburos, una pesada carga de casi 3 mil millones de dólares, que representa la mayor parte del déficit fiscal, con tal de que se garantice el abastecimiento de combustibles y aparezcan los dólares en el mercado.

La narrativa de los dólares, los pesos y los centavos, le gana, de lejos, a la de las consignas políticas, los posicionamientos ideológicos, las revoluciones, procesos de cambio y demás decorado del socialismo del siglo XXI.

Por eso, los candidatos que ofrecen soluciones económicas son los que llevan la delantera en un proceso electoral que, de todas maneras, se caracteriza por no tener todavía un ganador claro. La transición va del “patria o muerte” al “100 días carajo” u otras fórmulas menos románticas.

Como suele ocurrir, los errores catastróficos de una izquierda que solo sabe de “administrar” bonanzas, pero que ignora faltalmente como resolver los escenarios críticos, le ofreció en bandeja el discurso a sus adversarios.

De todas maneras, no hay un favorito, aunque en bloque los opositores reúnan casi el 60% de la intención de voto. La gente está decidida a cambiar, pero tiene las preferencias divididas en dos o a lo sumo tres de los candidatos y eso puede ser un factor para que el cambio demore hasta la segunda vuelta.

Queda poco tiempo y están prohibidos los errores.  Con menos del 20% de intención de votos, todavía ningún opositor tiene asegurado el premio mayor y mucho menos el perdón de los pecados, de los veniales y mucho menos de los mortales.