A comienzos del siglo XV, el mundo de aquel entonces ya se había sacudido de la larga noche de la Edad Media y comenzaba a vivir sus años dorados. Florencia, próspera y orgullosa, se erguía como el centro de la actividad cultural de Europa. Quien quisiera hacerse de un nombre en el campo del arte debía radicar en esa ciudad, dado el ambiente estimulante para el desarrollo artístico. En buena medida debido al impulso que las autoridades daban su desarrollo.
En ese marco, el Consejo de la Ópera del Duomo convocó a un concurso para solucionar el problema de la catedral, que durante 80 años había quedado abierta a la intemperie porque no había constructor capaz de dotarle de una cúpula que no se viniera abajo en poco tiempo, debido a su descomunal dimensión. Luego de las respectivas consideraciones, finalmente fue Bruneleschi quien se adjudicó la obra y, años más tarde, la entregó, para beneplácito de los florentinos.
En materia de construcciones y esculturas, el esplendor del Renacimiento ocurrió, en parte, gracias al redescubrimiento de antiguas técnicas romanas que habían quedado olvidadas y muchas de las obras fueron destruidas al paso de las invasiones de los bárbaros.
Siguiendo nuestro ejemplo, Bruneleschi y otros se habían interesado en el famoso Panteón, cuya reconstrucción fue hecha por el emperador Adriano en el siglo II. Al estudiar la manera en que se logró construir una cúpula de gigantescas proporciones, las pudo aplicar en la catedral y, con ello, solucionar el reto.
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Puedo decir que los bárbaros interrumpieron el futuro –y la Edad Media no hizo gran cosa para reimpulsarlo– hasta que el Renacimiento superó el milenio perdido y proyectó a la humanidad hacia grandes aportes en varias disciplinas, algunos de los cuales se inspiraron en otros tantos logros producidos en la antigüedad clásica.
Pues bien, en Bolivia, los bárbaros –con los instrumentos de la democracia, al comienzo, y con el secuestro de ésta, luego– tomaron el poder hace 20 años y arrasaron con toda la construcción institucional que se venía diseñando con miras al futuro. En octubre de 2025 escribí el artículo “Vivir bien (a cuenta de las futuras generaciones” en el que, entre otras cosas, afirmaba: “Los últimos años, el régimen, vía propaganda, ha vendido la idea de una jauja atribuida a su genial líder, cuando en realidad se trata de una bonanza con pies de barro”. Dicho y hecho. Hoy, las nuevas generaciones cargan el peso de semejante barbaridad (o barbarie) y para volver a mirar al futuro hará falta un tiempo, ojalá breve, de sacrificio y austeridad, luego del cual retomaremos el camino al porvenir.
Para ello habrá que regresar al futuro, donde lo dejamos, sin que esto signifique aplicar tal cual los avances institucionales que fueron implementados entonces –muchas cosas cambiaron, sobre todo en materia tecnológica, desde aquellas veces– si no, más bien, retomar el “espíritu” con el que se concibieron.
Solo a modo de ejemplo:
En economía. Llámenle como quieran, pero el mecanismo que se conocía como “Bolsín” fue lo mejor para establecer el mercado de moneda local con la divisa.
En educación. Explorar la reforma educativa, proveniente del Congreso de la Educación de 1992 y plasmada en Ley en 1995, con su visión local/global y su fuerte énfasis en la evaluación –absolutamente negada por la gestión del régimen saliente– de la calidad educativa.
En justicia. La elección de magistrados no es participación popular en la justicia; más cerca de ese concepto está el de “jueces ciudadanos”, que se aplicó por un breve periodo.
Repito: no se trata de una actualización mecánica. Es hora de volver al futuro.
Puka Reyesvilla es docente universitario.